Yucatán y el país
CIUDAD DE MÉXICO, 29 de octubre de 2020.- Es caprichoso, berrinchudo, arrebatado, peleonero, mentiroso, egoista, vengativo y, sobre todo, “descocado”.
Así como un día dice una cosa, al día siguiente dice lo contrario.
Su mundo son las ocurrencias, la fantasía, el delirio de grandeza y, sobre todo, los imaginarios “molinos de viento” que cree lo persiguen hasta convertirlo en “el más atacado”.
Vive una realidads alterna, en una galaxia lejana, nada terrenal y, en especial, cierra los ojos a la realidad mundana y cotidiana de los mexicanos, cual “mesías” del trópico.
Por eso siempre tiene “otros datos”; también por eso su realidad es muy distante y distinta a la terrenal realidad que viven la mayoría de los 130 millones de mexicanos.
Por la misma razón, niega todos sus fracasos, sus tropiezos, sus yerros y por eso culpa de sus horrores y errores al pasado, a los adversaris, a los otros gobiernos y, claro, a otros políticos.
Su palabra es y debe ser la ley, de lo contrario, monta en cólera y lanza improperios contra todo aquel que piensa distinto, que lo contradice, que lo cuestiona y exhibe sus incoherencias.
Si llegó usted a éstas líneas, estará de acuerdo en que hablamos del tipico “niño mimado”, del clásico “bebote” que, sin freno, patalea rabioso ante la más elemental frustración, a manera de chantajear a todos en su entorno y para conseguir todo aquello que se le ocurre.
Pero también estarán de acuerdo en que la anterior es la definición perfecta –y encaja “como anillo al dedo”–, del cotidiano comportamiento del presidente López Obrador; el locuaz “presidente niño” al que –por ejemplo–, nada le importan otros niños, como los que mueren todos los días, en todo el país, a causa del cáncer.
“Presidente niño” que –también todos los días–, confirma su peculiar desprecio a las mujeres, en general, pero en especial a todas aquellas que son víctimas de alguna modalidad el cáncer.
Hablamos del “presidente niño” que juega con su “trenecito maya” y que al ser cuestionado sobre los daños ecológicos que ocasionará su caprichoso juguete, en el sureste del país, responde con la frase que ya es emblema de su gobierno; el capricho “¡me canso ganzo…!”.
El “presidente niño” afectado por la fea incontinencia verbal y, sobre todo, por la incontenible mitomanía infantil; culto a la mentira que en
sólo 23 meses lo convirtió en campeón mundial de la motomanía.
Sí, “presidente niño” que todos los días, de todos los meses de su gobierno lleva contabilizadas casi 50 mil mentiras. ¿Cuántas mentiras más tolerá una sociedad atolondrada, como la sociedad mexicana, que no eligió a un presidente, sino que llevó al poder “a un niño mimado”?
Sí, un “presidente niño” que cuando es pillado en la mentirilla, en la pillería, en la humedad de los pantalones, alza la cabeza, esconde las fallas en la espalda y lanza la impronta convertida en eslogan: “¡tengo otros datos!”.
El “presidente niñó” que ante el fracaso reiterado en todo aquello que prometió, se apresura a lanzar un escupitajo en el rostro de sus críticos, luego del lactante: “¡si, nos fue mal, pero a otros les fue peor!”.
El “presidente niño” que acuñó escatológicos lances como “¡fuchi caca!”, que le ganó un femo mote que lo define como lo peor que le pudo haber pasado a los mexicanos y su democracia.
“Presidente niño” que apenas en días pasados, ante el riesgo de que empresas extranjeras promuevan cancelar el Tratado de Libre Comercio respondió con un aniñado: “¡huy, qué miedo, miren cómo estoy temblando!”.
El “presidente niño” que responde a sus críticos con el retador “¡brincos dieran!”; que lanza a los criminales la medición de fuerzas: “¿a ver quien se cansa primero?” y que se burla de los temores por la pandemia con el cínico “¡nos cayó como anillo al dedo!”.
¿Qué país podemos esperar los mexicanos con un “presidente niño” que para cumplir sus casprichos y sus rencores sociales, lleva a la muerte por Covid-19 a cien mil mexicanos y hasta a un senador de su propio partido?
¿Qué desarrollo social, económico y humano podemos esperar en un país, como México, gobernado por un “presidente niño”, por un presidente que miente, engaña, insulta, difama; que viola la Consitución y las leyes que de ella emanan?
Poco a poco, muchos mexicanos que votaron por Obrador reconocen que se equivocaron. Pero no es suficiente. Hace falta revertir el peligro de haber llevado al poder a un “presidente niño”, antes de que el lactante en el poder destruya al país.
Al tiempo.