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Cipriano Flores Cruz
OAXACA, Oax., 13 de enero de 2019.- Sanear y volver operativa la empresa estatal, Petróleos Mexicanos, cuya sangría por su corrupción no es posible la tolerancia, así como detener en lo inmediato la expresión más grosera de su corrupción: el robo de la gasolina producida y comprada.
Esta es una acción política del nuevo gobierno que se ubica en el centro del campo de la lucha política.
Los enemigos del nuevo régimen pretenden ocasionar un descontento general de la población hasta convertirlo en crisis, con el objeto de minar la legitimidad del gobierno obradorista, para detenerlo en su lucha en contra de la corrupción generalizada de los tres últimos gobiernos y de su clase política.
En esta declaración de guerra en contra de los objetivos de la Cuarta Transformación, están los políticos del antiguo régimen, los empresarios beneficiados con los actos de corrupción del régimen neoliberal, los sindicatos antidemocráticos, el crimen organizado, la sociedad civil neoconservadora, los medios electrónicos e impresos de comunicación, los intelectuales orgánicos del antiguo régimen, y gran parte de la sociedad conservadora y tradicional.
Desde luego, los beneficiarios inmediatos del robo de gasolina, que de acuerdo al Presidente de México, suma más de sesenta mil millones de pesos por año.
Si promediamos un robo de veinte mil millones al año durante el período neoliberal de treinta y seis años, nos daría la asombrosa cantidad de más de seis billones de pesos.
Cantidad similar al presupuesto de este año del gobierno y el sesenta por ciento de toda nuestra deuda nacional.
Basta señalar la dimensión de este robo para entender la ferocidad del ataque hacia el nuevo gobierno, que va desde crear e inducir las compras de pánico de la población para originar crisis no sólo en el abasto de gasolina sino también en los comestibles, de transporte público, del comercio, de la producción y de los servicios del Estado.
La ferocidad del ataque demuestra la dimensión de los intereses que está afectando el gobierno de López Obrador.
En este sentido, la dimensión de la lucha de clases está en su nivel más alto en el nuevo régimen político. Como lo ha expresado con nitidez el propio Presidente de México: “hemos tomado impulso y nadie nos detendrá”.
Los ciudadanos se han visto envueltos en esta lucha y su reacción ha sido muy variada.
A pesar del reiterado llamado del Presidente a la calma y al apoyo de sus decisiones, la compra de pánico en algunos estados del centro de la República ha sido magnificada por los medios de comunicación y en las redes sociales, en este caso, si el desabasto se generaliza, seguramente es un escenario deseado por los enemigos del régimen enlistados anteriormente para desestabilizar el nuevo gobierno.
Las expresiones de la lucha política en nuestro país, tales como el asunto del nuevo aeropuerto, de la distribución del presupuesto, la austeridad republicana, la migración centroamericana, el asunto de la guardia nacional, la relación con el EZLN, la muerte de la gobernadora de Puebla y del senador Moreno Valle prominentes integrantes del conservador Partido Acción Nacional, en sólo cuarenta días de gobierno, nos demuestra sobre la dinámica de la Cuarta Transformación y de sus oponentes.
Si vale la comparación, en los mismos cuarenta días de gobierno de Enrique Peña Nieto se había consolidado el Pacto por México, ese gran acuerdo para consolidar los intereses de los grandes capitales, nacionales y extranjeros, así como profundizar la política económica neoliberal que lastimaría los intereses del pueblo mexicano y en particular, de las empresas estatales como Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad.
Es en este contexto la lucha antineoliberal que podemos inscribir el combate en contra del robo de la gasolina: es una de las expresiones de esta lucha, por tanto, no es menor.
El triunfo sobre los ladrones de gasolina significa el primer paso para el resurgimiento del Estado mexicano, ese Estado promotor del desarrollo y del bienestar, ese Estado poderoso dirigido por hombres y mujeres comprometidos con los intereses populares.
Por tanto, la acción del Estado para sanear a PEMEX y detener el robo de todos los siglos de la historia mexicana es un asunto de Razón de Estado.
Es un asunto primordial, fundamental, muy necesario, de sobrevivencia del orden jurídico, de moral pública, de ética de responsabilidad y de convicción. Está por encima de las cosas comunes de la política estatal.
Se necesita para detener a esta delincuencia organizada, de la sagacidad de una serpiente, de la astucia de la zorra, de la previsión de lo imprevisible, de las tretas para engañar a los enemigos, de trampas, de insidias, de emboscadas, de disfraces, de las estratagemas más variadas.
Utilizar la metáfora del pulpo, no sólo de la zorra. Adaptarse a las situaciones más variadas, asumir los aspectos más diversos, de inventar mil movimientos.
En suma, el gobierno debe ser un león, un zorro y un pulpo, para ganar esta guerra.