Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 28 de junio de 2018.- El último día de las campañas presidenciales marcó de manera indeleble lo que los candidatos Andrés Manuel López Obrador, José Antonio Meade Kuribreña y Ricardo Anaya Cortés alcanzaron a penetrar en el ánimo del electorado y el futuro que este episodio deja a los partidos que los postularon.
En el caso de Ricardo Anaya Cortés desde el inicio de su gestión como presidente nacional PAN enseñó que, a pesar de mostrarse como una frágil figura, pero como una joven promesa de la política nacional, era un político que anteponía siempre sus ambiciones a sus principios.
Jorge Castañeda lo definió hace apenas unos días en una ya célebre entrevista a que ofreció a un diario de Estados Unidos: “Para llegar a la presidencia del PAN primero y a la candidatura presidencial después, Anaya se los chingó a todos”.
A Ricardo Anaya la justicia inmanente que siempre existe en política, lo alcanzó desde que se descubrieron las maniobras de sus socios que lo vinculan al grave delito de lavado de dinero.
Este capítulo en la vida personal de Ricardo Anaya aún no está clasificado como cosa juzgada.
Ha basado su defensa en una narrativa que ofrece encarcelar al presidente Peña Nieto si se le comprueban actos de corrupción en lo que el panista llama “los escándalos del sexenio”.
Y concluye con un intento de victimización diciendo que por denunciar la corrupción es ahora un perseguido político del régimen.
Anaya continuó con su campaña a sabiendas de que su pasado estaba dañando gravemente a su partido.
Ayer se conoció un desplegado en el que varios gobernadores que llegaron al cargo bajo las siglas del partido que fundó Gómez Morín, pedían que se realizara una profunda refundación del partido ante la evidencia de que la organización se encuentra viviendo una incuestionable crisis de credibilidad ante la sociedad.
El desplegado lo firmaron Antonio Gali de Puebla, Francisco Javier García Cabeza de Vaca de Tamaulipas, Carlos Mendoza Davis de Baja California Sur, Francisco Vega de Baja California, Martín Orozco de Aguascalientes, Francisco Domínguez de Querétaro y los aliancistas José Rosas Aispuro de Durango y Carlos Joaquín González de Quintana Roo.
El desplegado no lo firmaron, como un implícito apoyo a Ricardo Anaya, Miguel Márquez de Guanajuato, Javier Corral de Chihuahua y el inefable tramposo Miguel Ángel Yunes Linares, que son los gobernadores más cuestionados que tiene el PAN a nivel nacional.
El desplome de Anaya al tercer lugar de la competencia es la evidencia del grave daño que le causó al PAN. Un daño que lo tiene divido y con la amenaza de ser una organización en la que puede ocurrir una desbandada que sería histórica para una organización cuyo origen fue la defensa de los principios que ahora Anaya ha pisoteado con su ambición.
José Antonio Meade Kuribreña deja al PRI con un amargo sentimiento de traición por parte de la élite peñista que desplazó a la militancia en beneficio de la continuidad.
Meade no es el generador de ese sentimiento que hay entre la militancia.
Su apuesta, basada en su trayectoria pública de ser un ciudadano honesto, limpio y confiable, es al funcionamiento de una estructura a la que pudieron en marcha tardíamente y bajo la conducción de varios personajes que ni siquiera la conocen.
Un desplegado de la corriente que encabeza el ex gobernador de Oaxaca Ulises Ruíz enjuicia y aplasta las decisiones de un grupo que dañó al PRI tanto por sus actos de corrupción como por la osadía de llevar a la presidencia de un partido en el que militaron Calles y Colosio, a un personaje menor, cuya presencia advenediza fue una ofensa para la tradición priísta dirigente, a un político de chistera como Enrique Ochoa, el cual con sus desatinos y su soberbia alejó al voto duro del partido y le que quitó al institucional su condición de partido en el poder y se convirtió él mismo en la imagen del repudio ciudadano.
Corrupción, impunidad, violencia, inseguridad y tensión social es lo que hereda esa élite cercana al presidente, quien es un presidente en gran medida traicionado por esa camarilla, a un PRI que tiene un presente incierto y un futuro lleno de nubarrones.
Andrés Manuel López Obrador llega como gran favorito para ganar las elecciones que se celebrarán dentro de tres días.
El Tabasqueño ha logrado una hazaña de convertir en solo cinco años a Morena en el partido más fuerte de México.
Tal vez no sea el mejor organizado y la selección de sus candidatos a senadores y diputados haya sido la más afortunada y escrupulosa, pero tiene a su favor el haberse convertido en la única posibilidad de reivindicación social que existe por ahora en nuestro país.
Pues todo indica que, como reza la proverbial sentencia del cuento árabe, en las elecciones presidenciales de México 2018, sobre el tapete mágico de Sherezada, los dados ya están echados.