La Constitución de 1854 y la crisis de México
CIUDAD DE MÉXICO, 18 de mayo de 2020.- En los hechos, la llamada “nueva normalidad” que pregona el gobierno federal, se resume en al grosero “¡sálvese quien pueda!”.
¿Por qué?
Porque el Estado mexicano –empezando por el jefe del Estado y del gobierno–, parecen haber claudicado a sus responsabilidades sobre la salud y la seguridad de los ciudadanos, a quienes abandonan a su suerte.
Y es que una revisión cuidadosa del programa presentado para la dizque “nueva normalidad” confirma que, en los hechos, el mensaje al ciudadano es un lacónico “sálvese quien pueda”; “rásquense con sus uñas”. Y, al final, sobrevivirán sólo los más fuertes; una suerte de selección natural de las especies.
En efecto, al mejor estilo de Obrador, el programa de “Nueva Normalidad” parece sin pies ni cabeza, en donde lo importante no son las personas, tampoco las vidas y menos los ciudadanos.
Hoy, lo importante, en el gobierno de AMLO, es que la propaganda oficial sirva para exaltar al presidente; lo que importa es favorecer la imagen del “prohombre de Palacio”; lo único que vale es que el Estado y todos sus recursos sirvan para ensalzar y glorificar “al salvador de la patria”.
Y es que a López Obrador y a su “alter-ego”, López-Gatell –entre otros–, nunca les ha importado conocer el tamaño de la pandemia y de su contagio y tampoco les interesa saber el número de víctimas. En los hechos, poco les importa contener el contagio y, sobre todo, acabar con el mortal virus,
Lo que les importa es salvar la imagen negativa de gobierno ineficaz y estulto; imagen que, incluso, no sólo rebasó las fronteras territoriales, sino que alcanzó las miradas internacionales.
Hoy en el mundo se sabe, por ejemplo, que el presidente mexicano miente; se sabe que se oculta el número de muertos –por lo menos en la capital del país–, y se sabe que la respuesta oficial ha sido totalmente equivocada, si se compara el discurso con la línea del tiempo de la pandemia.
Todo confirma que no estamos en el mejor momento para salir del encierro obligado, como lo presume el presidente.
Pero el escenario empeora cuando se descubrió –en otro ejemplo de la estulticia oficial–, que el propio gobierno federal simuló una reunión virtual del gabinete –para tomar la decisión sobre la “nueva normalidad” –, cuando en realidad sentaron a todos los secretarios de Estado implicados, en un mismo salón de Palacio, para hacer la pantomima de encuentro virtual.
Al final, “el parto de los montes”; una propuesta de levantamiento de la emergencia sin pies ni cabeza, en donde se levantará la cuarentena sólo en algunas regiones del país, sin contar con evidencia científica, sin tener una explicación clara, sin partir del dato certero y confiables, y sin conocer la razón del por qué levantar la pandemia en unos lugares sí y en otros no.
Y es que, en efecto, en todo el programa federal para levantar la cuarentena y para reanudar las actividades, no aparece una sola evidencia de que existan las condiciones ideales para declarar el fin del confinamiento y que se pueda romper el esquema de “sana distancia”, sin riesgos para la salud.
¿Por qué?
Porque resulta que cada municipio, cada entidad federativa y cada una de las distintas regiones del país vive su propia realidad; en cada región y en cada entidad la pandemia tiene una curva distinta de evolución y, sobre todo, cada presidente municipal y gobernador ha tomado sus propias decisiones, sus propias medidas; muchas de ellas al margen de las decisiones presidenciales.
Curiosamente, aquellas entidades a las que se ha referido el presidente como ejemplo de obediencia ciudadana, frente a la pandemia –donde los ciudadanos acataron con mayor firmeza el confinamiento–, son las entidades en donde los gobiernos estatales y municipales no hicieron caso a las decisiones presidenciales; son las entidades federativas y municipales en donde adelantaron el confinamiento y en donde aún no lo han relajado.
Por eso, no sería descabellado señalar que lo que veremos como “nueva normalidad” sea un nuevo disparo de la epidemia; nuevas oleadas de contagios y un número incontenible –aún mayor al actual–, de muertos.
Y es que, en los hechos, los ciudadanos estamos solos, mientras que el gobierno de Obrador sólo atina a ponerse a salvo y a gritar: “¡Sálvese quien pueda!”.
Al tiempo.