Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 16 de agosto de 2017.- Desde comienzo del año había en el gobierno la intención de limpiar Pemex de la corrupción que le invade y no se hizo.
Era injusto y ofensivo que a la población le recetaran un “gasolinazo” de dar miedo, mientras en Pemex quedaban abiertos los hoyos de la corrupción sin que pasara absolutamente nada.
No se podía pedir a Pemex que, con la reforma energética, compitiese con empresas privadas de primer mundo, pero lastrada por los abusos y saqueos.
Sin duda se ha hecho un esfuerzo extraordinario en la administración de José Antonio González Anaya, pues Pemex dejó de perder dinero después de mucho tiempo. En el segundo trimestre del año pasado Pemex perdía 74 mil 209 millones de pesos. Y en el segundo trimestre de este año ganó 34 mil 517 millones. Una mejoría de 108 mil 726 millones de pesos.
Excelente el saneamiento financiero del último año. Pero no se le puede pedir a González Anaya que también sea Ministerio Público.
La Secretaría de la Función Pública y la PGR tienen en sus manos el caso Odebrecht, que ha reventado como todo mundo sabía que iba a reventar: estrepitosamente.
Borrada quedó la Asamblea del PRI, sus cambios y candados contra la corrupción fueron aplastados por la realidad: sobornos de 10 millones de dólares a altos directivos de Pemex, y como principal figura a su ex director Emilio Lozoya, quien niega los cargos.
¿Cómo no pudieron deslindar responsabilidades en tan largo tiempo y esclarecer ese caso antes de que les estallara en las manos?
¿Quién recibió ese dinero? ¿Es tan difícil saberlo?
La lentitud es pasmosa. Y las salidas que se dan no convencen a nadie.
Amado Yáñez contó con la complicidad de altos funcionarios de Pemex para defraudar a Banamex por cerca de 400 millones de dólares, y salió libre con siete millones 500 mil pesos que pagó de fianza.
¿Qué más pasó, aparte de algunas sanciones administrativas? Nada.
Como comentaba ayer Jorge Fernández en sus Razones, en 2014 Pemex compró una empresa de fertilizantes quebrada y otra semi abandonada, por la cantidad de… once mil millones de pesos.
Ambas empresas, que en 1990 ya habían sido privatizadas, operaban con pérdidas al momento de que Pemex las adquirió. Y siguen perdiendo. Pero con ello se “ayudó” a Altos Hornos de México y a Fabio Covarrubias a deshacerse de empresas quebradas… con cargo a Pemex.
Quinientos millones de dólares perdió Petróleos Mexicanos en esas operaciones, que la actual administración trata de revertir con la nada fácil tarea de volverlas a vender al sector privado y dejar de seguir perdiendo dinero con ellas.
Ándale Pemex. Compite con Exxon, con Shell, explora, extrae y dale dinero al fisco para sostener el gasto social. Imposible.
Los contratistas de Pemex, salvo honorables excepciones, han exprimido a esa noble empresa con la complicidad de funcionarios y directivos de Petróleos Mexicanos. Se la acabaron.
Y ahora la Secretaría de la Función Pública y la PGR se enredan eternamente para fincar responsabilidades por un caso de corrupción de 10 millones de dólares que se dieron a cambio de contratos inflados para Odebrecht en la ampliación de la refinería de Tula.
Diez millones de dólares no son nada en comparación con la sangría que la corrupción ha causado a esa empresa. Y para esclarecerlo tienen acceso a las declaraciones e indagaciones ministeriales de la Procuraduría brasileña. ¿No lo pueden solucionar?
Lamentablemente se echaron para atrás en el propósito de limpiar Pemex. Se habrían adelantado a los acontecimientos que de todas iban a reventar. Y ahora, a poner la cara. Así no se puede.