
Detienen en Juchitán a probable feminicida de Álvaro Obregón
Mi tío recibió cuatro tiros en su cuerpo curtido y no murió, pero le robaron su tierra.
A mí me quemaron mi cocina. Hoy sobrevuelan mi casa con su dron, intimidándome.
No hay justicia. Los malos se regodean con sus amenazas.
SEMANA SANTA
Este olor de cada año,
el olor de esta semana
es el olor de los nardos.
Veo caer al algarrobo cercano a mi casa,
no se pudo defender,
para él tampoco hay justicia.
El ruido de la máquina acelera mi respiración,
y eso me aleja y me acerca a mi ventana.
Acepto que tengo miedo,
miedo de que estén más cerca de mí.
La vida no es justa,
esta vez no avisaré.
Soy una mujer valiente, pero sin paz,
emocionada,
por momentos queriendo morir.
Me he roto los labios y rascado los ojos hasta sacar todas las lágrimas,
no soy capaz de arrancarles el corazón.
Ya no está mi Cristo de palma,
ardió con mi cocina.
Nos lo quemaron, dice mi madre.
Este jueves pondré solo las flores blancas del cacalosúchil que sembró mi abuelo.
Hoy no tengo ganas de nada,
solo tengo tristeza y recuerdos.
Sé por qué me gusta estar aquí
y no en otro lugar.
Estoy sola con mis incertidumbres,
mis inseguridades.
Aquí siento sus miradas,
aunque no están conmigo.
Cierro los ojos y les pregunto qué es lo que querían que fuera este lugar.
Cierro los ojos y veo a mis abuelos,
veo a mi abuelo Isidoro,
veo a mis abuelos maternos,
me abrazan fuerte.
Todo ha terminado.
Ave Pacheco