Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
Armando Ríos Ruiz | Perfil de México
CIUDAD DE MÉXICO, 21 de enero de 2018.- Si es idea de alguien, marcar las actividades proselitistas de José Antonio Meade, con la etiqueta “no levanta”, para influir en ese sentido, obedece a una percepción genial.
Sin embargo, creo que la expresión se debe casualmente a una observación de ciudadanos inteligentes, que se dieron cuenta rápidamente de que el aspirante carece de ciertas virtudes, necesarias en un político que pretende convertirse en presidente de México.
“¡No levanta!” Se escucha en múltiples lugares y se extiende hacia todos los rincones.
Seguramente el Presidente Peña Nieto no se dio cuenta y además no le dijeron, que hoy es un error presentar al futuro candidato a la Primera Magistratura con las pompas que ayer se acostumbraban, cuando los mexicanos aceptaban que el PRI era el partido hegemónico y por lo mismo, el vencedor de todas las lides políticas.
A lo mejor lo convencieron de que, presentarlo en esas condiciones sería un golpe mediático, que se esparciría a lo largo y ancho del país, para penetrar en la conciencia de los mexicanos como señal llena de la magia más pura, capaz de atraer seductoramente la atención hacia la figura de Meade.
La presentación del precandidato ocurrió exactamente como antaño, cuando el tricolor no tenía adversario. Faltó decir que estaban volcadas con su apoyo incondicional, las fuerzas vivas, la CTM, la CROC y otros organismos dependientes del instituto político, emanado de las mismas entrañas de la Revolución Mexicana.
Quienes tienen encima el polvo del verdadero México, repudian con mucha entereza esa actitud, al PRI y más que a éste, al que ejerce funciones de gran jefe del mismo. Evidencian que se necesita una pequeña dosis de sensibilidad, para percibir que una cantidad inmensa de mexicanos está en desacuerdo con la forma en que el país ha sido gobernado este sexenio.
Afirman muchos conocedores, que se trata del peor gobierno en nuestra historia. Ni siquiera comparable con el de Pascual Ortiz Rubio. Ni con el de Fox. ¡El peor!
Meade no es malo.
Las redes sociales, recargadas de conceptos peyorativos a su figura, gracias al PRI y más que nada a Peña Nieto, cuya imagen ven los mexicanos en la cara del ex secretario de Hacienda, lo convierten en uno de los peores.
La gente ve en el rostro del candidato, el del Presidente de México.
Definir la sensibilidad es fácil. Pero no es tanto, si definirla entraña una actividad, como las artes o la política.
Entonces, la definición de vuelve filosófica y hasta científica. ¿En qué puede contribuir aceptar en las filas del tricolor, figuras como las de Javier Lozano, ex priista, ex panista y ahora otra vez vuelto al Revolucionario Institucional? La gente opina que sólo al desprestigio.
¿En qué puede coadyuvar a levantar la figura de Meade, alguien como Luis Enrique Miranda, ex titular de Sedesol, como delegado especial del PRI en Chiapas, cuando tiene una fama ganada con galardones de oro, de fatuo, engreído, “mala madre”, limitado, presuntuoso; como aquél que presumía ser como el águila porque volaba demasiado alto?
¿No se trata en ambos casos de desatinos descomunales? ¿Los consejeros? Bien, gracias. Deben cobrar mucho por un trabajo que a lo mejor hacen, pero en oídos que, aunque oigan, no escuchan. En una mente que, aunque capte, no comprende.