Economía en sentido contrario: Banamex
La imagen es dantesca y premonitoria. Al centro de un yermo agrietado por la resequedad, se observa el casco de una larga embarcación abandonada, apuntado por la proa y la popa se notan los restos de dos automóviles totalmente carcomidos por el óxido y la ya inexistente corriente. Es la presa del Cuchillo en el sediento estado de Nuevo León, seca y sin asomo de agua.
Los meses se acumulan, y las lluvias llegan a cuenta gotas al norte del país, salvo en Sonora donde los fuertes aguaceros se han traducido en inundaciones, pero, aun así –y en plena época de lluvias y huracanes—los cuerpos de agua no se llenan y registran descensos históricos.
El fenómeno no es sólo de México, lo padece el poderoso vecino del norte, con quien disputamos las aguas de los ríos que nos dividen. Mientras que desde China se informa que, el país más poblado del planeta, vive la más grande de las sequías.
Se soslaya y se evade hablar y debatir sobre el tema. Su captación, almacenaje, manejo y distribución para el consumo humano y la riega de los cultivos son todo un desafío. El tema es complejo y afecta al mundo. El cambio climático es un hecho y pocos gobiernos se atreven a abordarlo a fondo. Dependemos aún de los combustibles fósiles y es mejor mirar para otro lado y extraer petróleo y carbón de las entrañas de la tierra.
Hoy me remito a los datos dados a conocer durante el foro Soluciones a Favor del Agua en México, realizado por un conocido diario de circulación nacional, en el que participaron académicos y autoridades de los tres niveles de gobierno.
Así nos enteramos que el país “enfrenta una de las sequías más severas de su historia, siendo el Norte una de las regiones más afectadas”. Que, aunque ya lo sabíamos, resulta conveniente insistir e insistir, hasta lograr una conciencia colectiva.
Con base en las cifras de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), ocho de los 32 estados del país sufrieron durante julio una sequía entre extrema y moderada, como es el caso de Nuevo León, Baja California, Chihuahua y Sonora.
Ante dicho panorama –y que el mismo gobierno federal no ha tomado en serio—los académicos advirtieron que las condiciones de sequía seguirán en aumento y que el país podría enfrentar una crisis hídrica si el sector público, así como el privado, no adoptan nuevas soluciones para mitigar la escasez de agua.
Los estudiosos participantes en dicho acto fueron: Eduardo Vázquez, director ejecutivo de Agua Capital; Jorge Arriaga, coordinador ejecutivo de la Red del Agua UNAM, y Raúl Rodríguez, presidente del Consejo Consultivo del Agua, así como el químico Luis Manuel Guerra.
Guerra explicó que la situación de la sequía es “un fenómeno que está ocurriendo a nivel mundial a consecuencia del cambio climático, el cual está alterando los patrones de lluvia y aumentando la probabilidad de sequías, lo que se suma a la inequitativa distribución del líquido y a la falta de inversión en infraestructura hidráulica y políticas públicas”.
Por su parte, Eduardo Vázquez planteó que «para una seguridad hídrica se necesitan cinco elementos: promover eficiencias, temas de gobernanza, gestión integral de los recursos hídricos, desarrollo de tecnologías y la participación social».
A su vez, Raúl Rodríguez señaló que para solucionar la escasez de agua no se deberían buscar «falsos responsables», sino enfocarse en buscar alternativas de solución en conjunto. Informó que, desde marzo pasado, los industriales del norte del país se acercaron al Organismo de Agua y de Drenaje de Monterrey para ceder de manera temporal parte de sus volúmenes de agua para el uso doméstico, además de acordar el manejo del agua residual de manera conjunta.
En Nuevo León la falta de agua los ha hecho cobrar conciencia de la importancia del vital líquido. No ocurre lo mismo en otras de nuestras grandes ciudades donde se registran desperdicios, fugas, altos volúmenes de extracciones por actividades industriales, como es la minería, que no sólo malgasta el recurso, sino que lo devuelve contaminado.
En dicho foro, Jorge Arriaga, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) consideró que otra manera de reducir los riesgos es el mantenimiento e inversión en infraestructura hidráulica, en la cual se contemple una combinación de perspectivas y panoramas sobre cómo se plantean estas obras y su impacto al ambiente.
Propuso que para lograrlo “se requiere un buen presupuesto público, que permita darle, primero, mantenimiento, recuperar aquella que está abandonada y construir la que se requiera Además de invertir en la protección de las fuentes, a través de soluciones basadas en la naturaleza para garantizar la seguridad hídrica a largo plazo».
Los estudiosos del tema concluyeron en que tanto actores públicos como privados deben reconocer que México vive una crisis hídrica y que es una realidad que se debe enfrentar desde nuevos esquemas.
Bastaría con que entendiéramos que el cambio climático amenaza nuestra existencia como especie en el planeta.