Economía en sentido contrario: Banamex
En una colaboración pasada escribí sobre una de las herencias del museo del horror nacional que para documentar nuestro pesimismo es una colaboración más del “ingenio” oaxaqueño en uno de sus personajes característicos del otrora partidazo único que el y sus mejores alumnos y aprendices la potenciaron hasta el infinito y más allá de tal manera que en esta segundo remix del nacionalismo revolucionario, forma parte indispensable del discurso del grupo en el poder de la administración del bien público y que de no realizarse, la tribuna siente que el ceremonial más significativo está mocho.
A las persistentes prácticas instituidas por el partido oficial octogenario hasta hace poco tiempo de cargar al bebe o infante de ocasión, los baños de pueblo en taquerías, garnacherías y todo aquello que “como nunca o inéditamente se hacía” al menos en las campañas políticas, se fueron agregando verdaderos rituales acomodados como escenografías “indígenas” hoy llamadas eufemísticamente originarias.
En el segundo aire de esta corriente ideológica tan nuestra de enaltecer y endiosar el pasado indígena, las ciencias sociales en especial la antropología social han jugado un papel definitorio como en las mejores épocas de su surgimiento en tanto disciplina científica creado a modo de los países y naciones sobre todo europeas, para diferenciarse y tratar de justificar su avasallamiento a los pueblos diferentes que hoy día siguen representando la otredad, los que permanentemente tienen que ser impuestos a la buena nueva de occidente y que en ese contexto esos pueblos han creado movimientos, ideologías, creencias, mitos y también formas diferentes de resistencia y emancipación del dominio imperial de los que consiguieron imponerse primero por la fuerza,luego por la religión, sus leyes, instituciones y formas de organización social que hoy a pesar de los traumas y resentimientos heredados, forman parte indisoluble de mestizajes y conformación de las identidades nacionales.
Sin embargo, el pegamento que representan los nacionalismos en contraposición de la globalización que todavía experimentamos, se han venido fortaleciendo en los últimos años en distintos países y latitudes que conforman regímenes populistas tipificados de derecha o de izquierda con personajes contra sistema como Erdogan en Turquía, Trump en Estados Unidos, Evo Morales en Bolivia, Bashar al Asad de Siria o recientemente en México.
Estos regímenes y movimientos sociales que caracterizan a diferentes países tiene entre otras características y consecuencias el cierre de sus fronteras en lo comercial, lo migratorio, lo financiero y en especial en lo ideológico en que las supremacías raciales, de color, del man himself y de pasados gloriosos y únicos que nutren, robustecen y practican exclusión, intolerancia a los diferentes por medio del poder, de la tergiversación de las leyes cuando no la franca represión y persecución de quienes piensan diferente. En México, estas prácticas han encontrado su natural ejercicio en la exaltación, deidificación y sublimación del pasado indígena en contraposición a lo que identifica como el enemigo histórico, los conservadores, los ricos, los poderosos, los opositores, los criollos, los de origen inmediato extranjero, así como los que se hayan formado en escuelas privadas y sobre todo en universidades extranjeras de prestigio científico y académico internacional.
En este tenor la parafernalia armada casi perfectamente en un show kitsch y mediático para la tribuna, destacan las ceremonias de limpia, bendiciones, supuestas oraciones y peticiones de permisos y buenaventuras a los puntos cardinales y a “la madre tierra” para aquellos que han logrado por medio del voto de la mayoría que emiten sus sufragio, los puestos de representación popular en los ejecutivos de los tres órdenes de gobierno con un guion que pareciera tener que seguirse al pie de la letra y que culmina para contribuir a la folclorización y sobre todo a la manipulación de los símbolos como el bastón de mando que como parte del servicio comunitario en los Pueblos y Comunidades son dados en custodia por quienes por decisión de sus asambleas tienen que representar, defender y cuidar el bien colectivo en tanto miembros de la colectividad y como práctica de la comunalidad entre iguales.
Por el servicio público, profesional y de vida he podido ver cómo esta práctica deleznable, atentatoria y etnocida que al menos en la ley de Oaxaca es un delito, se fue enraizando al punto que se obligó a las autoridades comunitarias y tradicionales ante la visita de los gobernantes externos que lo entregaran lastimosamente no sin que al inicio se dieran resistencias y que fueran controladas a fuerza de amenazas y presiones sobre todo en el tema presupuestal para los de suyo empobrecidos Pueblos y Comunidades a expensas de la dádivas y el clientelismos de los gobiernos.
Gerardo Garfias Ruiz