Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 2 de julio de 2018.- El presidente, Enrique Peña Nieto pactó con Andrés Manuel López Obrador entregarle la bancada presidencial y las llaves del Palacio Nacional, el 1 de diciembre próximo.
Desde luego que eso no tiene nada que ver con la gran cantidad de votos que acumuló el tabasqueño para obtener la victoria, pues los casi 23 millones de sufragios que lleva hasta ahora, no se los dio el presidente Peña.
Sin embargo, está claro que Peña Nieto no quiso, o no pudo, apoyar al candidato del partido que lo llevó a Los Pinos en 2012, más bien lo dejo a su suerte cuando más lo necesitaba.
Lo más extraño es que Peña Nieto haya metido las manos para designar a José Antonio Meade, candidato del PRI, sin ser priísta; ponerle el equipo de campaña y comprometerlo a competir con todo su empeño, para al final dejarlo a su suerte.
Meade va a terminar en el tercer lugar de una competencia electoral que se suponía podría ganar con la estructura del partido que lo postuló, muy por debajo de López Obrador y con una desventaja importante frente a Ricardo Anaya.
Cualquiera dirá que la ola que traía a López Obrador era incontenible, que nadie la podía detener y tienen razón, pero eso no quita que Peña Nieto le echó la mano para que su popularidad creciera.
Hoy López Obrador tiene en las manos un gran poder, pues no solo ganó por amplio margen en todo el territorio nacional, pues ganó en 31 de las 32 entidades del país, sino que, además, tendrá una mayoría absoluta en el Congreso de la Unión.
Mucho tendrá que agradecerle por eso a Enrique Peña Nieto, quien hizo todo lo que estuvo a su alcance para despedazar al PRI, a tal grado que muchos ya están anunciando la desaparición de ese instituto político.
Ahí queda como víctima del acuerdo de Peña Nieto con AMLO, el inocente José Antonio Meade, quien creyó en la promesa de que sería apoyado por su amigo el Presidente, quien por añadidura lo obligó a presentarse a temprana hora a reconocer su derrota.
La otra víctima es el todavía presidente del CEN del PRI, René Juárez Cisneros a quien pusieron para que “cargará el muertito” que ya venía, o como dicen los clásicos, para que como buen político “tragara sapos sin hacer gestos”.
Habrá que ver si los priístas son capaces de levantarse de este demoledor golpe que les asestó Peña Nieto, quien no se conformó con hacer un gobierno de complicidades, corrupción y pactos, sino que culminó su obra con la destrucción de su partido.
El pulso.- Por cierto, el PRI volverá a ser la tercera fuerza política en el Congreso de la Unión, detrás de Morena y PAN, tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados y tendrá que convertirse en el contrapeso necesario para que no caiga el gobierno de López Obrador en la tentación del autoritarismo
* El único Estado en el que ganó el PRI las dos posiciones en el Senado, fue Yucatán, en donde la dupla de Jorge Carlos Ramírez Marín y Verónica Noemí Camino Farjat, se impusieron a los panistas. Eso confirma que fue un error haber sacado de la jugada por la gubernatura a Ramírez Marín.