Obispos de México: Un nuevo horizonte
Sin desperdicio las entrevistas contrastadas de Roberto Zamarripa en Reforma. Mario Delgado, Santiago Creel y Beatriz Paredes. Tres puntos de vista diferentes, resultado no sólo de partidos o posiciones distintas, también de trayectorias. Paredes Rangel es una digna sobreviviente de la debacle del PRI, de izquierda como se llama a sí misma, y que ha actuado en consecuencia especialmente para ver por la gente del campo.
Santiago Creel es otro sobreviviente. Su buen juicio y sensatez han servido a la causa del PAN. Luchador desde la sociedad civil por la transición democrática, consejero electoral del IFE en tiempos cruciales para la institución, abogado de prestigio y Secretario de Gobernación en los inciertos momentos de la primera alternancia. Preside la importantísima comisión política del PAN y es figura relevante en su representación en la Cámara.
Por Mario Delgado hablan sus actos. Sus palabras carecen de la sustancia de otros dirigentes de la 4T. Se esfuerza en hacer el caso como partido gobernante y justificar decisiones muy polémicas, su referencia es la gente, ni siquiera el pueblo; elude hablar de reglas e instituciones que posibilitan y dan sustento a la participación popular. Sus malquerientes en la propia organización lo han disminuido. No es el líder seguro y con claridad del momento y del destino que se requiere con miras a la sucesión presidencial. Al igual que tantísimos otros en el entorno del Presidente no aporta; se somete y abunda en lugares comunes. Como sucedía con los dirigentes del PRI, casi siempre. Se actúa para administrar el poder, no para representar a la sociedad o a parte de ésta.
Hay que decir que la posición de Delgado es la más incómoda. Sus márgenes para decir lo que piensa se estrechan por ser regente del partido gobernante y por el acoso del fuego amigo. Morena debe pensarse en el futuro sin López Obrador; no hay vida institucional, no hay proyecto -salvo generalidades-, no hay un horizonte que dé cohesión al proyecto político, como se advierte en las palabras de quien formalmente lo dirige. Confundir el uso opaco y discrecional de encuestas con democracia es la medida del extravío de Morena.
Las entrevistas revelan que la política partidista ha dejado de fluir sobre premisas programáticas o ideológicas; lo electoral se sobrepone, ganar como fin en sí mismo y no como medio para la realización de lo que se propone y justifica al partido. Así sucede cuando desde el mismo poder se celebra y aplaude el propio actuar; sin autocrítica lo único que queda es el continuismo, más de lo mismo pero sin López Obrador. Por su parte, Creel y Paredes, sus visibles diferencias ideológicas se disuelven a partir del temor de la involución democrática del país. En otras palabras, hay convicción de que las instituciones de la democracia están amenazadas por el hiperpresidencialismo vigente, acentuado con la secuela de la derrota presidencial para concretar su reforma constitucional del sector eléctrico. Este sentido de amenaza compartido da base para una coalición opositora. Crucial que Movimiento Ciudadano participe de esta voluntad.
Interesantes las expresiones de la ex dirigente del PRI sobre la imposibilidad de que la oposición no alcance sonoridad en la actual coyuntura frente al apabullante protagonismo mediático de López Obrador. Todavía más su razonamiento sobre el pensamiento único, esto es, la descalificación del Presidente y de los suyos de cualquier expresión que no se allane a su proyecto, ahora al extremo de señalarles como traidores a la patria, expresión con un fuerte tufo fascista y de inaceptable intolerancia.
Queda claro que el grupo gobernante se ha instalado en un pensamiento de guerra por su extraviada convicción de que están viviendo una revolución. Este es el tema de mayor peso para el futuro de la democracia, esto es, que los actores resuelvan someterse a los límites que la institucionalidad imprime. Bajo esta idea es sumamente preocupante la competencia por la presidencia de 2024. La revolución no da para la tolerancia, sí a la destrucción y a la imposición, nunca a la coexistencia civilizada.