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Consejo de la “caricatura”, Servil al Gobierno
La X en la Frente
OAXACA, Oax., 29 de junio de 2017.- Recuerdo, con dejo de nostalgia, mis primeras Guelaguetzas, mis primeros Lunes del Cerro.
Pocas cosas han permanecido intactas y siguen siendo ritual obligado. Pero las más desaparecieron. No voy a decir si para bien o para mal, porque es tema de debate que crispa ánimos y los oaxaqueños ya no estamos para más desencuentros con ropajes de libertad y tolerancia.
El primer ritual, el más representativo: la subida por las escalerillas que inician en la calle de Crespo, exactamente al lado de mi segunda Universidad (aunque ya sin árbol).
Una odisea. Para algunos, un desafío al corazón como órgano del cuerpo, no como condominio de saldos siempre negativos.
¿Cuántos escalones eran, cuántos escalones son ahora?
Las polémicas, sospechosas y sistemáticas obras públicas que permitían accesar de manera diferente a la explanada del Auditorio Guelaguetza, quién sabe en cuántos nos los dejaron, sin contar, si existe alguno, en aquel baño de la cohorte, de cuyo precio ya no quiero ni acordarme. Nada más ni nada menos, que Dubái se integraba,-juega mi imaginación-, participa con sus mingitorios y retretes en los Lunes del Cerro.
El asunto central es el cambio.
¿Qué cambia? ¿Cada cuánto cambia lo que los abuelos contaban y de lo cual fui privado?
Debió haber existido un tiempo donde las escalerillas permitían, como reflejo peatonal de esta hermosa ciudad, trazada por Alonso García Bravo, más celeridad en el anárquico subir y bajar.
Poco a poco aparadores sin cristal de un lado y del otro.
Esta vez no iré. En la TV no se puede ver. Tal vez tenga que pasar algunos años ausente, para, después, verla de manera diferente y volver a sentir lo que en su tiempo sentí cuando con la Princesa Donají, las luces rompían el cielo.
Hoy, no queda un solo centímetro entre chachacual y chachacual. Lo curioso ¿sabe -amable lector- qué es? Que los oaxaqueños vamos a los lunes del cerro a ver que hay; a ligar; No importan los sones y jarabes mixes, por cierto magistralmente adaptados e interpretados por Noesis de Huajuapan.
Entre chachacuales y marchantes, el tianguis es parte ya de nuestra tradición; tradición que comienza a usar los codos. Es el ingreso más cómodo. ¿Llevar coche? Inténtelo. De 45 minutos en subir, como dice más o menos, la presentación de la Delegación de Tuxtepec, aunque la bajada es más rápida, nuestra fiesta se prolonga en el tiempo de cuando en cuando.
Al menos yo, no he tenido noticia de algún ejercicio demoscópico que, con verdad, (por aquello de las encuestas chairas) quienes llenan las presentaciones de la Guelaguetza. Al menos la primera: oaxaqueños, turistas nacionales, turistas internacionales.
Estos dos últimos vienen a hospedarse, a probar el mezcal, los moles, las tlayudas; van a ir a Mitla y a Monte Albán, van a viajar a las playas y harán Ecoturismo.
Oaxaca está superando el turismo mochilero y llegan los dólares, euros, libras esterlinas. En medio de la temprana configuración de un nuevo paradigma mundial, está Guelaguetza 2017, será histórica y seguramente hay anuncios guardados.
Lo cierto es que, a mi parecer, se ha tenido con la Guelaguetza, al menos simbólico, un ensayo impecable de la tercera vía, de socialdemocracia.
El elixir de nuestro Oaxaca profundo convertido, no en un teatro, no en un circo, no en “una trampa del neoliberalismo para lucrar con el hambre y la miseria del pueblo”.
Los visitantes quieren ver con sus propios ojos la maravilla que les han contado y recomendado; y las delegaciones compiten por ganar el mayor número de aplausos.
Quieren ir a Japón, a China, a todos lados (menos a Estados Unidos) a presumir nuestra riqueza cultural que aportan considerables dividendos a las arcas de un estado que no recauda.
El sincretismo de esos pies con memoria, que es parte de nuestro patrimonio cultural intangible, lograron convertirse en patrimonio material.
A riesgo de equivocarme diré que en el Patrimonio Cultural Intangible y nuestra Historia de Bronce, está la clave de nuestra reconciliación.
Sin ambages, sin simulación, sin traductores sociales de ese Oaxaca Profundo y con toda la voluntad de gobierno; filántropos seguros de que su dinero, como ha sido, deja huella en Oaxaca y los oaxaqueños; e intelectuales, pero los de a de veras, la utopía es posible.
Poner todo lo que nos une, por encima de lo que nos hace pelear.
Palabras clave: voluntad y desinterés.
Oaxaca no recauda, no cosecha, no tiene industria, tiene un incipiente comercio.
Hay que sacar, señor gobernador, las ventajas comparativas que cómo se está haciendo con La Guelaguetza, que las energías limpias, el sector hotelero, detonen nuestro potencial y exploración hacia otras actividades económicas, sustentables, siempre sustentables.
La Guelaguetza es la fiesta cultural más importante de América Latina, orgullo cultural e importante su aporte de las finanzas públicas.
Que dónde otros veían cuánto entra a Taquilla, hoy le digan al pueblo en un ejercicio de comunicación política, cuánto ingresó a las arcas y para qué lo vamos a ocupar; para devolverle el prestigio a la política.
Oaxaca no puede seguir viviendo solo del turismo.
Mientras, aquí están los turistas que agotaron todas las entradas; y nosotros los oaxaqueños, seguimos formándonos horas para regresar el tiempo; recordar cuando se cosechaban las azucenas y cuando la velaria: ni pensarlo.
Hoy con el tercio de velaría que tenemos, protagonistas cada vez más mestizos y comités de autenticidad, más voraces, Oaxaca está de pie.
Y la Guelaguetza (a prueba de todo) más viva que nunca.
¡Felices fiestas!
@moisesmolina