
De la misma manada
CIUDAD DE MÉXICO, 17 de octubre de 2017.- ¿Imaginan un proceso electoral sin la participación de las mujeres?
Hasta hace 64 años esa era la realidad en México. Las mujeres no tenían derecho a votar. Mucho menos a ser candidatas. Así era en esa época en todo el mundo.
Durante el siglo 20 las mujeres lograron el derecho a votar en la mayoría de los países.
En México plantearon este derecho durante la Revolución. Pero, al redactar la Constitución de 1917, los revolucionarios le quedaron mal a las mujeres. El sufragio efectivo de Francisco I. Madero fue solo masculino.
Años después, entre 1923 y 1925, Yucatán, Chiapas y Tabasco reconocieron el derecho a votar de las mujeres, siendo las primeras entidades federativas en hacerlo.
A nivel federal, la primer iniciativa presentada al respecto fue del Presidente Lázaro Cárdenas, en 1937. Se aprobó, pero no fue promulgada.
En 1947 el Presidente Miguel Alemán presentó una iniciativa que reconoció el derecho a votar de las mujeres en elecciones municipales.
Fue a mediados del siglo cuando se logró el sufragio femenino para todas las elecciones en todo el país. El Presidente Adolfo Ruiz Cortines retomó la iniciativa del General Cárdenas, logrando su aprobación el 17 de octubre de 1953.
Hoy no podemos imaginar un proceso electoral sin mujeres, en las casillas y las boletas. La participación de las mujeres en los procesos electorales enriquece la vida pública de nuestra sociedad. Más claro y contundente: las mujeres son parte de nuestra nación y el país también les pertenece.
Cuando se reconocen derechos de sectores que no los habían ejercido, también resultan beneficiados quienes habían detentado su monopolio. Así que, además de ser un acto de justicia, el reconocimiento del sufragio femenino es uno de los actos fundamentales en la evolución de México.