Dos meses de huelga, miles de asuntos pendientes
CIUDAD DE MÉXICO, 29 de agosto de 2018.- El tiempo, implacable, terminó por dar la razón a Felipe Calderón y a Enrique Peña.
Los dos presidentes, en su momento, fueron crucificados por el PRD y Morena –respectivamente–, en la utilización del Ejército y la Marina para contener la violencia y el crimen.
En los dos casos, el PRD y Morena emprendieron mentirosas campañas para desacreditar el trabajo de los dos presidentes, en cuanto a la lucha contra el crimen y la violencia. Y en los dos casos la sociedad se tragó el cuento durante más de diez años.
Hoy, a más de una década de esas campañas de descrédito, el jefe del PRD –entre 2006 y 2013–, y dueño de Morena –desde 2013–, terminó por reconocer que no resulta viable sacar al Ejército y la Marina de las calles en lucha contra el crimen.
Y, ante la terca realidad, el Presidente electo debió reconocer lo que siempre se dijo aquí y en otros espacios; que era imposible y mentirosa la promesa de sacar al Ejército y la Marina de la lucha contra el crimen, porque esas instituciones son el último reducto de contención del Estado y porque las policías federal y estatales son insuficientes y, en muchos casos, son policías corruptas.
Lo curioso es que no existe una sola voz capaz de reconocer que Peña y Calderón tenían razón y que el problema del crimen organizado y la violencia no está en la permanencia o no del Ejército y la Marina en las calles.
Y, claro, menos aparecen voces capaces de una disculpa o del perdón a los expresidentes, a pesar de la furiosa campaña de engaños y difamación.
Y, si hacemos un poco de memoria, recordaremos que la prensa militante a favor de López Obrador insultó a Calderón en todos los tonos porque el panista insinuó que contra el crimen organizado y el narcotráfico el Estado debía emprender una verdadera guerra. No había otra alternativa que recurrir al Ejército y la Marina Armada.
Más, la campaña contra el panista incluyó la recolección de firmas para llevar a Felipe Calderón ante la ONU, dizque acusado de delitos contra la humanidad. ¿Qué dicen hoy –cuando el tiempo le da la razón a Calderón–, los locuaces promotores de esa iniciativa? ¿Dónde quedaron el insulto, la difamación y la calumnia? ¿Harán lo mismo contra el Presidente López?
Pero en el caso del aún presidente Peña los insultos fueron mayores. ¿Por qué? Porque el mexiquense fue más allá al incorporar las funciones de la otrora Secretaría de Seguridad Pública en un nuevo esquema que pretendió mayor eficiencia.
Al final, ni Calderón ni Peña solucionaron la creciente violencia producto del crimen organizado y el narcotráfico. ¿Por qué no lo lograron?
Porque el problema no está en la participación del Ejército y la Marina; el problema está en la irresponsabilidad de autoridades municipales y estatales, que se lavan las manos ante la violencia y el crimen.
Lo cuestionable es que, a querer o no, el de Obrador será otro gobierno marcado por la violencia y el crimen.
La pregunta es si los aplaudidores dirán que “son los muertos de López”.
Al tiempo.