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CIUDAD DE MÉXICO, 21 de abril de 2020.- De repente a mitad de la noche, mis primos estaban esquivando balazos de un grupo de invasores. Gente que se siente con el derecho para entrar a propiedad privada y echar abajo obras totalmente legales; y todo porque no hay una autoridad con la capacidad de evitar ni de detener, estos actos criminales.
El pasado domingo 19 de abril –omitamos decir que era un domingo cualquiera, más en este México golpeado por virus y vacíos – a las 10 de la noche, miembros de una organización de “barzonistas” entraron al rancho de mi tío, Joel Francisco LeBarón Soto, para realizar destrozos y evitar la electrificación de un pozo de agua. Obra que cuenta con absolutamente todos los permisos.
No son pocos los videos que han salido a la luz. En uno de ellos se ve a un grupo de abogados pretendiendo dialogar –inútilmente- con los invasores. Documentos en manos fueron agredidos, e irónicamente, retirados de la escena.
De nueva cuenta, la familia se enfrentaba a la inacción de las autoridades, a la arbitrariedad de grupos de interés y ante las omisiones de un “Estado de Derecho” que no garantiza justicia, incapaz de defender la libertad y sobretodo, con lentos reflejos para cuidar la vida.
El Racho La Mojina fue el escenario para recrear el México que duele, el de la impunidad y donde la gente buena es la que debe temer por su integridad. Lo más preocupante es que no es un caso ajeno ni aislado, y cualquier mexicano está expuesto.
Los agredidos eran además de familia, trabajadores, vecinos, mujeres, niños y todos fueron amenazados de muerte. Ese día, un grupo de personas, motivados por extraños intereses particulares, violaron el derecho a la propiedad privada sin ningún temor a represalias. A ellos que viven en la impunidad, poco les debe importar la acción de la justicia.
La exigencia de mi familia frente a este problema es simplemente “respeto”. Ese rancho tiene muchos años, los mismos en los que ha habido gente que quiere apropiarse de lo ajeno, y siempre con la injuria por delante. El rancho tiene más de 10 denuncias en contra por daños y ni una sola ha avanzado, ninguna ha procedido en las instancias legales.
Sin embargo, hoy ha quedado demostrado que no existen las condiciones para solicitar ayuda del gobierno del Estado, en un claro arranque de mitomanía, el fiscal estatal ha declarado que llegaron al lugar de los hechos de manera oportuna, situación que es totalmente irreal y que ya raya en una ofensa crónica, en contra de nuestras víctimas.
Ante esto, no es de extrañarse que solicitemos la ayuda de las autoridades norteamericanas, y del Buró Federal de Investigación de Estados Unidos (FBI, por sus siglas en inglés). Pareciera que algunas autoridades sólo responden ante la presión internacional.
Nos sentimos vulnerables y las opciones se agotan, pareciera que nos quieren orillar a tomar la decisión de auto defendernos. Pero ¿realmente se podría culpar a algún mexicano por defender a su familia y patrimonio, cuando los responsables los han abandonado?
Queremos conocer en dado caso, las reglas del juego. ¿Cuándo la omisión se volvió la bandera de su actuar, y en qué momento apostaron al olvido para defender su “eficacia”?
¿Y en qué marco se dio este enfrentamiento?:
El domingo fue el día más violento del 2020 con 105 homicidios. La epidemia del Coronavirus irá cediendo, pero una vez que baje esa marea, el gobierno deberá revisar la fuerza con la que los criminales intentarán reposicionarse. Deberán leer los claros mensajes que deja la temporada: un Presidente indultando moralmente a criminales, y estos grupos, llenando los vacíos del gobierno, repartiendo despensa, que mitigan el hambre un día, para sembrar la hambruna más despreciable y longeva.
Mis primos esquivaron las balas. A centímetros de sus cabezas y de engrosar las estadísticas de violencia. Hoy lo platicamos enojados; pero la indignación se acumula, y es la misma que padecen millones de mexicanos todos los días.