Diferencias entre un estúpido y un idiota
OAXACA, Oax., 1 de noviembre de 2017.- Una noche las bolas de lumbre que surcan el cielo de mi pueblo, me arrastraron entre las nubes como arrastra la yunta una vaca muerta de enfermedad para ir a tirarla al arroyo.
Me arrastraron entre las nubes toda la noche, y al otro día me dejaron botado en la loma larga.
Amanecí tieso: aserenado, espinado, con un chingo de aguates en el cuerpo. Como si entre las nubes hubieran güizaches, rompecapas y mala mujer.
Era el mero día de Todos Santos.
Cuando desperté se escuchaba a lo lejos la aulladera de perros. Mero a esa hora estaban llegando los difuntos.
Me di cuenta de que las bolas de lumbre jugaron conmigo y me botaron en la loma, para que yo me espantara con los difuntos.
Lo que no sabían las bolas de lumbre, es que en este pueblo cuando regresan los difuntos todos nos morimos para que se ponga buena la fiesta.
Aquí morirse es cosa de todos los días, pero también de cada año.
Y ya que estamos difuntos le entramos con ganas al mole de guajolote, al chocolate, al pan y a la calabaza.
En Todos Santos nadie quiere estar vivo.
Capaz que si estamos vivos nos espantamos.