Respuesta a la violencia e inseguridad
OAXACA, Oax., 25 de marzo de 2018.- Parafraseando un viejo lema socialista, podemos afirmar que un nuevo fantasma recorre todo nuestro país: el fantasma de la corrupción.
El fenómeno ha invadido todo nuestro ser nacional que ha obligado a todos los candidatos a la Presidencia de la República tomar cartas en el asunto.
La pregunta que debemos hacernos es ¿quiénes son los corruptos? Desde luego no toda la población es corrupta, sólo lo son las personas que tienen autoridad política y manejan recursos públicos.
Una persona que no está en esta condición de ninguna manera puede ser corrupta, puede ser una persona indecente, inmoral, delincuente, mal ciudadano cuando ofrece una “mordida” a un agente de tránsito pero de ninguna manera es corrupta, el corrupto, en su caso, es el agente de tránsito, pues tiene autoridad y utiliza recursos públicos.
La segunda cuestión que nos podemos hacer es ¿por qué la autoridad y el servidor público que maneja recursos públicos son potencialmente corruptos? La primera respuesta que podemos hacer es que está en la naturaleza del ser humano la posibilidad de la corrupción.
El ser humano es corrupto por naturaleza, a diferencia de los animales que no lo son, el ser humano es el mejor depredador de la naturaleza y de su especie.
Sin embargo, el hombre solo no puede ser corrupto, necesita del otro, de los otros. El hombre es potencialmente corrupto en asociación, en sociedad, en Estado.
Sólo en asociación aflora el poder corruptor del hombre, en la soledad es imposible la existencia del fenómeno. En asociación se materializa y se reproduce la corrupción.
Si esto es así, surge la tesis de que para acabar con la corrupción tenemos que crear y recrear una asociación, una sociedad, que haga imposible la existencia de la corrupción.
Si son el tipo de las relaciones sociales que hacen posible la proliferación de la corrupción, será necesario acabar con estas relaciones sociales corruptoras por otras que nulifiquen la posibilidad de la existencia de la corrupción.
Luego, entonces, aquellos candidatos que ofrecen acabar con la corrupción mediante la idea de creación de instituciones administrativas autónomas, procuradores impolutos, honestos, es sólo parte del problema, pero no es la solución.
Será necesario, para acabar con la corrupción, la formación del nuevo hombre, por ende, de nuevas relaciones sociales, de nuevas instituciones políticas y de una nueva educación cuya base sean valores que no fomenten las peores cualidades del ser humano. Las mejores virtudes humanas son requeridas para el combate a la corrupción.
Si el ser humano puede ser creado y recreado en la sociedad, será posible la construcción de una nueva sociedad que no haga florecer las debilidades humanas y exalte por el contrario sus virtudes cívicas.
Necesitamos de una nueva forma de asociación política, de un nuevo Estado, de mejores formas de gobierno y administración, de leyes adecuadas, de instituciones que fomenten las virtudes cívicas, vivir en una democracia republicana, solidaria, bajo el imperio de la ley y no de las pasiones y de la voluntad intransigente.
La creación de la nueva sociedad y del nuevo hombre está en el camino de la lucha en contra de la corrupción, de otra manera, todo lo que pueden ofrecer los candidatos es un engaño, una vil mentira como diría el monje loco.
Una sociedad como la capitalista que fomenta el egoísmo, la individualidad, la competitividad entre sí, la falta de humanidad, será imposible erradicar la corrupción. En sí mismo este sistema es altamente corrupto y corruptor.
Tampoco el socialismo realmente existente erradica la corrupción, al contrario la fomenta. Existen experiencias en nuestro bello Oaxaca que limitan al máximo este flagelo humano, nos referimos a las comunidades indígenas y a su filosofía de vida y de organización social: la comunalidad.
Según se sabe, en estas comunidades y en sus gobiernos, la corrupción no es un vicio ni factor general, existe en donde los lazos comunitarios han dado paso a relaciones contrarias a los valores de solidaridad y de cooperación.
Entonces es posible la existencia de asociaciones humanas que limitan al máximo este fenómeno, hay esperanza pues que será posible la construcción de sociedades no corruptas.
En el escenario inmediato de nuestro país pueden existir esfuerzos loables para disminuir el fenómeno, administrarlo a niveles tolerables, pero mientras no se plantee un cambio de régimen social, económico, político, educativo y cultural, que hace posible la corrupción, el fenómeno seguirá estando y siendo parte de nuestro ser nacional.
Todo lo que se haga, sino implica, este cambio, será inútil e improductivo, la llegada de tal o cual partido sólo será gatopardismo.