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El clérigo mirando la luna
OAXACA, Oax., 2 de septiembre de 2016.- Un día como hoy, pero de 1973, murió John Ronald Reuel Tolkien, profesor, lingüista, filólogo, poeta, escritor y autor de una de las sagas más representativas del género High Fantasy, o fantasía épica: El Señor de los Anillos.
Muchos recordarán a Tolkien como un nombre perdido entre los créditos de las dos trilogías cinematográficas de Peter Jackson, El Señor de los Anillos y El Hobbit; no obstante, Tolkien en su tiempo se convirtió en un parte aguas del género fantástico.
Previo a sus obras, autores como Mary Shelley (Frankenstein, 1818) y H. G. Wells (La Guerra de los Mundos, 1898) habían escrito novelas en las que en el mundo real un único elemento fantástico era introducido, género que fue conocido después como Fantasía (Low Fantasy); sin embargo, Tolkien creó un universo totalmente fantástico, en el que los elementos mágicos eran percibidos como algo real, convirtiéndose en uno de los pioneros en el género de Fantasía Épica (High Fantasy).
Veterano de la Primera Guerra Mundial, y ávido estudiante de idiomas, Tolkien escribió poemas y creó lenguas para enriquecer su prosa, consiguiendo un éxito insospechado en ventas de su obra maestra.
No obstante, a lo largo del tiempo su obra ha sido calificada de ‘infantil’, así como de ‘conservadora’ al definir tan marcadamente la lucha entre el bien y el mal, ignorando la verdadera naturaleza humana, como expuso el escritor de fantasía Michael Moorcock en su artículo Pooh épico (1987).
El triunfo del bien sobre el mal fue un tema que Tolkien abordó en su ensayo Sobre los cuentos de hadas (1939), unos años antes de la publicación de El Señor de los Anillos (1954). En ese ensayo, Tolkien acuñó y defendió el concepto de ‘eucatástrofe’, o final feliz, ya que, según él, el consuelo moral o emocional en las historias permiten al lector revisar su naturaleza por medio de las vivencias de un protagonista en un mundo diferente.
En ese sentido, sus estudios sobre los cuentos de hadas coinciden con las investigaciones psicoanalíticas de Joseph Campbell y su monomito, en El Héroe de las Mil Caras (1949).
A pesar de que su propia obra maestra ha catalogado a Tolkien como un escritor moralista, al presentar héroes como niños “que nunca llegarán a la pubertad”, según el escritor Edwin Muir (1955), en realidad Tolkien escribió obras de un corte más maduro, en el que aborda temas inconcebibles en El Señor de los Anillos como el incesto, el asesinato y traición entre héroes, infanticidio y locura, incluyendo la omisión total de la eucatástrofe o final feliz, convirtiendo sus obras en una tragedia.
Estos temas pueden observarse en la antología de cuentos de El Silmarillion (1977), o en la novela Los Hijos de Húrin (2007), ambas obras editadas y publicadas póstumamente por Christopher Tolkien, hijo del profesor.
El género fantástico ha seguido evolucionando a través del tiempo; a 43 años de la muerte del profesor, más y más autores retoman el género y lo innovan con nuevos elementos y formas de narración. Uno de los autores en apogeo en la actualidad es George R. R. Martin y su saga Canción de Hielo y Fuego, aún sin concluir.
El futuro de la literatura fantástica está en manos de las nuevas generaciones que disfrutan leyendo los clásicos como El Hobbit de Tolkien (1937) y/o las obras modernas como Juego de Tronos (1996), de Martin. ¿A qué nuevos horizontes nos llevará el género? La respuesta queda en el aire, ya que como dijo el mismo Tolkien en boca de su entrañable Gandalf: “Ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos”.
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