Historia de una hacienda africana
OAXACA, Oax., 24 de septiembre de 2017.- Los recientes fenómenos sísmicos continúan llamando a la acción y la reflexión.
La acción está a la vista y nos ha convocado a muchos, dentro y fuera del país. La reflexión de fondo apenas comienza.
En primera línea se aprecia la ejemplar solidaridad de los mexicanos ante el sufrimiento y la pérdida. Ello ha merecido reconocimiento internacional.
En el trasfondo de tales valores y actitudes, asoma la bivalencia cultural de los mexicanos: Entre religiosidad y laicidad.
De un lado, sentido religioso cristiano de socorro al débil y al doliente, aún a costa de nuestros haberes y, en el extremo, hasta de la propia vida. La culpa es de todos y hay que lavarla entre todos. Al fin que al pueblo cristiano Dios le proveerá y recompensará.
Del otro, la conciencia más agnóstica, racional y ética de la necesidad de cooperación entre seres humanos y no humanos expuestos a fuerzas naturales poderosas, estas no menos ateas. Así ha transcurrido la historia de la evolución y la evolución de la historia.
En cualquier caso, el problema halla justificaciones y soluciones. Ya metafísicas o científicas, contemplativas o activas, inteligentes y prácticas, incluso previsibles y protocolarias. Así pues, hoy por ti, nunca por mi. O bien, hoy por ti, mañana por mi. Llámese colaboración o tequio, la creencia en el remedio justifica la acción.
En segunda instancia, los derechos y obligaciones comprometidos en el contrato social y político expresado en el Derecho. ¿A que hay derecho y hasta donde se extiende? ¿Cuales son los deberes y sus alcances?
Derecho a la vida, la libertad, la seguridad y la propiedad. Derecho a la atención del Estado en casos de emergencia. Derecho a la asistencia pública y a los bienes básicos. Derecho a la actividad económica y al trabajo, a lo que ya hay que volver so pena de dañar mas la economía del país.
¿Qué otros derechos no vitales habría que restringir para satisfacer aquellos sin lesionar a estos?
¿Deben los presupuestos ser reorientados y hasta qué punto? ¿Deben los partidos y las instituciones públicas acordar la reasignación parcial o total o llegar hasta la cancelación de sus prerrogativas y recursos financieros y en qué medida o proporción? ¿Pueden los ciudadanos actuar libremente, sin condiciones, en auxilio de sus semejantes y sin intervención gubernamental?
¿Son pertinentes y útiles los instrumentos de protección civil? ¿Cómo mantener la separación entre política partidaria y acciones gubernamentales interventoras de emergencia ya iniciado el proceso electoral? ¿No habría que decretar formalmente la emergencia y regularla?
Todas estas cuestiones son, en esencia, de cotidiano sentido común y, por tanto, jurídicas y constitucionales. Ese debería ser el discurso presidencial y gubernamental. No solo presencia, consuelo, promesa y foto, que son necesarias mas no suficientes. En esencia, esa es la deliberación social: La Constitución existe y hay que hacerla valer.
En tercera línea, se intensifica el papel de los medios, incluidas las redes sociales. Aquí surgen otras preguntas.
En principio, supuesta la libertad de expresión: ¿No debería prevalecer un protocolo mínimo de deberes, público y transparente, asumido por los concesionarios de radiodifusión y telecomunicaciones, así como por los líderes de opinión? ¿Hasta donde difundir cualquier contenido y por cuánto tiempo, sin garantías de objetividad y veracidad?
¿Acaso prever una cuidadosa lista de recomendaciones cautelares en el uso de contenidos en redes sociales? ¿Se vale la posverdad y las historias falsas en emergencias y sin sanción alguna? ¿Se vale desplazar de la información, y sin más, como en la “caja china”, otras historias relevantes? ¿Acaso hay que dejar esos temas al libre juego de las fuerzas del mercado?
En cuarto lugar, una evocación de la historia viene a colación para advertir que a la tragedia sigue la regeneración. No solo en México, pero sobre todo aquí.
A manera de ejemplo: A la tragedia de la Conquista y la colonización le siguieron las estrategias de sobrevivencia de los pueblos originarios, el mestizaje y el nacimiento de la Nación mexicana.
A la opresión política y la injusticia previa, le sucedieron la Independencia, la Reforma y la Revolución.
En otro orden, a los sismos de 1985, les fue consustancial la maduración ciudadana de los “defeños” y el surgimiento de la nueva izquierda que los ha representado, así sea dividida y ramificada en varias regiones del país plural y diverso que habitamos.
En rigor, fue entonces cuando sobrevino el sistema de los dos partidos reales que hoy proponen dos proyectos de país: El de los neo-liberales internacionalistas y el de los socialdemócratas neo-nacionalistas, incluidos los comunitaristas, unos y otros más o menos radicales.
Pero quizás la quinta meditación cultive mejores semillas: La regeneración es re-generación. Es decir, transición generacional.
En efecto, las tragedias de ayer y hoy han revelado el vigor juvenil notable de quienes se preparan para el relevo y la transformación del poder social y político, no obstante que ello ocurra por lo pronto con más entusiasmo que método.
Si ayer los héroes que nos dieron Patria la forjaron con su sangre, ahora la lucha y la toma de las riendas es pacífica y, por tanto, deberá seguir siendo democrática, ello pese al ambiente delictivo, el crimen organizado, las carencias del estado y la persistente impunidad.
Esos jóvenes que aún están en las calles, en espontánea solidaridad post-telúrica, garantizan la viabilidad de México. Ellos lo saben. Están tomando posesión de presente y futuro. A ellos hay que facilitar las condiciones para dar el siguiente paso de gigantes en la primera mitad del siglo 21, el de la cuarta revolución industrial.
Ya han nacido las y los Benito Juárez del mañana: Civiles, libres, pacíficos y solidarios; patrióticos y leales; pragmáticos, flexibles e inquebrantables; locales, globales, comunes y constitucionales. Algo dispersos pero bien nacidos. Incorruptibles. No criminales. Tienen Patria que preservar.
Es el México de la tragedia y la re-generación. A la vez y más allá que los comicios por venir, que valen mucho pero que deben priorizar el derecho a la vida y al mínimo vital.
Buen camino a quienes lamentablemente fallecieron ¡Solidaridad con los vulnerables! ¡Oaxaca de pie! ¡Larga vida a los mexicanos!