Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 20 de febrero de 2020.- En la elección presidencial de julio de 2018, votaron por López Obrador poco más de 30 millones de mexicanos.
De esos 30 millones, el 49 por ciento fueron mujeres; algo así como14 millones, 755 mil 606 sufragios.
Paradójicamente, a López Obrador poco o nada le importan esos casi 15 millones de votos femeninos.
¿Por qué?
Porque en los primeros 15 meses del gobierno de AMLO, el número de mexicanos muertos de manera violenta ya está cerca al límite del terror; 50 mil, lo que supera los cien muertos por día; mientras que también al día en México se cometen 10 feminicidios y cuatro infanticidios diarios.
Es decir, México ya es uno de los lugares más peligrosos para la vida de las mujeres y los niños; esas mujeres y esos niños que –según los protocolos de todo tipo de tragedias–, deben ser rescatados de manera prioritaria.
“¡Las mujeres y los niños primero!”, dicen los protocolos globales para salvar vidas en toda emergencia.
En México, sin embargo, las mujeres y los niños no le importan al presidente Obrador, tampoco le importan a las mujeres de Morena y, mucho menos, a los legisladores del partido rojo.
Y las pruebas de que poco o nada importan están a la vista de todos.
López Obrador acabó con las guarderías y las estancias infantiles, que sin duda eran un lugar vital para el desarrollo infantil pero que, en especial, eran fundamentales para el desarrollo de las mujeres, quienes dejaban a sus hijos en esas guarderías mientras acudían al trabajo.
López Obrador acabó con los refugios para mujeres; último salvavidas para muchas de ellas, frente a la violencia de género.
López Obrador es omiso y nada empático frente al grave problema del feminicidio; delito que ha minimizado hasta el grado de decir que de nada sirve y nada resuelve que los feminicidas sean llevados a prisión.
Y es tal el escándalo en torno al “valemadrismo” lopista, por los feminicidios, que la prensa internacional vapulea un día si y otro también al mandatario mexicano.
Y mientras esa tragedia recorre el país, en el México de López Obrador está prohibido criticar al presidente por sus escandalosos fracasos; por lo ridículo de sus acciones y, sobre todo, por sus desafortunadas decisiones.
Y es que en medio de la crisis desatada por la epidemia incontenible de feminicidios –crisis que paralizó al gobierno y al propio Obrador–, los otrora severos críticos por “los muertos” de Calderón y Peña, hoy exigen “no criticar” a López Obrador por los feminicidios.
Y es tal la desesperación entre legisladores y aplaudidores de AMLO que, incluso, senadores lopistas llaman a ridículas conferencias de prensa para regañar a reporteros, mientras que la ex jefa de Morena Yeidckol Polevnski niega la epidemia feminicida.
A su vez, desde Palacio, el vocero presidencial ordenó una costosa campaña en redes para atenuar la crisis, mediante ataques masivos a los críticos de AMLO.
Lo curioso es que pocos recuerdan que durante más de una década –de 2006 a 2018–, la claque mediática de López orquestó una eficaz campaña contra la violencias en los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
En diarios como La Jornada y semanarios como Proceso, cartonistas y articulistas de clara tendencia fascista, como Rafael Barajas El Fisgón, Helguera, Hernández, Epigmenio Ibarra, Julio Astillero y Enrique Galván, utilizaron a las víctimas de la violencia para lucrar políticamente.
Es decir, con las tragedias como señuelo, la claque lopista emprendió campañas de descrédito de los gobiernos de Calderón y Peña, a partir del uso y abuso político y mediático de la muerte de niños de la Guardería ABC, en Sonora; de la masacre de los 43 de Iguala y la muerte de jóvenes en Salvarcar, en Chihuahua, además del enfrentamiento de militares y criminales en Tlatlaya y el desalojo de los opositores al aeropuerto de Texcoco.
En todos los casos gritaron: “fue el Estado”, acusaron sin pruebas a Calderón y a Peña y emprendieron campañas que exigían “no más sangre”, “ni una más” y “vivos se los llevaron y vivos los queremos”, entre otras.
Se empeñaron en llevar puntual recuento de “los muertos de Calderón” y “los muertos de Peña” y hasta buscaron firmas ciudadanas para denunciar ante la ONU a los gobiernos del PAN y del PRI.
En todos los casos, las campañas fueron montadas en el “chabacano” maniqueísmo de “buenos contra malos”, en donde según la claque lopista no había peor lacra que el “PRIAN”; mancuerna del PRI y el PAN.
Con el tiempo quedó clara la eficaz impostura de la mal llamada izquierda para llegar al poder, a costa de lo que sea; incluso de engañar y mentir a los ciudadanos.
Y es que en el México de Obrador, hemos atestiguado tragedias peores a las ocurridas en la Guardería ABC –como la de Tlahuelilpan–; peores masacres a la de Salvarcar –como la de la familia Le Barón–; y los “muertos de Calderón” no son ni el 20 por ciento de los muertos de López Obrador y “los muertos de Peña” no llegan ni al 40 por ciento de los muertos de AMLO.
En efecto, López Obrador traicionó al 50 por ciento de sus votantes, las mujeres.
¿Volverían a votar por López o por Morena?
Al tiempo.