El futuro nos alcanzó
Raúl Ávila | Oaxaqueñología | Hacia el 1-D
OAXACA, Oax., 29 de julio de 2018.- El esgrima de la semana pasada entre el gobierno saliente y el entrante parece quedar atrás, aunque falta más transparencia a la política para saber en qué términos.
Primero vino la cortesía de Peña Nieto al recibir a AMLO y dejarle imponer las condiciones de la reunión.
Luego la hiperactiva cadena de anuncios de AMLO: 50 medidas de austeridad y des(centralización),nombramientos y proyectos, entre estos, no al Estado Mayor Presidencial y reestructura del sistema de inteligencia. Dos puntos muy sensibles.
Más aún, la noticia de que se gestionaba permiso a la Presidencia para visitar y valorar la conversión de Los Pinos en centro cultural. Una verdadera descortesía a su inquilino.
Ante la percepción de la instauración de una nueva hegemonía presidencialista sin controles, de pronto, en pleno retiro de merecido descanso de AMLO en su rancho, Morena –y su líder– fue multado pecuniariamente por el INE con 197 mdp y moralmente por el supuesto mal manejo del Fideicomiso privado para los damnificados por los sismos 2017, “Por Los Demás”.
El.mensaje fue claro: Aun hay Presidente constitucional, aún no eres siquiera Presidente Electo, nadie se manda solo, hay equilibrios y debe operar el Estado de Derecho (así sea débil dada la emergencia de seguridad y derechos humanos).
Al contragolpe de AMLO, quien declinó asistir a la Cumbre de la Alianza del Pacífico, pro-libre comercio, seguida de la reiteración de que someterá a consulta con o sin el INE la viabilidad del nuevo Aeropuerto, y su oportuno cruce de cartas de entendimiento con Trump (un acierto para el favorito Ebrard), el esgrima entró en pausa. Es de inferirse lo que estuvo sobre la mesa.
Esa mesa no pública –que me cuesta trabajo creer– pudo incluir revocación o reducción de la multa a Morena a cambio de aceptar la pérdida de la gubernatura de Puebla.
El escenario se ilumina si incluye el colaborar en lo inmediato en la negociación del TLC, que podría consumarse en agosto, ser insumo de lucimiento en el último informe de Peña Nieto en septiembre, y firmarse en diciembre.
Desde luego, a ese TLC 2.0 se incorporan los proyectos de AMLO para el sur de México –el Istmo de Tehuantepec, quizás el nuevo “muro geográfico de Trump” (ojalá que entren nuestras nostálgicas supercarreteras al Istmo y a la Costa) y la estrategia de cooperación y desarrollo con Centroamérica.
Los dos, Peña Nieto y AMLO vuelven a ganar. La transición continúa adelante.
El TEPJF revoca o modifica la multa a Morena, luego –sin prisas– calificará la elección presidencial y otorgará la constancia de Presidente Electo a AMLO; seguirá la conformación del Congreso y la preparación de su instalación y el informe presidencial.
Si conducir y prolongar su legitimidad de origen es el reto de AMLO, equilibrarlo a él y a MORENA es el nombre del juego de las oposiciones en ciernes.
Ello supone –según se vislumbra hoy– un PRI parlamentario muy experimentado y eficaz comandado por Osorio Chong; quizás una nueva asociación de 12-14 gobernadores priistas que sume a la negociación con el futuro Presidente; y desde luego acomodar en lo posible a las corrientes críticas interpartidarias para abonar a una renovación democrática de su dirigencia en 2019, que lo ubique en el espacio político adecuado.
No parece haber más pero eso no es poco para refundar al partido que tanto dio a México, hasta la transición democrática y su potencial sustitución por Morena si no reacciona a tiempo y bien.
Supone un PAN reconcentrado en su identidad histórica, que deberá volver a empezar su “brega de eternidades”, pero antes tendrá que designar coordinadores parlamentarios, realinear a su decena de gobernadores y superar pronto sus disensos entre cinco o más grupos internos beligerantes.
Conlleva un PRD que se enfrenta a su mayor desafío desde su fundación. Casi a su extinción.
Supone que los principales organismos constitucionales autónomos (OCAs) y la Suprema Corte mantengan en sus propias circunstancias su integridad institucional y la de sus integrantes. En particular, los OCAs, si no se asocian para aumentar su capacidad de concertación y cumplimiento de objetivos, entonces al menos que se mantengan dignos ante las reformas que vienen.
Sobre todo, que la negociación presupuestal 2019 no los ponga de rodillas. Si lo hacen, que pacten y cooperen al menos a su reconversión institucional en favor del Estado Constitucional y la mejor garantía de los derechos.
En otros espacios, la lucha por la influencia y la conducción se percibe más larga y compleja.
En el campo de la sociedad civil organizada, los ciudadanos tienen abierto el portal para continuar participando en el seguimiento, observación y control del poder. Exigir el cumplimiento racional de promesas siempre será vital para sustentar una vida pública sana. No a las ocurrencias y proyectos irracionales. El país no está para nuevos errores.
Las organizaciones empresariales, sindicales y otras instancias intermedias van en camino de decantarse y tomar posición. Hasta ahora parece prevalecer la tradición institucional de sumarse a la política presidencial, pero ello, ya se sabe, no será gratuito.
La transición avanza pero hay reglas mínimas, aunque insuficientes. Sobre todo, la regla a la vez mínima y máxima: en la democracia nadie puede hegemonizar todo el poder y nadie se manda solo.
AMLO, si eres un Juárez o Cárdenas, pasa pronto de líder partidario a estadista o no serás.