Derecho a una vivienda digna
CIUDAD DE MÉXICO, 18 de agosto de 2017.- Qué gusto da ver a los moneros de La Jornada al caricaturizar a los estadounidenses que piden cambios importantes en el TLC como pro nazis y seguidores de sectas fanáticas como el Ku Klux Klan.
Se trata de una caricatura, está claro. Pero por ahí anda la cosa.
Y cuánta razón tiene Cuauhtémoc Cárdenas al no expresar críticas al TLC en sus entrevistas publicadas ayer, sino que ataca el abandono del campo desde que se firmó el Tratado.
Qué bueno que hayan cambiado de opinión y ahora se extienda en el país un lenguaje más o menos común con respecto al comercio con Estados Unidos.
Porque eso de que se abandonó al campo, obviamente, no es culpa del Tratado de Libre Comercio, sino precisamente de haber dado poco apoyo a los campesinos, muchos de ellos con tierras poco aptas para cultivo.
Sin embargo eso tiene sus bemoles: el abandono al campo ha sido desde siempre, no desde la firma del TLC
A los campesinos se les entregaron tierras semidesérticas, y ahí se fueron carretadas de miles de millones de pesos pues los gobiernos revolucionarios los engañaron con la perfidia de su demagogia.
Eso hicieron, engañar. Hasta que se puso fin al reparto agrario que hizo, coincidentemente, el gobierno de Carlos Salinas.
Los campesinos estaban organizados para votar y no para producir, reconoció en su tiempo el secretario de la Reforma Agraria de Luis Echeverría (el ex presidente que es gurú ideológico del morenismo actual).
Vale la pena leer, para comprender el abandono de una parte del campo mexicano, un brevísimo (tres páginas) cuento de Juan Rulfo: “Nos han dado la tierra”. Ahí está todo. Vale más que mil tratados sobre agrarismo, le oí decir alguna vez a Jean Meyer.
Al campo apto para producir le ha ido bastante bien con el TLC. De ser deficitarios en mil millones de dólares antes de la firma del Tratado, ahora la balanza comercial nos favorece en tres mil 204 millones de dólares.
“Benefició a algunos y no a otros”, se dice y en parte es verdad, pero no es culpa del Tratado, sino un tema de políticas públicas.
Y esa desigualdad no se resuelve con el axioma populista de quitar a unos para dar a otros. Se remedia con crecimiento económico y mejor educación.
No va a haber crecimiento económico si se ataca al sector privado, les queman sus transportes y les impiden instalarse en entidades que necesitan inversión, al poner obstáculos al programa de Zonas Económicas Especiales por tratarse de “una estrategia del imperialismo norteamericano”, como dicen y escriben.
Y mucho menos vamos a resolver nuestros problemas de desigualdad si dan apoyo político, en los estados más pobres del país, a los que marchan con el puño en alto al grito de “maestro luchando también está enseñando”.
Educación es la clave. A ver si lo vamos entendiendo con la misma pedagogía que ha servido para que cambien de opinión los detractores del TLC: con resultados.
Se quitaron aranceles a la importación de maíz, critican algunos. Sí, pero el propio TLC dio 15 años de gracia a México, con aranceles, para apoyar y modernizar a los productores. No se hizo. No es culpa del Tratado.
Además, somos autosuficientes en maíz blanco, para consumo humano, y hasta hay excedentes para exportar. Importamos maíz amarillo, para consumo animal.
Habrá mucho que comentar sobre el Tratado de Libre Comercio, y por lo visto será más fácil ahora que, parece, hablamos el mismo idioma. Aunque cierto personaje que ha hecho su carrera con la promesa de “echar abajo las reformas salinistas” guarde silencio. Vamos, don AMLO, reconozca que se equivocó.