Exhiben multipremiada cinta La Soledad de María Conchita Díaz en FIC
OAXACA, Oax., 9 de marzo de 2019.- Vine a la cárcel porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal José Revueltas…
Retornar la cárcel me podrá servir para comprender un poco mejor mi libertad; aunque a veces siento que ya no comprendo nada.
¿Después de todo, no es acaso la vida una jaula, una celda?
¿No acaso afuera todas y todos estamos presos en muchos sentidos?
Escribo estas líneas mirando la vida con un solo ojo, con el ojo derecho, como el tuerto Polonio en El apando.
Tal vez, inconscientemente ya miro la vida así para complacer a ella, así como a ella le gusta que mire nuestro amor solo con el ojo derecho,
No se da cuenta pero ella también así me mira, cuando me mira; como si estuviese tuerta, con un solo ojo.
La cárcel de Cuicatlán siempre me pareció un comal caliente.
Yo me sentía un chapulín agonizante en ese comal.
Siempre hay un hedor a caliente, flotando, y la comida (El rancho, le dicen los presos) no sabe a lo que es, cambia de sabor la comida, en esa cárcel, sabe y a veces apesta a cuero caliente.
Ahí, casi nunca se siente el viento y cuando llega es como si recibieras pequeñas descargas eléctricas que te ponen a sudar y a sudar.
Desde la cárcel no se puede mirar el río pero todos los presos dicen escucharlo. Nunca lo verán y menos se podrán bañar en sus frescas aguas.
Vine a la cana, a la cárcel…
En la cana nadie es su nombre, es su origen: Negro, Chatino o teco.
Es su oficio: juda, oreja o perro.
Es su alma: guappo, hongo o senzontle.
Es su hazaña: fugas, matasiete o panamericano.
Mi mejor amigo en cana era Don hongo, un anciano mazateco que no hablaba español pero que con señas y un traductor se entendía muy bien conmigo. Él me platicó los secretos y dolores del penal y me platicó quien era cada uno de los presos.
Hongo también me explicó como la vida nos va atando, nos va convirtiendo en animalitos que repiten una rutina. Como los padres heredamos a los hijos la jaula en que terminarán encerrados.
Me platicaba hongo que los honguitos alucinógenos ayudan a las personas a mirarse o a encontrarse, no es como mirarse en un espejo, es como mirarse en un río, el río está vivo y se mueve, me decía.
Él decía que no curan: te hacen caminar, correr y hasta volar para que nos entendamos y entendamos que somos muy pequeños, más pequeños que una hormiga y muy tontos.
A hongo lo acusaron de un crimen que no cometió, le llevaron “a sanar” a un muerto; y luego le echaron la culpa.
Una tarde de febrero, caliente para variar, que parecía una tarde más, un grito chinanteco tronó como un cuete. Luego vino la tempestad de gritos, aullidos y ruido:
-¿Por qué le pegaron güey? Lo dejaron bien madreado.
-Aquí se viene a sufrir, todos sufrimos, todos lloramos. Tuvo suerte que lo oyeron gritar los custodios, aquí no se viene a humillar a nadie, pinche juda pendejo, aquí mandamos los pájaros.
Había escuchado hablar de los pájaros. Pensé que pájaros les llamaban a los presos de origen indígena, poco a poco fui entendiendo que los verdaderos pájaros eran los chinantecos quienes se entendían con silbidos, hablaban con silbidos.
El juda se revolcaba en la celda donde lo tacharon, en la zona de castigo junto a mi celda: la zona más segura de la cárcel. Escupía sangre, lloraba y gritaba, tenía varios parches en la cabeza, sus ojos eran dos bolas moradas y rojas, tenía el brazo derecho roto, le habían tumbado varios dientes, lo habían chingado a tablazos los pájaros.
Pienso que Dios se ensaña con los presos de la cárcel de Cuica. Mazatecos, chinantecos, nahuas, mixtecos, cuicatecos y trasladados; todos sienten el coraje de Dios.
No puede ser otra cosa ese horror que los tiene en ese lugar asándose lentamente.
Malbaratan su trabajo.
Comen rancho acedo.
Se los chinga la justicia en una lengua y leyes que no comprenden.
Los licenciados chingan parejo.
Hay veces que los pájaros chingan a los trasladados, hay veces que los trasladados chingan a los pájaros.
Los de negro, la policía de traslado chinga a todos…
Y así se vive ahí, presos, revueltos, indios y trasladados, vivos y muertos.
Soy el preso indio,
el preso pájaro,
la cárcel comal caliente,
soy la lengua que los hace presos,
soy la castilla,
el español,
el maestro que castiga,
la escuela que borra.
Soy la maldad del licenciado
el alma podrida del juez
el garrote del custodio,
el rancho acedo.
Soy el río que sueña el preso,
el pájaro en el que se convierte,
las yerbas,
las manos,
la carne,
el polvito que lo alivia.
No soy nada
me he convertido en nadie
me han convertido en nadie,
pero canto
vuelo,
volaremos