Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 28 de abril de 2020.- La aversión ideológica del presidente hacia la empresa privada es incurable. También hacia la ciencia.
Eso ya lo deberían tener claro los integrantes más lúcidos y experimentados de su gabinete, que aplauden lo que AMLO abuchea.
Ante la falta de apoyo del gobierno a la economía, el Consejo Mexicano de Negocios gestionó ante el BID, con el aval de la secretaría de Hacienda, créditos para 30 mil empresas pequeñas, medianas y micros, que podrían alcanzar los 12 mil millones de dólares.
De esa manera se salvan los empleos y, fundamental, las cadenas productivas.
Así, una vez pasada la emergencia, éstas puedan ser el motor de la recuperación económica, como explicó el representante del BID en México.
Gran noticia. El canciller Ebrard felicitó a Consejo y al Banco por este acuerdo «para proteger nuestra planta productiva y el empleo».
Pero, vaya sorpresa (para algunos), el Presidente embistió contra el acuerdo, desautorizó el beneplácito de Hacienda, porque «no me gusta el modito de que se pongan de acuerdo y quieran imponernos sus planes».
Lo que no le parece bien a López Obrador es que se salven las empresas. Eso no estaba en el libreto.
Creyó que el coronavirus iba hacerle el trabajo de acabar con ellas. Como anillo al dedo, dijo, para su proyecto estatista.
Anunció ayer que vigilará que el Banco de México no rescate a empresas.
Las quiere rescatar él -a las que le convengan- cuando estén quebradas o no puedan pagar sus impuestos, y pasarlas a propiedad del Estado.
¿En qué razonamiento cabe oponerse a un crédito otorgado por el BID a particulares, que salva empleos, empresas, y mantiene vivas las cadenas productivas?
En la mentalidad de un populista y estatista como el que tenemos en la silla principal de Palacio.
No le tiembla el pulso porque en México se pierden casi 25 mil empleos formales cada día. Cada día.
Esa frialdad estalinista -que mandaba al campo de batalla a morir a millones de jóvenes, al cabo que habría más- , es escalofriante.
A la cifra de 25 mil nuevos desempleados cada día, hay que sumar a los informales (60 por ciento de la PEA) que se han quedado sin ingresos.
Le acaba de pedir a la Cámara de Diputados facultades plenipotenciarias en materia presupuestal en momentos de crisis económicas.
Eso lo hace un presidente que desautoriza al secretario de Hacienda y maneja la economía sin conocer el tema. No sabe qué es una operación de factoraje inverso y se lanza contra ella.
Tan solo en 16 meses, sin pandemia ni crisis externa, contrajo la economía en cuatro puntos del PIB. Todo un récord para los anales de la ineptitud.
Recibió un país que crecía a 2.5 por ciento anual, y lo tiró, en febrero de este año, a -1.6 por ciento, como dio a conocer el viernes el Índice Global de Actividad Económica (IGAE), citado ayer en estas páginas por Macario Schettino.
Con esas cartas credenciales quiere plenos poderes para manejar el presupuesto, sin tener que discutir con la oposición ni con nadie.
Le molesta profundamente que los empresarios busquen salvar a otras empresas que los abastecen. Su hostilidad a la iniciativa privada es manifiesta porque su proyecto es otro.
Durante un año el Presidente se reunió con los líderes empresariales en Palacio Nacional y estos creyeron que eran bienvenidos. Actuaron de buena fe, pero con ingenuidad.
A la hora de la verdad, cero apoyos. Y mal vistos si colaboran entre ellos.
Lo mismo ocurre con los integrantes valiosos de su gabinete. Por ahora le sirven, pero luego los va a desechar porque su proyecto es populista y estatista.
Sería cómico narrar lo que sucede en el gobierno: el canciller felicita lo que su jefe, el Presidente, reprueba. El secretario de Hacienda respalda lo que el Presidente condena. Sin embargo no es gracioso, es trágico y es letal.
Hay gente muriendo en los hospitales y en sus casas porque la tosudez presidencial decía que no nos iba a pegar el coronavirus por factores de ADN y otras creencias de la «ciencia popular». No nos preparamos.
Cientos de miles de mexicanos están perdiendo el empleo, se quedan sin ingresos para ellos y sus familias, porque el Presidente rechaza apoyar a empresas y sostener cadenas productivas. Serán millones los afectados.
No es gracioso. Es trágico y es letal.
Queda claro, por lo menos, que la aversión de López Obrador hacia la libre empresa es incurable.