Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 19 de abril de 2018.- El episodio entre Carlos Slim y el candidato Andrés Manuel López Obrador no fue un “enfrentamiento” o un “choque” entre ambos personajes como equivocadamente se presentó. Fue una agresión del aspirante presidencial contra el empresario.
Slim dio su opinión y a cambio recibió insultos de AMLO y toda su falange en medios de comunicación y redes sociales.
Ese es AMLO. Y ése es el personaje que tendremos durante años en el poder si no hay una reflexión sensata del electorado de aquí al día de los comicios.
Por decir que el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México es vital para el desarrollo del país, López Obrador acusó a Slim de ser una marioneta de Peña Nieto y de Salinas.
A ver, quién va a ser el empresario o dirigente gremial con un punto de vista diferente al de López Obrador si llega a la presidencia, y que tenga el valor de decirlo.
Eso va a ser una carnicería mediática, al principio. Acoso personal y patrimonial, después.
Para AMLO, el empresario Slim no puede decir lo que piensa, sino lo que piensan quienes lo “cuquean”, es decir, lo manipulan para que emprenda “una campaña contra nosotros”.
¿Eso queremos para el siguiente sexenio? Al parecer, muchos dicen que sí.
Preparémonos, porque López Obrador confirma lo que desde hace años sabemos: no le gusta dialogar, sino difamar al que piensa distinto.
Y con todo el poder del Estado en sus manos, ojo, eso cambia de matiz y tiene una gravedad diferente.
Advertidos estamos, y aún hay tiempo de pararlo en las urnas.
¿Cómo que lo mandaron Peña y Carlos Salinas en “una estrategia para contrarrestar el avance de nuestro movimiento”?
Igual o peor que eso: acusó a Slim de invertir en el nuevo aeropuerto.
¿Qué de malo tiene invertir?
Ahí está AMLO, no solo intolerante, sino enemigo de la inversión privada.
Vimos en vivo y a todo color la agresión verbal del político que ha generado pobreza contra el empresario que ha creado riqueza.
Slim puede tener muchos defectos -y aquí lo hemos criticado-, pero sus empresas son ejemplo de honradez y él ha generado empleos y desarrollo.
López Obrador, en cambio, ha sido el promotor de la pobreza en los estados del sur, donde sus seguidores recurren a la violencia contra empresas privadas y sus transportes por ser “agentes del capitalismo trasnacional”.
El principal problema para que fructifiquen las Zonas Económicas Especiales ha sido la amenaza de oposición violenta a la instalación de polos de desarrollo en Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Tabasco, donde está la clientela política de López Obrador.
Slim tiene apenas el ocho por ciento de la inversión total del nuevo aeropuerto, y por eso AMLO lo descalifica para opinar sobre el proyecto.
¿Qué quiere? ¿Que Slim tome sus cosas y se vaya?
Eso le espera a los inversionistas nacionales y extranjeros con el gobierno de un golpeador que tiene aversión al diálogo con los que piensan diferente y desprecia la inversión privada. Salvo que le convenga a él, a su imagen personal.
Pregunto: cuando Carlos Slim invirtió en el rescate del Centro Histórico de la Ciudad de México, en el gobierno de López Obrador, ¿también lo hizo porque alguien lo mandó?
Claro que no. Pero ese es AMLO. Maniqueo e intolerante.
Y un nutrido grupo de votantes, acompañados de algunos empresarios que creen que “ya cambió” y que “en el poder será distinto”, lo quieren llevar a la presidencia de la República.
Pero eso todavía no sucede. No ha ganado.