Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
Adiós Francisco Toledo maestro pintor, temachtiani tlacuilo, muy querido y admirado amigo, una oración y pétalos de sol del cempasúchil que alumbren tu tránsito a la mar de la vida eterna.
Gracias por ser parte de mi vida, por tu generosa amistad y permitirme estar cerca de tu arte y proyectos, gracias por el inmenso legado que nos dejas, tu mundo habitado por sofisticadas y geniales imágenes y todos los hermosos espacios y puertas abiertas a la cultura, por tu incansable lucha en bien de México y los mexicanos, de nuestros pueblos originarios y sus voces.
Es inspiracional tu grande amor a México y a Oaxaca tu patria chica que tanto quisiste.
Te vas, pero vives en tu enorme obra, en tus colores de tierra, tus cerámicas únicas, tu brillante dibujo, tus grabados incomparables, tus papalotes y exquisitos diseños de joyería, tus peinetas, chapulines, murciélagos, sapos, lagartos, conejos, cangrejos, monos, y esas calaveras y calacas investidas de vida como solo tu pudiste lograrlo.
Vives en el imaginario y el corazón de todos los mexicanos y de todos los que te conocimos de cerca y te quisimos. Caminaste el buen camino, cualli ohtli y te vas como viviste, en tus propios términos, te despides en tu casa, luchando por nuestro patrimonio, con 600 obras expuestas en ‘Toledo ve’, Museo de las Culturas Populares y un murciélago en Los Pinos y en un día 5 de septiembre histórico para tu Juchitán. México entero, ¡estamos en duelo!
OAXACA, Oax., 8 de septiembre de 2019.- Nacido el 17 de julio de 1940 en la colonia Tabacalera de la Ciudad de México, de padres originarios del Istmo de Tehuantepec, Francisco Toledo definió desde temprano en su trayectoria, su sentido de lugar en Juchitán, Oaxaca como el sitio de su origen, “uno es de donde se siente” decía él.
Estudió grabado en la Ciudadela en CDMX y presentó con éxito, su primer exposición individual en la afamada Galería de Antonio Souza, a los 17 años de edad.
Después de vivir y trabajar en París, Nueva York, Juchitán, Cuernavaca y CDMX, vivió un tiempo en la Ciudad de Oaxaca y en Juchitán en donde en 1972, funda la primer casa de la cultura en México.
En 1988, vuelve a establecerse en la ciudad de Oaxaca, esta vez para quedarse y funda como bien dijo Carlos Monsiváis, “un modelo de institución cultural desde la izquierda sin antecedentes”, el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca conocido como el IAGO.
Inicia así, una intensa trayectoria de impulsar la cultura como proyecto de vida paralela a su creación artística la que practica a diario desde siempre.
El principio del IAGO, eran los días en que Toledo prácticamente vivía allí, creando proyectos, comprando libros, recibiendo a toda clase de gente y organizando sus propios cumpleaños.
En ese entonces en Oaxaca no habían muchos hoteles, museos o galerías y no fácilmente se encontraban huipiles de fina manufactura, hoy día impulsados por el atinado Museo del Textil de Oaxaca y por el coleccionista y experto Remigio Mestas, días en que el licenciado Freddy Aguilar Reyes cuidadosamente estructuraba y dirigía la Biblioteca del IAGO, don Ricardo catalogaba las decenas de libros que llegaban a diario, doña Guillermina cuidaba las plantas y preparaba las aguas frescas para los eventos, Pedro, Augusto e Inocencio recibían en la puerta y don Luis conducía al maestro en la blanquita, la icónica camioneta Volkswagen eternamente cargada de libros y papeles artesanales.
La minimalista sala de la entrada al IAGO con sus muros terrosos de adobe, blanqueados de cal, albergaba una mesita con un teléfono por el que Olivia Álvarez Jerónimo, la super secretaria del maestro, atendía y recibía las llamadas, mientras Toledo dibujaba pulpos, grillos, murciélagos, cocodrilos, xolos, monos y conejos en la superficie de una mesita de madera (misma que un día tuve el atrevimiento de intervenir con la imagen de una mariposa) al tiempo que daba órdenes, escogía el color de la portada de un libro, mandaba a regar las plantas, platicaba con algún coleccionista o empresario y alguna vez, personalmente contestara el teléfono diciendo “Toledo no está, ese señor ya se fue de aquí”.
En esos días, mucho se escuchaba decir que Toledo debiera marcharse para dedicarse a lo “suyo” (al arte), esos días se han ido. El IAGO, el espacio más noble de Toledo, creció y se multiplicó en más instituciones, como la buganvilia que acabó por cubrir el cielo de su segundo patio.
Y Toledo, siguió su camino, su cualli ohtli, creando más espacios para la cultura de México, fundando escuelas de música y llevando libros a las comunidades, a las cárceles, peleando por justicia, el medio ambiente y el patrimonio cultural, apoyando y promoviendo a los pueblos originarios y sus lenguas, los presos, las causas, el maíz, becando jóvenes, plantando pochotes y organizando cocinas comunitarias para alimentar a miles de juchitecos que lo perdieron todo en el sismo, pero sobretodo, creando imágenes sofisticadas y significativas que caminan el mundo entero.
Así fue Toledo, el maestro pintor que todos conocimos, genial creador de imágenes que desenvuelven la visión del mundo y fundador de proyectos creativos para México, legado que nos hereda y nos enriquece a todos los mexicanos y cuyas instituciones incluyen: Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca con sus dos sedes, Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, CaSa- Centro de las Artes de San Agustín, Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, Taller de Papel de San Agustín, Escuela Bilingüe de San Agustín, Escuela de Música de Tlahuitoltepec Mixe y la primera Casa de la Cultura en México: “Lidxi’ Guendabianni “, entre otros muchos proyectos.
Francisco Toledo fue un artista muy completo pues manejaba muchas técnicas con igual destreza, ante todo fue un brillante dibujante y grabador de la talla de un Durero, un Posada.
Desde el comienzo, desarrolló su obra independiente de ideologías y movimientos, obedeciendo la dirección de su alma y sus propios instintos y visión.
En ocasiones se inspiraba en leyendas zapotecas de Juchitán o en Kafka y en otras, en los diseños laberínticos de la fauna nativa de Oaxaca, compartiendo el mismo diseño universal como bien observó la curadora inglesa Dawn Ades, diseño que desenvuelve de muchas maneras, aún en sus obras menos figurativas.
Su arte contiene resonancias con el arte de otros artistas como Klee, Dubuffet o Blake, entre otros, o con el llamado arte “primitivo” de Australia, pero en especial, con el arte de los antiguos mexicanos, tanto en la forma cuanto en el principio integrador de todas sus partes, entre otras características que acercan a ambos: Toledo y los mesoamericanos.
Fue un ávido lector con una muy amplia cultura visual y general, de memoria se sabía todos los miles de libros de la biblioteca del IAGO y gustaba de trabajar con música de Mozart, Debussy, Sautie o Arturo Márquez, entre una larga lista de compositores y también música de instrumentos prehispánicos del Istmo.
En su obra como en Tamayo, existe una identidad, símbolo y expresión del mexicano, indiscutible en el peculiar sentido de humor característico en un Toledo.
Solo un mexicano puede crear el arte Toledo expuesto en más de 100 obras dentro de la exposición de grabados inaugurada hace unos meses en el Museo de Arte Moderno, el recinto de arte más importante de la Ciudad de México y más recientemente en el Museo de Culturas Populares en el que expone ‘Toledo ve’, estupenda muestra de 600 piezas en varias técnicas, exposición que se extendió un mes mas ante la partida del artista.
En 2015, presentó la impactante exposición de cerámica: ‘Duelo’ producida en el Taller de Claudio Gerónimo López. Es una propuesta en cerámica de alta temperatura con colores de esmalte que impone por su fuerza desgarradora y una policromía minimalista de rojos y negros que aluden a la sangre y a la muerte y al título del libro La tinta negra y roja, estudio de la palabra de los antiguos mexicanos de Miguel León Portilla.
La cerámica de barro negro de San Bartolo Coyotepec, Oaxaca esmaltada con rojos, nos recuerda: El Grito de Munch, la Guernica de Picasso, Los desastres de la guerra de Goya, el Holocausto de Lasanzky, el sufrimiento de «los de abajo» de Posada, o los brillantes dibujos sobre la condición humana y la tragedia de la guerra, creación de la grabadora alemana Käthe Kollowitz.
Al igual que los grandes maestros, el genio artístico de Toledo incluye una denuncia. Sin embargo, las piezas en ‘Duelo’ que temporalmente habitaron las salas del Museo de Arte Moderno, tienen la inconfundible marca del arte mesoamericano, elemento importante en la obra Toledo quien no obstante, también fue admirador de otras cerámicas como las vasijas árabes, la de Casas Grandes y desde luego, la alfarería de Oaxaca.
Heredero de la enorme tradición escultórica de los antiguos mexicanos, Toledo es hilo continuo de esa tradición, fue el tlacuilo sobreviviente, el futuro del hombre mesoamericano que moldea en barro.
La cerámica Toledo de pequeño a mediano formato, nos remite a la monumental Coatlicue, está trabajada como en antaño, en todas sus partes por igual en perfecta unidad, hasta en aquellas partes que no se ven, porque para Toledo como para el escultor mesoamericano, la pieza entera es importante.
Toledo visionario, acierta en los colores transformados en la quema los que solo hasta salir del horno se dejan ver. Sus manos artesanas no se detienen en la superficie de la arcilla, sino que la penetran y de sus adentros extraen la forma que manipula sin titubeos ni búsquedas con la destreza que le genera su genio artístico y dominio de la técnica, su sensibilidad creativa y su profundo conocimiento de la forma y contenido en el arte.
Excelente dibujante y grabador, es en el barro donde mejor se puede entender y apreciar su genio y proceso y por seguro su mexicanidad y de donde se pueden crear los eslabones y diálogos con todas las demás técnicas que manejo, a fin de desenvolver su obra.
El barro, la tierra, es esencial para Toledo, cuya pintura es también con tierras y cuyo sentido de pertenencia a la tierra lo identifica con Oaxaca, su lugar, su tierra, su patria chica.
Toledo tlacuilo, no podría haber vivido en otro lugar que no fuera Oaxaca, pues como hubiera podido cumplir con su compromiso con México y crear tantos proyectos que a la vez alimentaban su imaginación y libertad de creación.
Tenerlo en México, nos enriqueció sobremanera y nos dio confianza. Alguna vez me dijo que: “veo en la cerámica la posibilidad de moldear y manejar la forma unida a la pintura”. Le gustaba la cerámica porque es una forma plástica y también es táctil y a diferencia de la pintura sobre un soporte fijo que con el tiempo es perecedera, la cerámica sale del horno de alta temperatura y es para siempre.
Este sentido de permanencia es una motivación para Toledo, “no me canso cuando trabajo, pero con el barro, siento que trabaje, que me gane el derecho a descansar”.
No es casual, el que entre todas las técnicas, para su ‘Duelo’, Toledo regresara a uno de sus primeros materiales, al barro mismo que es tierra, que se trabaja húmedo, para convertirlo en otros tiempos en el plato de la señora y en sapos, y en ‘Duelo’ son urnas, rostros deformados por el dolor y pulpos ensangrentados, muertes descarnadas y perros “petateados” envueltos en una capa de huesos, que acompañarán a sus amos en el transito de la muerte.
El ‘Duelo’ de Francisco Toledo que mucho tuvo de ofrenda a los 43 jóvenes desaparecidos a quienes también en los cielos los buscó Toledo papalotl, fue inaugurada a escasos días de la festividad de muertos, tradición que nos identifica a los mexicanos como ninguna otra.
Es el duelo íntimo y creativo del artista ante los horrores de la violencia. Al convertir lo horrífico en arte y transformar su duelo en creación, lo hacen un gran creador y al permitir acercarnos, convocarnos a entablar un dialogo con su ‘Duelo’, este Duelo de Toledo, representa el duelo de todos los mexicanos que amamos a México.
Es una pena enorme que no tengamos en México obra pública de Tamayo ni de Toledo. Cabe preguntar el porque, salvo en el caso de La lagartera de Monterrey, no hay obra pública de Toledo, no podemos ver un chapulín de bronce en Chapultepec, a la entrada del MAM casi frente al Museo de Antropología y ¿porque la FIL no le otorgo el premio al bibliófilo quizá mas importante de México, quien no solo leyó y coleccionó libros como muchos, sino que los donó toditos al pueblo.
Al fin, verdadero tlacuilo temachtiani quien en apenas en julio cumplió sus 79 años y falleció en la noche del jueves 5 de septiembre un día muy muy triste para México, con una trayectoria en el arte de más de 65 años, Francisco Toledo fue un hombre comprometido con el arte y con su país, un artista del pueblo admirado en el mundo y querido por todos los mexicanos, amó a su gente, a su patria chica y a fin de cuentas a México, tierra que lo vio nacer y que hoy guarda luto nacional de tres días.