
Las pugnas arancelarias y el efecto Trump
OAXACA, Oax. 3 de agosto de 2024.- Los vasos se vaciaban uno después del otro. Las pruebas fueron aumentando y desde luego, los limones y sal se fueron agotando.
Con esto de las modas, ahora ya no solo mezclan sal con gusano de maguey, también lo hacen con chapulín, chicatana y todo aquello que brinde un aderezo delicioso a la sal, el objetivo es que el destilado de espadín, tobalá, arroqueño, cuish, mexicano y todas aquellas variedades de maguey que se cultivan o no en Oaxaca, puedan, al ser convertidos en mezcal, degustados con alguna de esas mezclas de sal.
Pero el caso no es reafirmar que Oaxaca es el estado en México con el mayor número de diversidad de maguey.
Lo que es importante, es la plática de esa mesa del tendajón en ese pueblo mixteco.
Donde, a cada momento, la reunión se hizo más concurrida, pues los pocos hombres que aún lo habitan, terminaron su jornada en la parcela, y el lugar de paso obligado es esa tienda con cerveza sin enfriar, mezcal, pulque, aguardiente y sudor.
Las invitaciones corrían de un lugar a otro, nadie se quería quedar sin que se notara que también podían invitar algo.
Y lo que inició con pequeñas pruebas, caminó con las medidas reglamentarias del vaso de veladora con la cruz al fondo, para poder decir “hasta no verte Jesús mío”.
Mientras se seguían sirviendo las rondas, o las que siguen; la plática fue interrumpida, hubo intercambio de teléfonos, direcciones, referencias domiciliarias, todo lo que fuera útil para localizar en algún distinto momento a los amigos del tendajón.
Empezó a funcionar el tocadiscos y salieron a relucir los acetatos con la bocina en todo lo alto, sí de esas que son llamadas trompetas.
La plática quedó en el olvido y ya nadie recordó de qué se trababa, hasta el lugar no faltó quien llegara a ofrecer tostaditas, machucadas, quesadillas, y tamales. La fiesta se había armado, nadie invitó, pero había música, comida, mezcales y sobre todo amigos.
Amigos al calor del frío viento, que siguió al intenso calor después de que este se ocultó.
Donde la realidad de la interesante plática quedó sepultada entre brindis y apretones de mano para olvidar la cruda realidad.
Las letras de las canciones que gritaban al ausente porque ya no podía escuchar y menos vivir en esa pobreza de nuestros pueblos, porque había ido en pos de las luces de la ciudad, a perderse entre los millones de rayos de cemento y el ruido de motores; sin darse cuenta que a gritos los grillos y las primaveras, seguirán preguntando, “quien se ha robado el mes de abril” y el viento les susurra, lo feliz que se puede ser en el pueblo sin que sean “las rejas de un penar”, diría José Alfredo Jiménez.
Al final, la calle oscura que devoró los brindis de todos, también se tragó el momento.