Dos meses de huelga, miles de asuntos pendientes
CIUDAD DE MÉXICO, 8 de octubre de 2019.- Los hasta ahora precandidatos a la rectoría de la UNAM reaccionaron tarde a la convocatoria; el rector en funciones Enrique Graue Wiechers ya resolvió su reelección en Palacio Nacional y con ello se burló de la Junta de Gobierno que de manera supuesta tendría que evaluar nominaciones y programas de trabajo.
El director del Instituto de Investigaciones Jurídicas, Pedro Salazar Ugarte, y la directora de Ciencias Políticas y Sociales, Angélica Cuéllar Vázquez, están cumpliendo con los requisitos exigidos por la convocatoria, pero la relación personal, institucional y de poder del rector Graue con la Junta de Gobierno y en Palacio Nacional ya resolvió su reelección.
La aprobación buscada y conseguida por Graue en Palacio Nacional sería el mejor homenaje universitario a los 90 años de autonomía de la UNAM conseguida en la lucha por jóvenes estudiantes en 1929. No sería la primera vez en que el rector en funciones busca el aval presidencial, pero sí la ocasión propicia para que la UNAM reforzara su autonomía del poder como una forma de reconocer la lucha por la autonomía.
Aunque no era su intención, la reelección del rector Graue puso en entredicho –para decir lo menos– las funciones institucionales de la Junta de Gobierno y las convirtió en una especie de Oficialía de Partes que deciden a espaldas de la comunidad universitaria de más de 300 mil personas. Los miembros de la Junta son designados a propuesta… del rector en funciones para designar rectores. Y aunque hay una pluralidad de comunidad y todos ellos tienen carreras propias muy destacadas, las designaciones y las tareas de la Junta suelen representar los intereses del rector en turno.
La Junta de Gobierno es la coordinadora de la designación del rector por cuatro años y otros cuatro de reelección. Pero existe un círculo vicioso: el rector promueve nombramientos de junta de gobierno y la Junta designa a rectores. Y la tarea de la Junta de Gobierno se extiende a la designación de directores de Escuelas y Facultades, con lo cual la élite que gobierna el mando central y descentralizado de la UNAM constituye una verdadera red de grupos de interés.
La injerencia presidencial es sutil o atrabancada. De 1973 a 2019 ha habido nueve rectores designados con el aval o la avenencia presidencial en turno, con dos casos significativos: del gabinete presidencial de Zedillo salió la nominación de Juan Ramón de la Fuente Ramírez a finales de 1999 con la consigna de permitir la entrada de la policía para reprimir y arrestar a los líderes estudiantiles del Consejo General de Huelga que tenían tomada la Ciudad Universitaria en protesta por el alza de cuotas. Y de la rectoría saltó José Narro Robles en noviembre de 2015 al gabinete presidencial de Peña Nieto y luego en 2011-2012 a precandidato presidencial del PRI a la presidencia.
El presidente López Obrador, en el escenario de su propuesta de cambio de régimen, enfrentaría la posibilidad con la designación del rector en noviembre próximo de reorganizar la organización interna de la UNAM. Si bien el tiempo se le vino encima, podría aplicar el modelo de 1944: ante la existencia de dos rectores designados por un Consejo Universitario dividido, el presidente Manuel Avila Camacho promovió la configuración de una Junta de Exrectores para administrar la UNAM y crear los cambios institucionales y legales internos. Hoy una Junta de Exrectores podría reestructurar la UNAM.
Atrapada entre los viejos priístas que controlan áreas de la UNAM –Graue como designación directa de Narro Robles en 2015–, los grupos de poder del PRD, el nuevo grupo de poder del partido Morena, las representaciones de grupos radicales armados de la izquierda y ultraizquierda y las bandas delictivas que se aprovechan de la autonomía como extraterritorialidad, la UNAM es un polvorín que podría estallar a la menor chispa. La estabilidad depende del reparto de posiciones de poder como botín de guerra.
Como Graue pacto su reelección en Palacio Nacional y no en la Junta de Gobierno, entonces llegarán a la UNAM otros cuatro años de pasividad y mantenimiento del statu quo de la red de intereses de élites universitaritas y de grupos de poder formal y delictivo. Y la 4T desperdiciaría la oportunidad de la reorganización institucional de la UNAM que dese 1968 operó como institución del PRI.
Y los precandidatos Salazar y Cuellar están avalando el juego de poder de Graue reelecto ya en Palacio Nacional.
Advertencia. Uno de los miembros del cinturón de paz de CDMX que usó la regenta Claudia Sheinbaum ha advertido que no puede desobedecer la orden de ir otra vez a vigilar marchas violentas, pero que cualquier agresión física –de un rasguño hasta la posibilidad de la muerte por las armas no convencionales de los marchistas– llevaría a través de su familia a una demanda multimillonaria contra el GCDMX porque fue contratado para trabajo de oficina y no para policía sin entrenamiento ni armas de protección.
Política para dummies: La política es el reino de lo compromisos en la zona oscura del poder.
@carlosramirezh