Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
Las autoridades municipales de la capital utilizan el primer cuadro del Centro para sus muy diversos fines: para medir sus fuerzas entre grupos políticos, exhibir el control de los contingentes -a mayos fuerza mayor el número del comercio ambulante-, para hacer los cierres de campaña y como espacio de utilería para rodar filmes.
En la calle 20 de Noviembre, frente al Hotel Francia, sobre el pilar que hace las veces de zaguán a un oscuro estacionamiento, junto a la panadería Fidel, se mantiene oculta una pequeña placa de bronce que guarda este anuncio: “En esta casa nació José Vasconcelos”. Los políticos que nos gobiernan, por razones de ingratitud, mantiene oculto el origen del oaxaqueño que pusiera en práctica un sistema para la educación de todos los mexicanos.
Con el confinamiento por la pandemia Covid 19, vuelven las historias del pasado, regresan puntuales para reclamar espacio en nuestra memoria mientras la ciudad se hunde en el silencio de las calles vacías antes del reinicio del ciclo escolar 21-22.
Primeros días de agosto, el calendario marca un nuevo mes, pero en el ánimo de los habitantes están las medidas restrictivas conque el gobierno intenta detener los contagios de la pandemia, la tercera ola del bicho asesino.
De José Vasconcelos me habló un día Andrés Henestrosa, recordó la historia de la campaña presidencial del 29, cuando el pensador mexicano fue derrotado en las urnas por Pascual Ortiz Rubio.
– Ganaron a la mala, con trampas -dijo el maestro frente a una copa de mezcal.
La campaña se presentó en el marco de una elección presidencial especial, de la contienda surgiría el hombre que remplazaría al general Álvaro Obregón, presidente electo asesinado por José de León Toral, católico mexicano, poco después de la elección del 28.
La historia de Vasconcelos es larga, ahí están sus libros, en esta ocasión repito las palabras de una conversación con Henestrosa, intento mencionar el olvido en que la propia Oaxaca tiene a Vasconcelos.
De entrata, me pregunto, ¿Quién recuerda a un derrotado en las urnas? Nadie.
– A la campaña fuimos los hombres de corazón limpio –dijo Henestrosa.
El escritor de Ixhuatán conoció al fundador de la Secretaría de Educación Pública, vuelvo a escuchar sus palabras (recogidas por maría Elisa Ruiz Hernández, en su libro de entrevistas Aproximaciones a la desmesura del alma: Crónicas personales de diez artistas de Oaxaca): “Como todos los indios de México, llegué a la ciudad a buscar educación, yo no hablaba español, le hablé en zapoteco, un paisano me sirvió de traductor, le dije: ‘usted mandó publicar en el periódico la convocatoria para que los jóvenes entren a la escuela, aquí estoy’”.
Puedo ver a Henestrosa, hombre centenario, hablar con pasión.
Para la fecha en que Henestrosa se presentó con Vasconcelos había concluido el periodo de inscripción para las escuelas; le encontraron acomodo en la casa de Antonieta Rivas Mercado; la benefactora pudo educar al pequeño zapoteca en inglés, italiano, francés y en la lectura de los clásicos de la Grecia del periodo clásico.
De José Vasconcelos Calderón cuenta la historia oficial que nació en Oaxaca un 27 de febrero de 1882, que falleció en la ciudad de México el 30 de junio de 1959; fue abogado, político, escritor; el sexto rector de la UNAM, del 9 de junio de 1920 al 12 de octubre de 1921; en el periodo de gobierno del presidente Álvaro Obregón fundó la Secretaría de Educación Pública.
En 1914 José Vasconcelos ocupó la cartera de Instrucción Pública de México, antecesora de la SEP, en el gobierno de Eulalio Gutiérrez; el educador, hijo de Carmen Calderón Conde y de Ignacio Vasconcelos Varela le tocó la nada grata tarea de comunicar a Pancho Villa y Emiliano Zapata.
A Vasconcelos le tocó bailar en tiempos duros, concluida la Revolución; cuenta en “La Tormenta”:
“Después de una serie de sesiones tediosas, porque los asuntos candentes se trataban entre las comisiones de los distintos grupos, la Convención consumó el parto de los montes: eligió presidente por veinte días, mientras volvía a haber quórum, al general Eulalio Gutiérrez, tercero en discordia, candidato de transacción que no solicitó un solo voto, pero que se prestó a cumplir con su deber tan pronto estuvo nombrado.
“Para notificar el doble acuerdo: desconocimiento y retiro del mando de los generales Carranza, Villa y Zapata, y elección de Eulalio Gutiérrez, se nombraron comisiones distintas. Obregón, Villarreal y Lucio Blanco se comprometieron a presentar el acuerdo a Carranza. Y me tocó hacer la notificación respectiva al general Francisco Villa, en compañía de los generales José Isaac Robles y Raúl madero.
“- Hable usted –me dijeron sus dos generales cuando estuvimos a la puerta del carro privado del tren en que Villa despachaba. Y tan pronto como nos sentó y se quedó aguardando, sin preámbulos le dije:
“- Como usted ya lo supondría, general, esta misma tarde la Convención acordó agradecer a usted y a los generales Carranza y Zapata sus servicios tan importantes por la revolución y pedirles que abandonen el mando de sus tropas, poniéndose a las órdenes del presidente provisional, Eulalio Gutiérrez.
“Rápidamente se le inyectaron al general los ojos en la forma en que ya me habían dicho que era habitual en él, cuando le acometía furia homicida. Pero se dominó.
“- Está bien –dijo después de una pausa larga-. Está bien… Dígales –expresó sin mirar a sus generales-, dígales usted que Pancho Villa se va… lo deja todo… esta división que yo he formado… No me llevaré sino veinte hombres… organicen ustedes su Gobierno; pero eso sí… se los advierto: ¡Presidente municipal que yo les capture… lo cuelgo!
El oaxaqueño José Vasconcelos jugó un papel importante en el desarme de los ejércitos de la Revolución, inició la etapa en que se cambiaron los rifles por libros; fue célebre su campaña por armar la biblioteca popular en las comunidades, mandó imprimir millones de ejemplados de la Odisea, de Homero, los libros llegaron a lomo de bestias hasta las poblaciones más recónditas.
En 1921 a la vuelta de Diego Rivera de su estancia en París, Francia, José Vasconcelos ocupaba en cargo de secretario de Educación Pública; Rivera, al lado de otros pintores mexicanos como José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, fueron contratados por Vasconcelos para pintar los murales que fijarían la cultura nacional en muros y edificios, luego de la Revolución.
Tanto hizo por la patria Vasconcelos, que los políticos en su tierra natal lo desconocen.