El último aliento
CIUDAD DE MÉXICO, 22 de agosto de 2019.- Dicen que en los pleitos de familia no hay que meterse, y menos tratándose de una tan disfuncional como la de Morena. Sin embargo ahí hay un tema de fondo: la reelección.
Es falso que Martí Batres haya sido “depuesto” de la presidencia del Senado, como erróneamente se informó en algunos medios.
Por tradición parlamentaria cada año se cambia la presidencia de la mesa directiva del Senado, y por lo general se turnaba un año para cada una de las principales fuerzas políticas. Era lo razonable en un contexto democrático.
Ahora no fue así: dos años consecutivos para Morena.
El enojo de Martí Batres y otros que lo acompañan es porque no lo van a reelegir a él como presidente del Senado, sino que será otra persona, senadora de su propio partido, por cierto.
Ahí está el punto: es la reelección.
Batres se quiere reelegir.
Muñoz Ledo se quiere reelegir.
Polevnsky se quiere reelegir.
Bonilla se quiere reelegir (y sin pasar por las urnas).
¿No lo vemos?
¿Quién más se quiere reelegir?
O a pesar de su intención firmada ante notario (como Chávez) de retirarse al final de su mandato, ¿a quién le va a pedir el pueblo que por favor se reelija o extienda su periodo?
En la cámara de Diputados Dolores Padierna planteó reformar la reglamentación interna para que ese órgano legislativo sea presidido, siempre, por el partido mayoritario.
Y que Porfirio Muñoz Ledo se reeligiera al frente de la presidencia de Cámara.
Muñoz Ledo de inmediato se apuntó y se dijo presto a “servir a la patria” en ese cargo por los años que sean necesarios.
Ahí están los “demócratas”: siempre exigieron respeto a la pluralidad y a las minorías… hasta que fueron mayoría.
Estuvieron en contra de la reelección, cuando en el poder no estaban ellos.
Ayer Martí Batres y Muñoz Ledo se tomaron una foto con la leyenda: no al golpismo en el Senado. ¿Cuál golpismo? No se reeligió Batres y eso fue todo.
El propio Batres subió a redes una imagen en que aparece acompañado por John Ackerman, quien le fue a manifestar su solidaridad.
¿Solidaridad en qué? En la reelección.
Bonitos demócratas.
La dirigente de Morena, Yeidkol Polevnsky, también se solidariza con Batres en su afán reeleccionista y ella misma busca la reelección al frente de su partido.
Polevnsky ha defendido a capa y espada la “Ley Bonilla” de Baja California, mediante la cual el gobernador electo por dos años va a extender su mandato a más del doble: cinco años para el morenista.
“El pueblo de Baja California lo pide”, ha sostenido Polevnsky, y va la extensión de mandato del gobernador Bonilla.
No son juegos de niños los que realizan, a pleno sol. los sectores más radicales e influyentes de Morena.
Son los que van a promover la extensión del mandato del actual presidente, si logran refrendar la mayoría calificada en la Cámara de Diputados en las elecciones intermedias.
El mandatario lo niega, porque así es el ritual.
Recordemos que era tradición entre los romanos que el futuro César rechazara una o dos veces la toga púrpura de emperador, y acceder luego de la insistencia de los senadores.
O para no ir tan atrás en la historia: en 2000 el jefe de Gobierno negó una y otra vez que sería candidato presidencial: “denme por muerto”, decía.
Y luego lo vimos en la boleta electoral con las consecuencias que todos conocimos: una “presidencia legítima” que boicoteó a la administración del ganador.
Es el mismo personaje que hoy afirma que no se reelegirá ni tratará de extender su mandato.
Mientras el presidente rechaza la toga púrpura, los sectores más radicales y antidemocráticos de Morena cierran filas en torno a la reelección de Martí Batres, de Porfirio, de Yeidkol, de Bonilla.
No hay sorpresas, ni las habrá.
Grabemos la frase del padre Solalinde, en apoyo a que Batres permanezca en el cargo, contra la tradición parlamentaria y la normalidad democrática: “Es indispensable que siga al frente de la conducción del Senado para que continúen y se profundicen los cambios”.
Más claro, ni el agua.
Preparan el terreno para la reelección presidencial.