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Periodismo Trascendente:
Con la misma fe inquebrantable, la incuestionable humildad y el profundo amor y respeto que tenemos los católicos hacia Dios Padre, Dios hijo y Dios Espíritu Santo, es decir, un solo Dios verdadero en tres personas distintas, los mexicanos y, específicamente, los oaxaqueños, nos regocijamos, hoy como siempre, para venerar a Santa María de la Soledad, reconocida como Patrona de Oaxaca, desde que fue declarada como tal, hace 114 años, a partir de 1909.
Así como lo hacemos año con año, el 8 y 12 de diciembre, para venerar a Santa María, en sus advocaciones de la Inmaculada Concepción, mayormente reconocida como la Virgen de Juquila y Guadalupe, respectivamente, hoy, el pueblo católico del mundo entero, pero sobre todo de México y de Oaxaca, se regocija, una vez más, para honrar y venerar a Santa María de la Soledad.
La inmensa mayoría de los católicos, para no decir todos, estamos de fiesta, para venerar a Santa María de la Soledad, principalmente en la Basílica, erigida en su honor en la ex ermita de San Sebastián y hoy barrio del Peñasco, donde en 1543, es decir, hace 480 años, casi cinco siglos, fuera encontrada la venerada y milagrosa imagen de «Nuestra Señora de la Soledad al Pie de la Cruz», junto con la representación de «Nuestro Señor Jesucristo Resucitado», que se venera en el Carmen Alto.
Es impresionante, ver como la veneración a Santa María de la Soledad, desborda el espíritu festivo de los católicos y se hace presente a través de diferentes expresiones de fe, que conmueven hasta el más incrédulo, o al «ateo, por la gracia de Dios», para postrarse a los pies de Nuestra Madre Santísima, que vivió en carne propia, ese dolor que sufre toda madre cuando pierde un hijo, y que, en este caso, llenó de dolor y luto el corazón de la Madre de Jesucristo, al presenciar, la muerte de su hijo en la Cruz; el Dios hecho hombre, el verdadero hijo de Dios, el Mesías Salvador, de quien celebraremos su nacimiento en unos días más, con la Navidad.
Es muy difícil y hasta casi imposible de imaginar, el intenso y agudo dolor, que sintió la Siempre Virgen María, al ver a su hijo crucificado, después de haber sido condenado injustamente por el pueblo judío, que de pueblo elegido se convirtió en pueblo deicida, por el crimen atroz y cobarde del Dios verdadero; hecho inaudito, considerado a través del tiempo y de los siglos, como el más horrendo e injusto de la humanidad.
Y si cuando un hijo pierde a una madre o a un padre, se le llama huérfano y el dolor físico y espiritual que experimenta por esa pérdida irreparable, es incalificable, cómo llamarle a Santa María de la Soledad al perder a su hijo primogénito tan vilmente, porque antes de crucificarlo, lo vejaron, humillaron, azotaron e insultaron, como si se tratara del más temible y desalmado criminal, porque no quisieron reconocer nunca, que era el Rey de Reyes, el verdadero hijo de Dios hecho hombre.
Por eso, con esa fe que crece cada día más y más, la grey católica oaxaqueña, que es la inmensa mayoría de los aproximadamente cuatro y medio millones de oaxaqueños, diseminados a lo largo y ancho del territorio edtatal y en cada una de los ocho regiones, están de fiesta y llenos de alegría, para celebrar en grande a la Patrona y Reyna de Oaxaca.
Los fervientes católicos, se han volcado, materialmente, a los pies de Santa María de la Soledad, para pedirle su intersección, ante su hijo, Dios nuestro Señor Jesucristo, y agradecerle todos los favores recibidos a lo largo de nuestra vida y, específicamente, en este año que termina, para que nos alcance su infinita bondad y misericordia.
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