Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 21 de septiembre de 2020.- Pedir la renuncia del presidente López Obrador, exigencia central del Frente Nacional Anti AMLO, resulta, por lo menos, ingenuo.
Una renuncia presidencial es algo olvidado en nuestra historia. Hoy no estamos al borde de una guerra civil como en tiempos de Madero y Huerta.
La exigencia descabellada anula la viabilidad del movimiento, pero no lo borra del escenario. Es una corriente en aumento, insignificante ante el poderío creciente del control presidencial, pero no por ello inexistente.
Frenaaa tensa la liga; se suma a las protestas femeninas y feministas, las tomas de edificios de Derechos Humanos, los conflictos por el agua en Chihuahua, los desplegados de intelectuales y figuras públicas de la cultura, la desesperación ante la pandemia, la crisis económica, la violencia desbordada, y otros brotes de inconformidad, como los dolientes padres de niños muertos por negligencia oficial en el tratamiento del cáncer. Todos, son movimientos que tienen la desventaja de ser inconexos y desorganizados, aunque quizá no lo vayan a estar así toda la vida.
Públicamente el presidente desdeña, con sarcasmo, el plantón de Frenaaa. Lo envía al rincón del conservadurismo y lo reta a medir fuerzas en las próximas elecciones. “Vamos a cuidarlos, están en su derecho a manifestarse” afirma y recomienda a los inconformes pedir a legisladores adelantar la fecha para la consulta de revocación de mandato para que el pueblo apoye, otra vez, a los partidos políticos caracterizados por la negligencia y la corrupción.
Pero López Obrador también sabe que en política no hay enemigo pequeño. Su historia personal lo prueba.