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OAXACA, Oax., 14 de febrero de 2021.- Este año se celebra el bicentenario de la consumación de la Independencia de México, el mayor de nuestros procesos fundacionales. Si 2010 fue el año del bicentenario de su inicio y del centenario de la Revolución mexicana, 2021 no puede pasar desapercibido por la magnitud de lo que representó la gesta insurgente que soñó y concretó la idea de una nación independiente, libre y soberana. Luego de tres siglos de dominio español, el movimiento independista que en un primer momento encabezaron don Miguel Hidalgo, José María Morelos, doña Josefa Ortiz de Domínguez e Ignacio Allende, planteó algo que parecía imposible para el orden social establecido: un país independiente donde lo que existía era un Virreinato promotor de la explotación de los indígenas y cualquier cantidad de injusticias bajo el argumento del poder real. La herencia de la Colonia era la esclavitud; la ruta de la Independencia era la libertad.
Entre los próceres independentistas, hay uno cuyo destino está unido a la vida política de Oaxaca por ser éste el estado donde terminó sus días. Vicente Guerrero Saldaña, el consumador de la Independencia, tiene un lugar entre nuestros héroes pues, si bien no nació en nuestro territorio, aquí entregó su espíritu luego de la vergonzosa traición de la que fue objeto. Cada 14 de febrero se le conmemora como el magnánimo ser humano que fue en Cuilápam, lugar que lleva su apellido. El héroe de Tixtla fue descrito puntualmente por uno de sus paisanos ilustres, que habría de nacer años después de su fallecimiento, el brillante escritor liberal Ignacio Manuel Altamirano: “Este capitán era joven también y de aspecto gallardo, trigueño, alto, esbelto, no parecía, por su traje y por su manera de hablar, costeño; más bien revelaba desde luego su origen indígena o mestizo, lo que se conocía por su nariz pronunciadamente aguileña, por sus pómulos salientes y por sus cabellos lisos, negros y grandes, formando un crecido tupé sobre la frente”. Un héroe, que en el estudio historiográfico posterior ha sido reivindicado como un miembro de la tercera raíz cultural mexicana que es la del pueblo afrodescendiente.
Un oaxaqueño eminente, el intelectual Carlos María de Bustamante, describe en estos términos a Guerrero: «Un hombre que se presenta en el teatro de una revolución y en un país, cuyos recursos se hallan agotados por la guerra; que se ve rodeado de enemigos tanto interiores como exteriores … sufre toda clase de trabajos y privaciones por espacio de seis años en los bosques y cañadas; siendo objeto de la más tenaz persecución de las mejores tropas y jefes del gobierno: que logra reunir una fuerza de cuatro mil soldados en la extensión de más de doscientas leguas: que los disciplina, arma, y sitúa en los mejores puntos militares: que coadyuva con ellos eficazmente a hacer la independencia mexicana, y que por último ocupa el asiento de la primera magistratura de la Nación; es sin duda uno de aquellos fenómenos en política…”. A los ojos de este observador de la Independencia y sus postrimerías, la vida de Guerrero encarna en sí misma un ideal: la sobrevivencia en un país de peligros inimaginables y recursos escasos, pero de sueños e ideales gigantescos.
Guerrero se hizo estratega militar de la mano de Morelos, pues fue uno de sus capitanes. Desde 1812 ya se distinguía como uno de los hombres fuertes que contribuía a la lucha insurgente. La muerte de Morelos en 1816 asesta un duro golpe al Ejército Insurgente pues el autor de los “Sentimientos de la Nación” era además del estratega en jefe un líder moral de la gesta por la Independencia, y aunque varios líderes se rindieron ante su deceso, Guerrero mantiene su lucha en los territorios del sur del país. La estrategia realista se desdoblaba por la vía de las armas y por la vía de la conciliación. En la represión estaba al mando Félix María Calleja y encabezando la política de indultos el virrey Juan Ruiz de Apodaca. La anécdota es conocida: el virrey envió un indulto a Guerrero a través de su propio padre, Pedro Guerrero, a lo que el héroe de Tixtla respondió: “Señores, este es mi padre, ha venido a ofrecerme el perdón de los españoles y un trabajo como general español. Yo siempre lo he respetado, pero la patria es primero”. Pocos apotegmas como éste han marcado tanto la trayectoria de la nación mexicana y se han inmortalizado con letras de oro en las sedes legislativas donde se discute el futuro de México, un proyecto que en la mente de Guerrero siempre ocupó el primer sitio.
Sin una figura como la de Guerrero es difícil, si no imposible, concebir el éxito de la gesta heroica iniciada el 16 de septiembre de 1810. Las dotes de Guerrero no solo eran militares sino también políticas, combinación semejante a la de su mentor Morelos, y que habrían de tener otros grandes hombres del siglo XIX. Guerrero supo persuadir a sus enemigos, y gracias a esta habilidad es que logró el episodio que todos recordamos desde que nos lo enseñaron en la primaria: el abrazo de Acatempan con Agustín de Iturbide y más allá de esta imagen épica lo que supuso pragmáticamente: la promulgación del Plan de Iguala que fundía a los ejércitos en guerra en el Ejército Trigarante basado en tres principios: religión, independencia y unión. Supo ceder en sus ambiciones para anteponer un proyecto incluso si éste no lo favorecía inmediatamente, lo que de hecho se comprobó pues el primer jefe de Estado de México fue Iturbide en calidad de emperador, lo que hasta hoy en día es contrario a la idea de un país libre.
Aunque duró apenas poco más de ocho meses, la presidencia de Vicente Guerrero fue una gestión transformadora. Guerrero fue el segundo presidente de México después de Guadalupe Victoria. Llegó a esta posición luego del descontento que había generado la elección de Manuel Gómez Pedraza, en una época en que las logias masónicas tenían un peso fundamental para decidir al ganador, pues el sistema de elección era indirecto. Guerrero puso énfasis en la educación gratuita como eje de su mandato, pero también, y sin duda el mayor logro de su gobierno fue el decreto del 15 de septiembre de 1829 sobre la abolición de la esclavitud, que formalizó la propuesta de don Miguel Hidalgo de 1810, pero ya en la era del México independiente. Al abolir la esclavitud México se adelantó a países considerados más civilizados como los Estados Unidos, cuyo movimiento antiesclavista llegaría décadas más tarde y al costo de una guerra civil.
Por todo lo anterior, es que Guerrero es uno de los mayores héroes mexicanos y un símbolo de libertad que descansa en Cuilápam, donde cada año en este día los poderes de los estados de Oaxaca y Guerrero le rinden homenaje póstumo. En esta ocasión del 190 aniversario luctuoso del héroe de Tixtla también se cuenta con la presencia del presidente de la República y un invitado especial, Martin Luther King III, hijo del coloso de Montgomery, férreo defensor de la igualdad racial en Estados Unidos y símbolo universal de justicia. No queda más que recibirlo con honores en Oaxaca, tierra de libertad, tierra de Juárez, pero también de Guerrero, nuestro héroe mulato.
@pacoangelm