Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
Periodismo Trascendente:
Por sobre cualquier interés mezquino, por fuerte que sea, debe prevalecer el imperio de la ley y la preservación del Estado de Derecho; y, en un régimen, aparentemente democrático, debe y tiene que imponerse por encima de grupúsculos radicales y violentos como el de Santo Domingo Teojomulco.
Y, precisamente por esto, resulta menos explicable y más aún injustificable e imperdonable, que el Estado, que tiene la obligación ineludible de garantizar la paz, la tranquilidad y la seguridad de todos y cada uno de los aproximadamente 4 millones y medio de oaxaqueños, no hayan actuado «con toda la fuerza del Estado», como se requería, la mañana del pasado martes.
La violencia, estallada una vez más, por enésima ocasión, por pobladores del municipio de Santo Domingo Teojomulco, azuzados por «organizaciones de izquierda», plenamente identificadas y, presuntamente, por el diputado federal morenista, Daniel Gutiérrez, no tiene límites.
Aunque no es la primera vez, porque lo han hecho en múltiples ocasiones, la violencia estallada, rebasó los límites, al grado de sembrar el terror entre los oaxaqueños, incluyendo niños y mujeres, tanto de la ciudad de Oaxaca como de otras poblaciones cercanas, que resultaron víctimas de atropellos, agresiones y violaciones a sus más elementales Derechos Humanos.
Ya ni se diga, en contra de los trabajadores del gobierno del Estado, que prestan sus servicios en Ciudad Judicial y Ciudad Administrativa, hasta donde llegan, constantemente, grupos de inconformes y también hordas como las de Santo Domingo Tejocomulco, que los ven como sus enemigos y contra los que hay que desatar toda la furia y saciar la venganza, que les han inyectado hasta la médula.
Como lo han hecho siempre, cuantas veces se desplazan de su lugar de origen, enclavado en la Sierra Sur de Oaxaca, hasta las instalaciones de los complejos conocidos como Ciudad Administrativa y Ciudad Judicial, o cualquier otra instancia gubernamental, para exigir bajo la presión, el chantaje, la extorsión, la intimidación, la violencia y el terror, «obras sociales» y la solución de diferentes conflictos, en supuesto beneficio de los pobladores.
El adoctrinamiento, al que han sido sometidos intensamente los grupos de agitación, choque y desestabilizadores de Santo Domingo Teojomulco, que prácticamente los han enajenado y bajo esta situación, difícilmente razonan y, consecuentemente, menos entienden que la violencia genera violencia y que no es la mejor forma para hacerse escuchar, porque ni con gritos, ni con estos desmanes, los escucharán en el desgobierno de Jara, porque pareciera que están sordos y ya no escuchan nada ni a nadie.
Todos estos factores, hacen que cada vez se radicalicen más y más, sean más violentos y desaten toda su furia en contra del pueblo del que forman parte y que no afecta en nada a sus «iguales», ahora investidos de gobierno, cuyos «servidores», o mejor dicho, vividores, se muestran indiferentes, porque no les importa en lo más mínimo, lo que le ocurra a casi 4 millones y medio de oaxaqueños y por ende a Oaxaca. Armados hasta los dientes, con palos, machetes, resorteras y piedras, como si fueran a cazar animales salvajes y cubiertos del rostro, para no ser identificados, al muy peculiar estilo de los miembros de células criminales y del autodenominado EPR o el FPR, entre otros.
Ya basta que la Ciudad de Oaxaca y otros puntos de la entidad, sean sitiados por grupúsculos radicales, extremistas y de permanente agitación y desestabilización, que sirven dócilmente a intereses bastardos , totalmente ajenos a Oaxaca.
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