Aunque lo nieguen, sí hay terrorismo
OAXACA, Oax., 30 de julio de 2017.- Después de las apoteósicas fiestas de la Guelaguetza, su constelación de bien desahogados eventos y apreciables resultados, con todo y sus vicisitudes, es tiempo de volver a la otra realidad. Como todas, esa otra está hecha de hechos, textos y contextos.
En los hechos, dados en contextos conocidos a través de textos, la sociedad y el estado oaxaqueños se mueven en varias dimensiones.
En la dimensión de la agenda internacional, entre otras cuestiones, es importante seguir el curso de las inminentes negociaciones en torno al Tratado de Libre Comercio de Norteamérica. Su correlación con las inversiones y, sobre todo, con el sector agrario mexicano y oaxaqueño es relevante. El tema de la migración centroamericana y la situación de los oaxaqueños en Estados Unidos merece máxima atención, no solo por sus generosas remesas en dólares. Tragedias como la de los migrantes –paisanos– muertos en el trailer en San Antonio sobrecogen el alma sureña y merecen al menos un luto simbólico. No todo es fiesta.
En la dimensión nacional, la agenda se concentra cada vez más en la temporada electoral 2017-2018.
En medio de tantas cosas en juego, es claro que una de las principales, además de la estabilidad macroeconómica y el desequilibrio meso-social, es la contienda entre el texto neoliberal y el socialdemócrata. Hasta ahora, el segundo lidera las preferencias. Y no podía ser de otra forma a la luz del bajo desempeño de la economía y la persistencia de la desigualdad, pobreza, crimen, corrupción e impunidad que se atribuyen al primero. Por ello, en apariencia, el texto neoliberal está agotado, más agotado no equivale a muerto. Aun así, la experiencia enseña que ninguna elección se define desde un año antes y que un proceso electoral tan prolongado como lo es el mexicano ofrece mucha incertidumbre y cambio de humores públicos camino a las urnas. Desde luego, el reajuste y realineamiento en curso de partidos y aspirantes a las candidaturas aportará mejores elementos de juicio. Vale tener presente que en la lucha política el error paga y pega doble.
Para la acción, la conducción y el análisis de la inminente competencia electoral, su complejidad será inédita y desafiante considerando la concurrencia de comicios locales y federales. Sin duda, la gobernabilidad estará en juego. Piénsese, por ejemplo, que un triunfo presidencial de Morena lo dejaría, en el mejor de los escenarios, sin mayoría en las dos cámaras del Congreso de la Unión y, acaso, pero muy difícilmente, con apenas 9 de 32 gubernaturas en la bolsa, lo mismo que un mosaico plural en congresos locales, ayuntamientos y alcaldes de la Ciudad de México. ¿Cómo gobernar en semejante condición? Ahí la clave podría estar en la figura del gobierno de coalición. Nótese que, en cualquier escenario posible, el PRI continuará jugando un papel indispensable.
En la dimensión local, el abanico de temas de agenda es bastante amplio y retador.
No solo negociar un buen presupuesto federal 2018 sino mostrar buenas cuentas 2017. No solo pedir sino convocar a la productividad, la fiscalidad, la empresa y la comunidad. No solo prometer y empeñarse en las grandes obras de infraestructura carretera, turística y de energía sino en mantener en buena y tangible condición la que se ya se tiene. Y no sólo infraestructura sino mejor superestructura, es decir, diseño legal y ajuste organizacional, más mínimo orden social sumado a creencias saludables. Como dijo mi tía la del mercado, “no todo es dinero hijo”. Gobierno también es ser y estar cercano y cotidiano, pendiente y transparente, raudo y eficaz. Recordar que quien no está, no es y no podrá ser. Se requiere, de manera urgente, más acciones pequeñas y medianas, inmediatas y eficientes.
Que bajen recursos y apoyos, si claro, pero que bajen igual los legisladores porque se presenten, investiguen, controlen y legislen sobre lo urgente y lo importante. Que los administradores se conviertan y operen, de algún modo, en forma de movimiento social institucional, y no en impersonal y cómoda red virtual. Que los gestores, mediadores y conciliadores acudan al barrio y la colonia. Que la justicia se suba a la motocicleta y recorra las regiones. Que se note que hay compromiso y sensibilidad social, resultado e impacto. Que tenemos plan y programas. Que podemos innovar. Qué sabemos los fines, aplicamos procedimientos y contamos con los medios para concretarlos.
No olvidar que gobernar es prever y resolver.
Así es que prever los escenarios del 2018 equivale a dibujar 2021 y, por qué no, 2024.
Pero antes hay que resolver los legados de 1986-2016 y ejecutar bien 2017. Hay que ser para estar, y hay que estar ahí para poder ser. Otra vez, los oaxaqueños tenemos todo para hacerlo, estar y ser. Nada más no nos despeguemos de la realidad. Mejor volvamos a ella.