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El Ciruelo, Pinotepa, Oax. 1 de noviembre de 2010 (Quadratín).- La Danza de los Diablos es en los pueblos de origen afromestizos de Oaxaca la bienvenida a los muertos. Las almas de los difuntos en comunidades como El Ciruelo son recibidas con música, porque su presencia entre los vivos es motivo de alegría.
Así, en este rincón de Oaxaca, los habitantes de esta zona viven su propia festividad. La danza de los diablos es un ritual protagonizado por un promedio de veinte individuos, entre ellos, dos personajes que se distinguen por su activa participación: El Terrón y la Minga, pareja sentimental que obliga a sus caporales a bailar en rededor de un toro, artefacto construido de forma cacera con cartón y madera, a quien tras cantarle faena, uno de los lacayos torea como torear a la muerte.
De acuerdo con Rufo Rojas, precursor y organizador de este baile que se hace acompañar por música de tambor y flauta, los diablos es una antigua tradición mediante la que sus antecesores homenajeaban a los muertos.
Danzamos para que nuestros muertos visiten el mundo de los vivos, y para que ellos también participen de la fiesta y la alegría que nos genera tenerlos nuevamente entre nosotros, explicó.
En las casas, los habitantes instalan vistosas ofrendas, altares que iluminan con veladoras y comida de la región. El olor a pan recién horneado inunda las calles, y en el sopor del medio día es propicio para conversar entre vecinos y parientes. Se espera así el paso de Los diablos, cuya danza recorre la comunidad casa por casa, dándole un toque permanente de festividad durante tres días.
En el baile participa también la gente del pueblo, que juega con Los diablos, bailando o animando sus ritmos. El último día, todos se reúnen en la entrada del panteón, pues es la despedida de las almas, que acudieron como cada año a estar entre los vivos.
La creencia es que con la música se acompaña su regreso a la vida celestial.