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México no se arrodilla ante EU, ya está postrado ante el narco
Oaxaca, Oax. 11 de agosto de 2013 (Quadratín).- El Príncipe de los Estados modernos de hoy, se enfrenta, en primer lugar, a un Estado imperial de una enorme capacidad de dominio como son los Estados Unidos de Norte América, y un naciente poder estatal que lo representa el Estado de la República Popular China, además se enfrenta a la terrible amenaza del terrorismo, del crimen organizado, a las grandes organizaciones de los hombres de negocios y medios de comunicación que se han convertido en verdaderos retos para el poder político del Estado.
Además de lo anterior, el Príncipe Moderno se enfrenta a los grandes problemas que produce el hombre asociado, producto de su ilimitado deseo de posesión. Así, se debe enfrentar a los grandes deterioros del ambiente y de la naturaleza, al proceso de pauperización del hombre, México es el ejemplo, con más de cincuenta millones de pobres, también se enfrenta a un nuevo ser humano individualista y consumidor, así como a una ciudadanía demandante y a las nuevas tecnologías de la comunicación que potencian al ciudadano y al ser humano en general.
En este contexto de la situación en que gobierna el Príncipe Moderno, vale la pena recordar que hace quinientos años más o menos en el mes de agosto de 1513 Nicolás Maquiavelo inició la redacción de su opúsculo titulado El Príncipe, en cuyo honor iniciamos una serie de artículos que buscan aprovechar y dar a conocer las grandes aportaciones de Maquiavelo para hacer de los gobernantes más eficaces y que logren su objetivo final: El engrandecimiento del Estado su conservación y sobre todo, que los hombres vivan en paz y en prosperidad. Guiándonos por la lectura de El Príncipe podemos derivar consejos útiles para los gobernantes de hoy.
Es menester aclarar que el Príncipe Moderno puede ser un sujeto, por ejemplo, un Presidente de la República, el Gobernador de un Estado o una Provincia, como por ejemplo Oaxaca, el Presidente Municipal ó el líder de una Comunidad; o referirnos al Partido Político gobernante ó a un Parlamento.
Para considerarse un buen Príncipe es necesario partir de la idea sobre la naturaleza humana, pues siempre el gobierno es sobre hombres o sobre seres humano, las cosas no se gobiernan se administran.
Sobre este tema hay enormes discusiones, sin embargo, Maquiavelo es enfático y no duda considerar al hombre como un ser perverso, malo, depredador y que está siempre dispuesto a mostrar su maldad cada vez que encuentre la ocasión para ello, porque puede decirse que todos los hombres en general son ingratos, falsos, inconstantes, cobardes ante el peligro y ávidos de ganancias. En tanto que les haces el bien, están a tu disposición, te ofrecen su sangre, sus bienes, sus vidas, sus hijos, como ya he dicho, cuando no los necesitas; pero, así que te hallas en peligro, se sublevan. (Maquiavelo, Nicolás. El Principe. Editorial Colofón, México, 2007, p.55).
Como, entre millones de seres humanos en la historia, sólo se han encontrado algunos hombres buenos, cuando lo hemos encontrado los sacrificamos, como es el caso de Cristo, por ese sacrificio mucha gente lo considera Dios. Los seres humanos somos tan conscientes de nuestra maldad que a este hombre bueno, necesariamente es un Dios.
Ante esta naturaleza del ser humano, el gobierno de los mismos se convierte en una verdadera proeza de virtud, de capacidad, de conocimiento, de habilidad, de sentido común, del conocimiento, de la debida utilización de las tecnologías. El gobierno se convierte en un verdadero arte. Tan sólo habría que imaginarse de cómo gobernar a estos hombres que viven asociados y que la pasión, más que la razón domina sus actos.
Para obtener este maravilloso arte el Príncipe, necesariamente, debe recurrir a los grandes pensadores de la historia, a los filósofos políticos, a los literatos y sobre todo a los ejemplos de los grandes gobernantes, abrevar de sus experiencias y de sus conocimientos, porque un iletrado tiene grandes posibilidades de ser un mal gobernante, por ello, el florentino está muy consciente y estamos de acuerdo con él: La Historia es la madre de la experiencia y del conocimiento.
Así, el Príncipe además de sus propias habilidades naturales deberá de emular a los gobernantes exitosos y de los conocimientos vertidos por los grandes pensadores, de este modo conocer del ejercicio de gobierno de un Alejandro El Magno, de un Julio César, de un Bismark, de un Lenin, de un Churchill, de un Napoleón, de un Juárez, por mencionar algunos, así mismo, conocer de las grandes aportaciones de un Kautilya, de Platón, de un Confucio, de un Aristóteles, de un Tácito, de un Séneca, de un Cicerón, del propio Maquiavelo, de un Marx, de un Hobbes, de un Spinoza, de un Locke, de un Montesquieau, de un Rousseau, de un Stuart Mill, por mencionar sólo algunos de estos grandes pensadores.
No estamos sugiriendo que los gobernantes sean los filósofos políticos como había sugerido Platón, ni tampoco que tengan un conocimiento académico, sino tan sólo un conocimiento útil de la historia y de la filosofía política. El conocimiento es indispensable para ser un buen gobernante.
Conjuntando las dos consideraciones anteriores, el conocimiento de la naturaleza humana y el conocimiento de la historia del hombre, se puede determinar las necesidades iníciales de todo buen gobernante: La virtud del conocimiento.
La virtud del conocimiento es importante para Maquiavelo, de tal manera que su libro, El Príncipe gira alrededor de la idea de un dominio de la conducta del gobernante. Alrededor de esta idea del dominio de la conducta del Príncipe ha nacido una tendencia de denostación sobre el italiano, así, es calificado de maquiavélico quien hace el mal voluntariamente, quien logra, con éxito manipular a su prójimo, esta idea es totalmente errónea pues el Príncipe no adquiere el conocimiento de la historia para hacer el mal en sí, sino para tener éxito en la conservación y engrandecimiento del Estado.
Por cierto, para tener éxito en las condiciones actuales de la política, es menester buscar siempre el engrandecimiento del Estado. El Príncipe Moderno fracasará en su política sino cuenta con una poderosa organización estatal, y cuyo primer objetivo es la conservación del propio Estado.
El Príncipe Moderno no puede tener otro objetivo que el engrandecimiento del Estado, que significa orden político para la paz y el bienestar del ser humano, en caso contrario, el desorden, la anarquía, benefician a los factores que conducen a la propia destrucción del hombre y de su entorno. Aquellos gobernantes que sólo buscan intereses particulares, no pueden ser considerados estadistas, sino tan sólo un grupo de ladrones.