
¿Hacia dónde va México?
Oaxaca, Oax. 22 de junio de 2013 (Quadratín).- Las expectativas del gobierno del presidente Peña Nieto dibujan el escenario de la crisis nacional: una tasa mediocre de crecimiento económico no mayor a 3%, pero frente a la necesidad de que pudiera ser el doble por razones de empleo y bienestar. Sin embargo, la dificultad se localiza en el modelo de desarrollo actual.
El punto central se encuentra en que el Estado carece de fondos fiscales para invertir, aunque tiene lo suficiente para pivotear áreas de desarrollo. Pero el actual modelo de Estado propietario en algunas áreas se ha convertido en un obstáculo para la inversión privada.
De ahí la necesidad de las dos reformas propuestas por Peña Nieto: la hacendaria para aumentar ingreso y la energética para jalar inversiones privadas. Pero se necesita mucho más. La dinámica de las privatizaciones del sexenio salinista se agotaron rápidamente porque no encontraron otras áreas de inversión.
El país necesita crecer a tasa de 6% anual, como lo fue en los años cincuenta y sesenta, con inflación controlada y estabilidad social. En el largo periodo de 1980 a 2012, la tasa promedio anual de crecimiento económico fue de alrededor de 2.5%.
Las cifras reales hablan de la necesidad de una reorganización del modelo de desarrollo, ya no tanto de reformas parciales, por muy de fondo que se propongan. Primero se tiene que redefinir el Estado, su papel, su función regulatoria y sus políticas sociales públicas basadas en objetivos de bienestar. Pero hoy no se discute la pobreza sino la obligación del Estado de mantener el control de ciertas áreas, aunque no tenga los recursos para dinamizarlas.
Los Estados son piezas fundamentales del modelo de desarrollo, pero a condición de estimular el crecimiento y la inversión. De nada servirá que el Estado sea nacionalista si carece de formas de promover el crecimiento y de garantizar la distribución de la riqueza.
La gran reforma del modelo de desarrollo debe darse en función de las necesidades que se tienen de bienestar y empleo formal, no de herencias históricas. No se trata de regresar el reloj de la conquistas, pero tampoco de ponerlas como condición insalvable.
Desde la crisis de mediados de los setenta el país ha necesitado un nuevo modelo de desarrollo, pero las élites políticas sólo piensan en el poder y no en el desarrollo.
www.grupotransicion.com.mx
[email protected]
Foto: Archivo