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Xochitlalyocan, jardín que resguarda la memoria verde de México
Oaxaca, Oax. 12 de junio de 2013 (Quadratín).- Lo nuevo y lo inmediato, nuestro tiempo. Pero todo tiempo fue así, el tiempo de lo nuevo y lo inmediato. La humanidad entera es corta de memoria e infiel por vocación.
Ahí está la búsqueda incesante de la tecnología y su sueño de descubrir inventos que acorten el tiempo entre el deseo y su consumación.
Si esto del olvido presente le ocurrió a Lobo Antunes que traía el respaldo de editoriales y medios tan significativos en el mundo, Momndadori, El País, ¿qué pasará con la escritura literaria y sus autores en este México de políticos y criminales?
En nuestra individualidad habitamos el canon de los estudios recientes, el buen gusto de la masa y lo políticamente correcto dictados por un desmemoriado. A esto, debo aclarar que uno cree que amanece todos los días y que existe porque se toma el jugo de frutas naturales, una onza, y un desayuno nutritivo bajo en carbohidratos y grasas saturadas, lee el periódico en línea.
Pero algo de la vida de uno se muere, nos lo arrebatan, cuando se hace el día sin internet. Y uno tiene que levantar cabeza, por las razones de lo que sea, sin faceboock y twitter. Y ¡ah, cómo duele!, y cómo se empina el mundo con nosotros a cuestas. Y buscamos nuestra vida en el trasto de la comunicación, tan muerto y tan mudo, tan sólo lleno de letras sin respuestas. Y las horas de la madrugada son tan largas, y el aullido de los perros tan tétrico. Y las sombras tan amenazantes. Y ese ruido del golpear de nuestros dedos en el teclado nos remite al principio del mundo y de todo lo creado, inhumano, antiguo, insalubre. El tiempo del hombre solo frente a la máquina de las palabras, como el primer Adán, que nos aterra y paraliza.