
México y la semana aquimichú
Oaxaca, Oax. 25 de febrero de 2013 (Quadratín).- Contrario a lo que se piensa, la decisión de un hombre de arrebatarle la vida a otro hombre por el amor de una mujer resulta de lo más sencillo de asumir. Es una decisión azuzada por la sobrevivencia. Nada hay más terrible en esta vida que no ser. El amor de una mujer resulta en la existencia del hombre trascendental, básico para la sobrevivencia en estas tierras del desamparo. Una mujer te confirma en este mundo, te hace hombre ante tus ojos y a los ojos de otros hombres. Dejas de ser un número, una cifra, un generador de divisas. Vengo de las tierras donde está prohibido robar; arrebatarle el bien a otra persona. Esta muy mal visto. Si cometes estos actos te segrega la comunidad. No así el asesinato, que te permite ser un individuo frente a la naturaleza humana. El asesinato te otorga pasado y presente, futuro. La pena por el crimen es la cárcel, que no es más que la ausencia del cuerpo. Tu persona se mantiene en tus hijos, tu mujer, tu casa. Ellos te otorgan la libertad que el mundo y las leyes te arrebatan. Robar para comer te convierte en perro dañero. Matar por amor de una mujer te convierte en hombre. Habité las tierras lejanas a mi pueblo, sobreviví. Ahora soy alguien. Soy el hombre que mató por el amor de su mujer. El túnel aquí la luz es un recuerdo entre las ruedas.
Foto: Archivo