Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
Oaxaca, Oax. 20 de febrero de 2013 (Quadratín).- Tiempo de calores en la mesa del café. Las calles de la ciudad andan enloquecidas, muerden a todo aquel que se atreva a caminarlas. La gente, habitantes del insano juicio, bloquean avenidas, parques públicos, cines de la periferia. Estos calores avivan en el mortal el deseo de tirar gobiernos democráticamente electos. El calos hace escurrir la tinta de los periódicos, en los cuadernos de las adolescentes. Las pubescentes, desquiciadas por el calor, habitan la ciudad con un carácter insano y anidan en su pensamiento imágenes de efebos que les transforma la naturaleza. Las perras se vuelven lobas. Las lobas se vuelven locas. Yo camino con la pluma y la libreta pegadas al pecho, al corazón mientras salen volandos por las ventanas de los hospitales pantaletas y brasieres. El patio de los centros culturales no es más que la explanada de las cárceles, los cementerios. Todo lleva un color amarillo insobornable con este tiempo de calores. Calles y hombres y bestias, cosas, andan de un amarillo metálico como pinturas de párvulos. En los camiones del servicio urbano los jóvenes buscan amparo entre las nalgas de las mujeres casadas. En la esquina veo a un viejo que observa los tirantes de una niña con ojos de jacaranda. El tiempo del calor distorsiona las cosas. Los autos se evaporan en la calle, como el misterio de las almas en pena. La cabeza de la gente emprende el vuelo inesperadamente. El calor junta, comunica los cuerpos substancialmente. En la esquina del café un auto desde sus altavoces avienta al vacío propaganda política. Arden los anuncios espectaculares. Una lluvia de fuego intenta reconfortar el cuerpo de los ciudadanos. Todo arde. Levanto el café en medio de una compulsión por beber. Siniestra, generalizada. Me refugio en la sombra blanca de una niña que lee en la mesa vecina un libro con historias de reinas y princesas, caballeros con armadura, caballos que galopan en la madrugada, incansables, por bosque y playas del océano.
Foto: Ambientación