
Juzgar sí es gran ciencia
Oaxaca, Oax. 10 de diciembre de 2012 (Quadratín).-Es alentador ver un atisbo de esperanza. México no puede seguir estancado, marginado y secuestrado por la voracidad de los intereses económicos que nos mantienen atados. Este marasmo tiene nombre: neoliberalismo. Y apellida: desigualdad, privilegios y saqueo.
Más allá de los simbolismos políticos que atrapan la atención de los espectadores de la escena política, no se le puede regatear dimensión al Pacto por México recientemente suscrito. Este acuerdo en términos absolutos pretende democratizar la economía y la política nacional, fortalecer el Estado, y eficientar los derechos sociales. Si bien es cierto que recoge las necesidades y exigencias de la población, también es cierto que alude pero no plantea el principal freno en su implementación: el modelo económico.
ARGUMENTOS
UNO. La política económica imperante rebasa la voluntad y sensatez de los legisladores para impulsar el pacto, se requiere atacar de raíz la causa de está descomposición que acrecienta las desigualdades sociales y deforma las instituciones del Estado. Sustentados en paradigmas absurdos como la ingenua teoría del goteo que supone que la riqueza generada en una élite instantáneamente chispeará de beneficios a los demás segmentos de la población, incoherencia avalada por la pasmosa actitud del Estado mexicano que renuncia a sus responsabilidades centrales y consiente la redistribución de la riqueza a partir del sistema de propiedad, germen esencial de la desigualdad.
El pensamiento neoliberal es un pensamiento derrotado por nuestra realidad. Así lo demuestra un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que revela que en tanto no se crezca no se puede distribuir, pero que en México no se crece porque no se distribuye, y cuando se crece, se distribuye mal. De ahí que el anhelo presidencial de crecer al 5 por ciento para el año entrante resulte utópico de no asumir dos medidas contrapuestas a este modelo económico: 1) centrar las energías en promover el desarrollo social y; 2) generar las bases para el resurgimiento de nuestro mercado interno.
DOS. El neoliberalismo es un sistema atroz de concentración extrema del ingreso que ampara privilegios. Nuestra economía y los ingresos del gobierno están pervertidos, el pago del impuesto sobre la renta (ISR) se convirtió en una tributación exclusiva de los asalariados mexicanos mientras que las grandes empresas son favorecidas de un trato benévolo que se reduce a un 4 por ciento del Producto interno Bruto (PIB), muy lejano a lo que sucede en el arquetipo favorito de los impulsores de este modelo -Estados Unidos de América (EUA)- superior al 12%. En el extremo de los contrasentidos vemos como en EUA un empresario exitoso no le resulta tan atractivo aumentar sus ganancias en razón de que a partir de cierta cantidad es confiscatorio por las autoridades norteamericanas; contrario a lo que sucede en nuestro país que operamos el modelo al revés: los personajes con ingresos más altos no pagan impuestos porque son apadrinados por el gobierno mexicano. En cualquier país que se juzgue democrático la tasa que se cobra sobre los ingresos debe aumentar conforme aumente la cuantía del ingreso (principio de proporcionalidad) para no seguir en la ruta irresponsable de cargarle el peso de la discrecionalidad a Petróleos Mexicanos (PEMEX). No es posible que PEMEX entregue al erario público por concepto de aportaciones fiscales más del 55 por ciento de las ventas totales de la paraestatal. No hay hilo negro, para apostarle a una reforma fiscal es imprescindible revertir la absurda reducción tributaria de la que hoy se valen los ingresos más altos de nuestro país.
TRES. Uno de los retoños del neoliberalismo es el crecimiento desmedido de los renombrados poderes fácticos. México se ha convertido en un paraíso para la banca extranjera que saca ventaja de este anómalo sistema económico, al grado que el 95 por ciento de los bancos que opera en nuestro país son extranjeros. Atraídos por las inmejorables condiciones que les dispensa el gobierno mexicano y en consecuencia, las jugosas ganancias que aquí obtienen. Las filiales mexicanas de la banca extranjera son las más rentables del mundo porque el gravamen que se les aplica es bajísimo, del 28 por ciento, mientras que en los países europeos es superior al 35%. Este saqueo es una de las razones centrales de la involución del país y del desequilibrio en las finanzas públicas.
Las reglas del juego deben cambiar. La construcción de acuerdos tan importantes abren la oportunidad a replantear el camino. México no es parte de una isla ajena a la apertura y la adopción de modelos exitosos de desarrollo, siempre que no abra más la brecha entre millonarios y muy pobres. Los compromisos con los grandes capitales extranjeros deben quedar sujetos a los márgenes de nuestra legislación y privilegiando en todo momento las enormes deudas sociales que agenciamos, de lo contrario, simplemente estaremos dando vueltas a la noria.
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Twitter: @juandiazcarr
Abogado, economista y periodista.
Foto.Ambientación