
Si volviera a nacier, elegiría ser la madre de mi madre
Oaxaca, Oax. 18 de noviembre de 2012 (Quadratín).- A propósito de la creación de la Comisión de anticorrupción propuesta por el Presidente electo Enrique Peña Nieto, vale la pena abordar el tema de la corrupción política. En el Diccionario de Política editado por siglo XXI. México. 2007, define la corrupción política como aquel fenómeno por medio del cual un funcionario público es impulsado a actuar de modo distinto a los estándares normativos del sistema para favorecer intereses particulares a cambio de una recompensa. Corrupción es, por tanto, el comportamiento ilegal de aquel que ocupa una función en la estructura estatal. Si bien es cierto que esta definición no es completa, es decir, no abarca la totalidad del fenómeno de la corrupción política, podemos acordar, con base en ella, que la corrupción es una categoría del poder, de esta manera, todo poder es corruptible, como corruptor; asimismo, no cabe pensar el poder fuera de la corrupción.
Si concebimos a la política como aquella actividad que busca el bien común y la buena marcha de la asociación política de los hombres, luego entonces, la corrupción está fuera de la política, la corrupción empieza por tanto, donde termina la política; es corrupto todo aquello que se sustrae en el ámbito de la política. De esto podemos derivar que la corrupción es la negación de la política, porque ésta es un servicio desinteresado a la sociedad y la corrupción, por el contrario, tiene un interés particular. En política, se pueden utilizar muchos recursos menos el recurso de la corrupción.
De acuerdo a lo anterior, la corrupción no es posible considerarla en términos éticos o morales, ni siquiera económicos, sino que es específicamente político. De esta manera, cuando la corrupción de la política invade a un régimen político, estamos hablando que serán corruptos los pueblos que aceptan que la corrupción se vuelva política o invada a la política, de acuerdo con esto, no pueden ser considerados a los hombres como corruptos sino a las instituciones. Si bien es cierto, la corrupción afecta a las personas y a los políticos, es porque ya las instituciones se encuentran corrompidas, al permitir la corrupción de sus ciudadanos. Dicho con mayor precisión, la corrupción debe ser considerada como opuesto a lo político porque lo político es el devenir público de lo privado, corrupto sería por el contrario el devenir privado de lo público. (Sánchez-Parga José: 2005, p. 482).
De acuerdo a lo anterior, podemos acercarnos a una primera definición de la corrupción política: como aquella apropiación privada de lo público. Así, todo bien común, sea material o moral, que es apropiado para fines privados, se entenderá como corrupción. Siguiendo nuestra argumentación de que los regímenes políticos serían los corruptos o no, o más o menos corruptos, se puede concluir que hay regímenes políticos más corruptos que otros. La pregunta sería cuál de los regímenes es menos corrupto que los otros, para los clásicos de la filosofía política los regímenes más corruptos serían la tiranía, la oligarquía y la anarquía.
Se puede proponer como una primera tesis de nuestra argumentación, que sólo serán o pueden ser corruptos los hombres de Estado, los hombres de gobierno, los hombres de partido y los políticos en general, así, de ninguna manera un ciudadano puede ser corrupto, puede ser un ladrón o un mentiroso pero menos corrupto. Pero lo que es cierto, es que un ciudadano puede ser más malvado en un régimen corrupto que en uno no corrupto, así, toda vida política depende que las instituciones estén o no corrompidas.
Si las instituciones son las corruptas, que corrompen a los hombres, la pregunta es ¿cómo se corrompen las instituciones? En primer lugar, por el uso y el abuso del tiempo en que dura un régimen político, mientras más tiempo duran los regímenes, más corruptos se vuelven. También las instituciones se corrompen por las acciones de poder y la fuerza de un poderoso que es capaz de corromper a todas las instituciones, cómo no recordar la fuerza de corrupción de Antonio López de Santa Anna o de un Porfirio Díaz por mencionar dos personajes históricos. Una vez institucionalizada la corrupción es muy difícil erradicarla, así nos dice José Sánchez-Parga en su libro Poder y Política en Maquiavelo, es tan tenaz e irreductible la corrupción, cuando se vuelve cultural, cuando se metaboliza de tal manera que pervierte la naturaleza cívica de un pueblo, que es más fácil fundar una república donde no hay civilidad alguna que donde la civilidad se halla corrompida. El efecto de la corrupción en una ciudad es similar al que tiene en las personas: les trasforma la naturaleza o manera de ser (p. 483).
Cuando la corrupción penetra en las almas, en los ánimos, en el corazón, en lo interno de una sociedad, erradicarla es tan difícil que no es posible mediante órdenes administrativos o legales, se necesita de una verdadera revolución. Cuando la corrupción ya es una cultura como el caso mexicano, cuando ya está inmersa en las instituciones políticas, en las leyes y en las disposiciones morales, sólo es posible acabar con ella mediante un cambio profundo del régimen político.
La corrupción, desde luego, es factor del excesivo poder que puede tener una clase o una persona, por eso la mejor manera de combatir la corrupción es democratizando el gobierno y democratizando a la sociedad, pero también creando una cultura cívica capaz de irla erradicando. Cabe apreciar también que en sociedades muy desiguales es más factible la corrupción. Si la corrupción es producto de un poder excesivo en manos de uno solo, es posible pensar que también la corrupción puede erradicarse mediante el poder absoluto de uno solo, vaya paradoja en este razonamiento.
Hay que aceptar que la corrupción en nuestro país ya rebasó las dimensiones meramente institucionales, que ya está afectando la acción política; de esta manera las relaciones ciudadanas, las conductas, mentalidades o valores se han convertido en lo que podemos llamar la cultura de la corrupción que ha destruido toda cultura cívica.
También la corrupción es una de las tantas manifestaciones de la lucha de las clases o la dominación clasista, ahí donde una sola clase domina al conjunto de la sociedad es más factible la corrupción. También se puede decir que los pueblos están corrompidos cuando ponen a disposición de los bienes públicos a grupos reducidos de poder, que corrompen lo público, corrompen las leyes y corrompen las instituciones. En el ámbito de la lucha de clases entonces, las clases dominadas buscarán defender lo público y protegerse en la política para evitar la plena corrupción. Está claro por tanto, que la corrupción es la privatización de la política.