
México y la semana aquimichú
México, DF. 15 de noviembre de 2012 (Quadratín).-Como una paradoja, burla o absurdo resulta el éxito comercial de el Buen Fin para incentivar el consumo y la actividad económica, cuando el gobierno del Distrito Federal, con Marcelo Ebrard como jefe (no implica cabeza) termina en un mal fin.
No es necesario meterse al análisis de la situación financiera capitalina que, como Acapulco y muchos otros municipios, están en quiebra, para darse cuenta y padecer todos los días el caos en que concluye su administración el discípulo mas aventajado de Manuel Camacho Solís.
Si el sexenio de Felipe Calderón se caracterizó y simbolizó por la guerra (al crimen organizado y al narcotráfico) como monotema sexenal, el de Marcelo Ebrard se significa también por un derivado de la guerra: el desorden y el caos.
No existe habitante capitalino que no haya padecido abusos, arbitrariedades y, especialmente, incomodidades no solo fruto de la aglomeración, sino de los programas de aparente beneficio colectivo, pero mucho lustre personal.
El tránsito de vehículos y personas es hoy más difícil, tardado y arriesgado que hace seis años. La ciudad es más cara, ostensiblemente con nuevos impuestos, además de los múltiples cargos que ofrecen concesiones otorgadas por dedazo como parquímetros, vialidades y hoy hasta los parques públicos, como el emblemático sope para corredores habituales de Chapultepec, quienes hoy deben pagar por utilizar esa área antes pública.
Ejemplo claro de ello es la arbitrariedad en el cierre de vialidades como el Paseo de la Reforma, convertido en tianguis cada vez que a la autoridad le da la gana vender los espacios mediante empresas creadas para esos fines. No se diga con el riego, obras y trabajos que se realizan de día, cuando que debieran realizarse en horarios nocturnos.
El jefe de gobierno electo, Miguel Ángel Mancera, tiene doble trabajo: cambiar usos y costumbres y aparentar que respeta, reconoce y apoya lo hecho por su antecesor, quien está seguro no solo le debe el nombramiento, primero como Procurador de Justicia y, después, como candidato perredista y candidato triunfador en las elecciones.
Ya varios de los funcionarios cercanos a Ebrard se dan por ratificados, tan solo porque están convencidos que el gobierno mancerista será ebrardista sin Ebrard.
El jefe de gobierno saliente hereda una ciudad con apariencia de haber pasado un bombardeo, sumida en el caos.
De esta forma, el Buen Fin comercial es en la realidad el mal fin para los gobiernos no solo de Calderón, sino también de Ebrard.