
Semana Santa: Reparar, restaurar, restituir
+ Obama hace apenas cuatro años
+ La elección 2012, y lo no hecho
WASHINGTON, D.C., 04 de noviembre de 2012 (Quadratín).- Hace casi cuatro años, en enero de 2009, estuve en Washington en la toma de posesión de Barack Obama. Ante el desafío que enfrentaba el primer presidente afroamericano de los Estados Unidos, escribí el siguiente texto que planteaba los escenarios para Obama. Independientemente del resultado electoral del próximo martes 6 para ver si se queda otros cuatro años, quedará para la historia el analizar si Obama fue el presidente que todos deseaban hace cuatro años. El texto de hace cuatro años describe el mismo escenario que enfrenta Obama en el 2012, por lo que se publica hoy como un recordatorio de lo prometido hace cuatro años:
Cuando Mijail Gorbachov asumió el poder en la Unión Soviética, su primera conclusión es que el imperio había terminado. El mantenimiento del poderío militar de la URSS se había logrado a costa del desplome del bienestar del pueblo soviético y de la existencia de severas cuotas de racionamiento de los bienes de consumo indispensable. Gorbachov no vaciló en reconocer el fin histórico del sistema de economía planificada de Estado y optó por la modernización sobre dos rieles: la perestroika o reestructuración económica para disminuir el dominio del Estado y promover al mercado y la glasnot o transparencia informativa para romper con el Estado policiaco. La Unión Soviética no pudo transitar de un modelo de Estado a un sistema democrático por razones inherentes a las contradicciones de su propia viabilidad: el Estado soviético había sido construido para el dominio imperial, no para la convivencia democrática. En noviembre de 1989 las masas derrumbaron el Muro de Berlín y en 1991 las secuelas de un golpe de Estado obligaron a Gorbachov a renunciar después de la independencia de las repúblicas.
En los Estados Unidos no se entendió la lógica del conflicto soviético y se asumió la caída de la URSS como el fin de la historia: el modelo capitalista estadunidense había ganado la batalla del siglo XX entre dos sistemas productivos. Sin embargo, el desmoronamiento del sistema productivo de economía centralizada y planificada de Estado no significó un fortalecimiento automático del mercado. Los Estados Unidos registraron un repunte significativo de su economía en el periodo de Clinton (1992-2000), pero buena parte por la promoción de los tratados de comercio libre y por una política presupuestaria sana. Luego vino George W. Bush y terminó con el superávit por el incumplimiento de su promesa de bajar impuestos y por los costos de la guerra contra el terrorismo.
Por debajo de problemas y reacomodos geopolíticos, los Estados Unidos viven hoy su propia decadencia: la declinación del modelo estadunidense de producción y apropiación por reacomodos productivos y tecnológicos y el surgimiento de nuevos mercados productivos y de consumo: la participación de los EU en el comercio pasó de 50% a finales de la segunda guerra a menos de 20% y el dólar ha sido acosado por el euro. La crisis económica de los EU del 2007-2008, que arrastró al mundo a una fase de recesión y el peligro de la depresión, no fue como en otros casos de sobreproducción, sino de agotamiento del modelo productivo de las corporaciones y del sistema financiero especulativo. Asimismo, reveló que el american way of life exige un sistema productivo que los EU ya no pueden sostener, sobre todo por el estancamiento de su esquema educativo y de producción tecnológica.
Por eso la elección de Obama se localizó entre las coordenadas de la decadencia y el colapso del modelo económico estadunidense. Y por eso también el arribo de Obama a la Casa Blanca planteó el dilema estadunidense: ¿restauración del mismo sistema productivo con un liderazgo político y moral con poca capacidad de influencia en un modelo productivo agotado y cargado de intereses o transición hacia un nuevo sistema económico que ya no cargue con el fardo de la estructura capitalista y sus intereses empresariales y corporativos? O, en otras palabras, Obama será el Roosevelt de la segunda gran crisis de recesión-depresión para relanzar la economía estadunidense de la mano de un esquema industrial-militar o será el Gorbachov de una transición sin consenso que pudiera desmoronar el sistema productivo de los EU igual como se derrumbó el modelo soviético.
Lo único cierto es que el sistema económico-industrial-corporativo de los EU entró en crisis y que cada crisis ha tenido sólo la salida de ofensivas militares de largo calado. Peor aún: el sistema productivo estadunidense depende de una política exterior imperial, intervencionista y militar. Y por si fuera poco, el american way of life está atado a la política de explotación y expoliación de riquezas de otras naciones. Pero el saldo negativo de la aventura militar de Bush en Irak dejó a los EU con poca iniciativa en ese renglón. El endurecimiento de Obama en Afganistán, sin duda la pieza clave de su mapa geopolítico y estratégico del Medio Oriente, no va a depender de un desplazamiento de tropas o de una guerra convencional, además de que hay indicios de que Obama va a indagar la reactivación económica por el lado industrial y comercial y por tanto disminuirá el presupuesto militar y la presencia de tropas estadunidenses en algunas zonas del mundo.
Las tres grandes preguntas que dibujarán el corto plazo de Obama son decisivas:
1.- ¿Será Obama el Gorbachov americano que le apostará a la transición del sistema capitalista agresivo de los EU a un sistema de economía mixta con una mayor intervención del Estado para controlar la voracidad de los empresarios y las corporaciones? El sistema de producción estadunidense dependía de los avances tecnológicos. Pero la economía productiva fue sustituida por la economía especulativa, La fragilidad de la economía de los EU se prueba cada día con la dependencia del petróleo importado de zonas de conflicto: México, Venezuela, Irak y Arabia Saudita. El modelo de mercado derivó en la perversión del sistema de las corporaciones y de los fraudes. La quiebra de una empresa de servicios financieros precipitó el colapso del 2008: Lehman Brothers inició la quiebra de empresas por malos manejos financieros, por corruptelas y por ineficacia en su articulación con el sistema productivo.
La fragilidad del sistema productivo estadunidense se mostró en el desempleo creciente en el corto plazo, el cierra de empresas, la caída de la demanda y la necesidad de que el Estado norteamericano entrara a la compra de activos de grandes empresas para evitar la crisis dominó. Internamente la ineficacia del modelo productivo tiene dos vertientes: de un lado, el agotamiento de la sociedad de consumo; de otro, la pérdida de competitividad interna, la necesidad de contratar ilegales para abatir precios y la producción de manufacturas en países de mano de obra barata como China.
No se trataba de una nueva crisis sino que era la expresión de la crisis recurrente. Desde la gran depresión de 1929-1933, los EU ha tenido instrumentos fiscales y presupuestales para encarar las dificultades. Pero entre muchas claves de sus conflictos, una fue siempre determinante: la necesidad de dejar que la sociedad pagara costos sociales por los problemas. En las depresiones y las recesiones, las autoridades estadunidenses le apostaron siempre a permitir desempleo, pérdida de poder de compra y liquidación de activos sociales. Se trata de cumplir una de las reglas del capitalismo: la sobrevivencia de los más fuertes. La crisis hipotecaria y la crisis de instituciones financieras permitían inclusive la depuración empresarial y corporativa.
Los EU perdieron ya la imagen de la sociedad de las satisfacciones. La polarización social es producto de la mala distribución de la riqueza y el Estado no puede cubrir las necesidades indispensables de las mayorías marginadas. En la crisis de la Navidad del 2008 los centros comerciales bullían de gente, pero con el dato significativo de que eran paseantes sin bolsas de compras. La sociedad de consumo se transformó en la sociedad del despilfarro. La relación producción-consumo se ahogó en la polarización de clases y en el resentimiento social cotidiano. La disminución de la clase media engrosó las filas de los pobres.
Pero se trataba de una de las reglas del capitalismo salvaje: la sobrevivencia de los más fuertes, una especie de darwinismo social y empresarial. El desempleo se asumía como un factor de estímulo para las recuperaciones. Y además como un desafío para los propios estadunidenses que se veían obligados a luchar por la sobrevivencia y con ello dinamizar la sociedad de la competencia. Las políticas contra la crisis se centraban en el estímulo a las empresas y la reactivación de la demanda, sobre todo a través de sacrificios fiscales.
Lo grave de estas crisis fue el agotamiento del modelo productivo estadunidense. Los EU, a pesar de sus avances tecnológicos, no previeron la modernización productiva ni se prepararon para la transición de su sistema productivo. El sector automotriz es obsoleto, la industria petrolera está estancada, el renglón de los servicios financieros cayó en la especulación y los demás renglones dependen de los niveles de salarios. Los EU se han beneficiado el hecho de que los demás países no han podido entrarle de lleno al relevo productivo. La dependencia bursátil y financiera del sistema productivo estadunidense exhibe la debilidad de la planta industrial. Los subsidios a la agricultura han sostenido los niveles de producción del campo pero han acostumbrado al sector a depender de las ayudas y el proteccionismo. Y el arma secreta de los EU para mantenerse como potencia económica es el proteccionismo comercial.
La crisis del sistema productivo soviético estalló por tres razones: incapacidad para producir, marginación del consumo de las grandes mayorías y pérdida de competitividad en el mercado. El Estado fue incapaz de mantener la estabilidad interna, la crisis presupuestal reventó por la carrera militarista con el gobierno de Ronald Reagan y Gorbachov concluyó que el Estado era incapaz de repuntar el sistema productivo. Casi los mismos indicios se perciben en la economía norteamericana
2.- ¿Será Obama el Jimmy Carter que habría llegado al poder con la carga moral, medio calvinista, de un imperio avergonzado de sí mismo para explorar caminos de algo gelatinoso como un imperialismo bueno? Carter inició su administración cediendo espacios geopolíticos: medio oriente, entrega del canal de Panamá, el retiro del apoyo a los regímenes latinoamericanos dictatoriales, aceptación de la victoria de la guerrilla sandinista en Nicaragua, entre otras posiciones revalidadas. Los EU intencionadamente dejaron de agredir o de responder con violencia.
El caso de los rehenes en Irán fue un ejemplo. Azuzados por la revolución del Ayatola Jomeini, estudiantes radicales tomaron por asalto la embajada de los EU en Teherán el 2 de noviembre de 1979 y ahí permanecieron hasta el día de la toma de posesión de Ronald Reagan como presidente. Carter se negó a cualquier respuesta violenta, a pesar de las presiones de los medios y de las estructuras militares. En secreto, Carter ordenó un plan militar de rescate. Pero la falta de preparación convirtió la ofensiva en un fracaso: helicópteros chocaron en el aire y Carter ordenó detener la operación. Vinieron luego presiones diplomáticas y financieras, pero el radicalismo de los estudiantes no varió.
La política exterior de los EU entró en colapso: a la invasión de la embajada de los EU en Teherán siguió la invasión soviética a Afganistán y la invasión de Irak a Irán. La política exterior norteamericana no pudo responder con eficacia. Y Carter cargaba la crisis del petróleo que disminuyó la provisión de gasolina al interior de los EU, con severos conflictos sociales y quejas de la sociedad.
Carter representaba una corriente no beligerante de los EU. En plena campaña presidencial confesó a la revista Playboy que había pecado en pensamiento. Carter representaba el salto tecnológico de los EU, pero también el retraso: un ingeniero nuclear que había hecho su vida como productor de cacahuate. Carter quiso eludir la función imperialista de los EU y disminuyó el intervencionismo. Dos hechos latinoamericanos marcaron su presidencia: la entrega del Canal de Panamá y el retiro del apoyo al dictador nicaragüense Anastasio Somoza para permitir el ascenso al poder de la guerrilla procubana sandinista. Asimismo, fijó el criterio de respeto a los derechos humanos como condición previa para el reconocimiento estadunidense.
Lo malo, sin embargo, es que los EU son un país imperialista. Su fuerza no depende de las cargas morales sino de su papel como policía del mundo, sobre todo por la creciente participación de nuevos núcleos de poder. El sistema capitalista estadunidense funciona
3.- ¿Será Obama el presidente de la maldición de Paul Kennedy en su tesis de Auge y caída de las grandes potencias o una especie de presidente de los EU como el imperio romano en camino de extinción?
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