
Zedillo, jefe político de la intelectualidad de la derecha
Oaxaca, Oax. 29 de octubre de 2012 (Quadratín).-
I
Fueron las razones de la bola, los argumentos del montón. Hasta nosotros llegó con su sonido de la niñez, con sus colores engaña bobos. Las moscas brotaron del aire, no fue novedad. Las maldiciones de las mujeres transitaron a todo correr por la carretera, libres y en compañía de bultos de ropa, trastos de cocina, pericos y anafres. Frente a nosotros, en un momento, se armó una verbena: elotes cocidos, mango verde con sal y limón, cacahuates; aguas frescas, rebanadas de coco tierno: un mago que iba de viaje sacó el sombrero de los trucos. Todo. Por un momento nos sentimos en nuestro pueblo en un día de fiesta. Los hombres caminaban en sentido contrario a las mujeres, les sonreían mientras hablaban de amores perdidos, novias, queridas. Las mujeres viejas con cara de resignación cuidaban los bultos, las maletas puestas sobre la carretera en espera de un milagro. El cielo hizo bajar sus bendiciones a la nada, ocultó el sol por unos instantes. El paletero hizo su agosto. Las moscas se fueron con la canción que recordaba la infancia. Al mediodía dejaron de caer los insultos sobre la pobre gente que bloqueaba el camino. En la tarde, con el fresco y la sombra, se vieron salir a las parejas de los matorrales. En la noche, con el cansancio producido por la incursión de los zancudos, nadie recordaba el motivo de su viaje.
II
Al barrio no entran los periódicos, no son necesarios. Para saber la vida de la gente, el actuar de los políticos, de los hombres que nos gobiernan, están las mujeres del mercado. No hace falta papel impreso. El chisme es cosa fresca, que se consume caliente. La boca de las mujeres del mercado es más rápida que cualquier medio de comunicación. Más que la tele y la radio, que confirma confirmar la información. Para ella el tiempo es oro y hablan sin confirmar nada de terremotos, , desgracias, muertos y desaparecidos. El chisme es un caldo caliente que sirven en plato humeante antes del amanecer. Luego vendrá el paso del tren a confirmar los datos, a corroborar las informaciones.
III
El barco llega a esta isla una vez por mes con las provisiones y el combustible para la planta de luz. Esa es nuestra vida: un mes de espera. En tanto, los hombres que se dedican a la pesca a los campamentos de captura, fuera del pueblo, a las mujeres a atender a los hijos, los niños a la escuela y así; hasta que llega el barco con las noticias del macizo continental. En el tiempo de espera la gente enloquece, sobre todo las mujeres. Corren rumores, que si un hombre está entrando a las casas a robar calzones; y ahí está todas las viejas en la madrugada con el ojo pelón. Que si el pastor anunció el final del mundo para la noche del domingo, y ahí está la bola de chismosos sin dormir, no sea que los vaya agarrar el fin de los tiempos encuerados.