Los márgenes de la independencia editorial
+ Escenario político para diciembre
+ Limitada ley anticurropción de EPN
México, DF. 14 de octubre de 2012 (Quadratín).- Cuando los políticos revolucionarios fijaron el espacio de cinco meses entre las elecciones presidenciales y la toma de posesión, nunca se imaginaron que el país viviera una polarización como la actual. Entre protestas poselectorales y un interregno marcado por el vacío de poder, el presidente electo Enrique Peña Nieto aparece acotado por la inestabilidad política.
El tema más candente del relevo sexenal se localiza en la violencia del crimen organizado. Y no se trata de la falta de control político sino del proceso natural de desgaste del poder: el gobierno de Calderón carece de fuerza política por la existencia de un relevo y Peña Nieto aún no toma los hilos del poder.
Las semanas que faltan para la entrega del poder presidencial deberían ser llenadas por acciones políticas de fondo: el corte de caja del gobierno de Calderón para fijar las coordenadas del problema de la inseguridad y el crimen organizado y el diagnóstico del equipo de Peña Nieto sobre el expediente de los cárteles. Ciertamente que Peña Nieto ha sido muy cuidadoso en no adelantar vísperas, pero necesita desde ya enviar algunos mensajes a la sociedad sobre su política de seguridad pública.
Los tres principales temas del fin del sexenio de Calderón y el inicio del sexenio de Peña Nieto aparecen con todas sus contradicciones: la inseguridad pública y la articulación política y social de los cárteles del narcotráfico, el empleo y las reformas necesarias que tendrán que enfrentar compromisos sociales del PRI y la urgencia de encontrar un pacto político para la consolidación de la transición democrática junto con las reformas que redefinan el régimen.
Sin embargo, la clase política y la crítica se han enfrascado en debates que no profundizan el momento histórico ni exploran los cambios necesarios. Lo de menos es cuestionar los márgenes de maniobra del sistema político actual, cuando en realidad el país necesita explorar opciones. Es más que lamentable la pobreza política de los tres principales partidos –PAN, PRD, PRI– en cuanto a debatir el corto plazo, sobre todo porque no existen ideas sino espacios de poder y márgenes de inmovilidad. El problema ya no radica en intentar una explicación del regreso del PRI, sino que lo fundamental es plantear la agenda de la gobernabilidad nacional el próximo sexenio.
Las agendas de riesgo político han tenido que incluir esas limitaciones políticas de los actores. De ahí que toda evaluación de las expectativas del país deba de pasar primero por la realización de diagnósticos del momento político mexicano para después definir las opciones. Y ahí la parte fundamental, paradójicamente, no estará en los enfoques limitativos o amplios del PRI, sino en el papel que debe jugar la oposición para abrir nuevas expectativas.
Cuando recibió la solicitud de registro legal del Partido Comunista Mexicano en 1978, el secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, dijo una frase un poco olvidada: la responsabilidad de la derechización de un régimen es de la izquierda porque no supo hacer los contrapesos. De ahí que lo que haga o pueda hacer el PRI será responsabilidad del PAN y del PRD: si rumian sus rencores, el país perderá; si buscan un nuevo acuerdo político, el país podría encontrar algunas salidas de su complicado laberinto.
Pero se ve un PAN desorientado y un PRD fracturado, las dos coordenadas del México que nadie quiere pero que se mira inevitable.
CINCO PUNTOS SOBRE LEY ANTICORRUPCIÓN DE EPN
1.- Uno de los principales problemas de la larga gestión del poder del PRI de 1929 a 2000 fue justamente el de la corrupción. El PAN, que nació justamente como el partido de confrontación moral sobre el tema, no le dio importancia. En su discurso de campaña, el candidato presidencial priísta Enrique Peña Nieto encontró ahí un compromiso que le dio votos y ahora viene la hora de la verdad: construir una estructura institucional para combatir la corrupción del poder.
Peña Nieto abrió la expectativa y ahora está obligado a cumplirla, a pesar de que sectores del PRI no estén convencidos de ello. Hasta donde se tienen datos, la intención de Peña Nieto es ir a fondo, pero tendrá que pasar por el filtro legislativo para aprobar su iniciativa y ahí sobreviven los dinosaurios del pasado corrupto, y no sólo del PRI sino de todos los partidos.
Peña Nieto ya se comprometió: o cumple o podría ser su primera crisis de expectativas porque el PAN y el PRD tomarán el tema como bandera.
2.- La ley de contabilidad gubernamental será el primer paso: atarles las manos a gobernadores y presidentes municipales, además de acotarle espacios a los órdenes federales de gobierno. Pero el alcance de la ley debe ser más profundo porque las cuentas públicas y la función de la Auditoría Superior de la Federación se han desinflado en cuanto a combatir la corrupción.
Por tanto, la ley no es suficiente si no existen leyes que sean punitivas contra los corruptos.
3.- ¿Caminos? Irle cerrado puertas de escape a la corrupción. Repito: se requieren de leyes que castiguen severamente a los corruptos. Y ahí pienso, sobre todo, en mayores facultades a la política fiscal para hacer un seguimiento del gasto de los funcionarios porque la corrupción no se puede esconder, y menos en los políticos y funcionarios que quieren que los demás sepan que son nuevos ricos.
4.- La de darles facultades de persecución penal contra casos de corrupción. Y sobre todo, que los partidos políticos asuman el compromiso de no darles cargos públicos a aspirantes que se hayan visto envueltos en casos de corrupción. Actualmente las dos Cámaras son un catálogo de políticos involucrados en corrupción que ganan elecciones porque van plurinominales.
Sin un compromiso real de los partidos para vetar a los corruptos, la lucha contra la corrupción será un fracaso.
5.- ¿Será suficiente? Todavía no, falta mucho. Y habrá que luchar por una ética política desde la educación, enseñando a los niños que la corrupción es un delito.
6.- En 1985 el ensayista Gabriel Zaid mencionó, entre los escenarios del fin del PRI, la aparición de un Ayatola contra la corrupción. No lo hubo y el PRI perdió la presidencia en el 2000, dejando el gran pasivo de la corrupción. El fracaso del PAN en el tema y el regreso del PRI a la presidencia podrían haber dejado un mensaje espantoso: que la sociedad ya no vota para condenar la corrupción sino que quiere eficacia aunque esté contaminada por la corrupción. Y cuando la sociedad pierde de vista su fuerza para exigirle resultados de honestidad a los gobiernos, entonces pudiera pensarse que los mexicanos ya no tenemos remedio.
Se trata de un asunto social, cultural, de ética, que parece que ninguno de los partidos lo considera importante. Lo peor que le puede pasar a la sociedad mexicana es que le dé más prioridad al empleo y al bienestar, que a la ética.
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