Dos meses de huelga, miles de asuntos pendientes
Oaxaca, Oax. 17 de agosto 2012 (Quadratín).- El asunto de los idiomas, una verdadera pesadilla. Más en nuestra existencia que transcurre para postergar la vida. Primero lo del asunto de nuestros dientes, no tenemos muelas. Luego lo de nuestras preguntas socialmente incorrectas, el instinto de investigación que te truncan cuando tocamos orificios, extensiones, superficies. Por el bien de uno, no por más. No vaya el niño a coger un complejo, mujer. A callar.
Ya crecidos, en la universidad, lo primero es lo primero: terminar la carrera. Luego vendrán los cursos de nivelación, las materias optativas, los idiomas. Pero salen los viejos que anticipan, lo más correcto es sentar cabeza, luego lo otro. Así hasta que entro en estos a mis cincuenta años donde la empresa recorta personal por lo de las nuevas tecnologías. Y allí me tienes vuelto al estudio para aprender a escribir en lo que creía mi idioma. Pero hay más, como todo el personal de la empresa ya aprendió a expresarse con lo de las nuevas tecnologías, una maravilla, dice la secretaria de la sección, uno ya no escribe con faltas ortográficas porque la máquina te indica en rojo cuándo fallaste, es necesario saber otros idiomas.
Aquí me tienen. Primero fueron los cassettes, inglés sin maestro. Nada. Luego lo de aquélla empresa editorial que ofrecía libros para aprender el idioma inglés en veinte lecciones, tampoco. Resultó ser el televisor quien despejó la duda que cargaban mis hombros cincuentañeros: en la pantalla apareció el promocional de una institución que educaba en el idioma extranjero hasta a los perros. Bueno, me dije, yo no soy un perro, sólo tengo cincuenta años y dos hijos en la universidad, nada se pierde.
Mi primera clase, siete treinta am, una chica, imagen salida del comercial del televisor, nos miró y frunció la nariz. Será el frío, aplaqué mis nervios. Luego la clase, llevadera. Al tercer mes de estudios, conversación. Ya empezamos.
Lo primero que nos indicó la señorita del curso fue escuchar los cassettes que nos proporcionó la institución de enseñanza. Y allí me tienes a pleito con mi mujer, que saca esa porquería que nadie entiende, que apaga eso que es la hora de la novela, que duérmete. Con mis hijos no se diga: miradas de entendimiento entre ellos mientras yo trato a mis cincuenta años de memorizar 120 verbos, en presente; otros 120 en pasado. Nunca el paso del tiempo me pesó tanto. A mis cincuenta, pero total todo sea porque los chicos quieren sus estudios de posgrado.
La joven profesora atendió con interés mi súplica, era incapaz de pronunciar el idioma extranjero. Practique en casa, la respuesta. Cambió mi vida, sábados y domingos de futbol en la tele, ni pensarlo; la copa con los amigos cada quincena, una ilusión, el dominó en casa de los compadres en jueves por la noche, sueño guajiro.
Mis actividades diarias cambiaron de ritmo y de rumbo. Despertarme antes que toda la familia y pasar como mínimo media hora encerrado en el baño, sentado en la tasa del wc y con los ciento veinte verbos en la mano. Por las noches, dormir después de todos para acudir presto al ritual del baño.
A mediados del cuarto mes de estudio, ojeras, párpado caído, sin contar con lo de mi mujer que el domingo anterior inauguró en nuestra relación aquello de que tú me mientes, me ocultas cosas, algo traes, muy bien sé que los hombres a esta edad buscan otra relación de pareja para confirmarse en este mundo; sus cosas. Digo, a mediados del cuarto mes de estudios, la maestra al ver el magro resultado de mis desvelos, preguntó: ¿sabe usted pronunciar trabalenguas?
Aún quiero que mis hijos terminen su carrera universitaria y sus estudios de posgrado. Lo del idioma extranjero pasó por los jefes como calenturas de resfriado, ya nadie se acuerda. Ahora duermo y despierto a mis horas. Paso tiempo frente al televisor y tomo cubas libres con los amigos cada que se me antoja. Pero por las tardes, antes de regresar al trabajo, trato de encontrarme con Juanito, el hijo de la vecina. Es un niño listo, sabe a la perfección trabalenguas, los inventa y los mejora. Creo que podré llegar a ser su mejor alumno.
Foto:Ambientación/ Web