El entrenador triqui
+ Agenda, leyes y redentores
+ Partidos: confusión en el PAN
Oaxaca, Oax. 12 de agosto 2012 (Quadratín).- Los tiempos de la agenda política se cortan:
El IFE ha establecido los criterios de la ley y se ha negado a bailar al son que tocan en el PRD.
El Trife se tiene que ajustar, obligadamente, a los criterios de la ley, frente a un PRD que quiere decisiones en función de los tiempos políticos de López Obrador.
El virtual ganador de la elecciones, Enrique Peña Nieto, juega sus tiempos que no son los mediáticos y que le dejan los medios a López Obrador.
Los priístas quisieran manos libres para responderle a López Obrador pero no los dejan.
El PRD se sabe poseedor del espacio mediático y decide en torno a esos ritmos.
Los medios comienzan ya a acusar el agobio lopezobradorista y ya no repercuten igual las denuncias diarias de López Obrador.
Los perredistas han decidido tomar su propio camino y como hace seis años tranquilizarán su conciencia pasándole su mesada a López Obrador para financiar su movimiento.
El PRD de Los Chuchos quedó atrapado en los juegos de poder de López Obrador, aunque sin manejar sus expectativas. El enfrentamiento con las cúpulas privadas dañó al PRD.
La instalación previa del Congreso también le quitó espacio mediático a López Obrador.
Las bancadas del PRI en las dos cámaras comenzaron a operar con la presentación de algunos puntos de su agenda: reformas estructurales. Todo indica que el PRI va a negociar con el PAN.
El PAN quedó a la deriva, sin saber si es partido, cofradía o club de amigos. El presidente panista Gustavo Madero se ha confrontado con el presidente Calderón.
Lo cierto es que los panistas no saben exactamente qué quieren. Los más calculadores ven la posibilidad lejana de regresar a la presidencia en doce o dieciocho años, no en seis.
Entre tanto ruido mediático, la estructura institucional electoral y política sigue trabajando y operará en función de los plazos legales.
La gran incógnita es indagar qué hará López Obrador cuando el Trife califique las elecciones, le entregue la constancia de mayoría a Peña Nieto y perfile la toma de posesión.
López Obrador tendrá ya tres meses para su activismo en contra de Peña Nieto. Su promesa de impedir la toma de posesión se ve lejana de cumplirse. Como ya no puede instalar un plantó, necesita de tres meses de escalada de activismo para llegar al primero de diciembre.
Por vacaciones, el YoSoy132 salió del escenario mediático, pero también para alejarse de las compañías radicales de los Atentos, el SME y otros.
A pesar de contar con un entramado institucional sólido, las incertidumbres tienen que ver con los actores políticos que se niegan a respetar los mandatos institucionales. Contra las pasiones de los líderes redentores no hay Estado de derecho que valga.
FUTURO DE PARTIDOS: PAN
Después de la frustrada experiencia en el sexenio de Vicente Fox, el PAN encaró en el 2006 un doble desafío: asumirse como el partido en el poder y meterse de lleno en la reforma del sistema político priísta y superar el conflicto poselectoral. El escenario del 2012 ofrece la realidad de la respuesta: ni lo uno ni lo otro.
Al PAN le faltó ser partido político; es decir: una organización de afiliados, una estructura de masas y un proyecto de alternancia. El PAN nació como oposición moral en 1939 y de cara a una reorganización del poder político posrevolucionario: a diez años de la fundación del PRI como PNR, a un año de la transformación en Partido de la Revolución Mexicana, luego de las medidas cardenistas y a casi treinta años de iniciado el movimiento revolucionario. Y se fundó como oposición al PRI.
En el PAN se pueden precisar cuando menos tres fechas fundamentales: su fundación como oposición leal sin aspirar a la alternancia, su dinamismo a partir de 1972-1993 con el ingreso de nuevas fuerzas empresariales y su camino en 1996 hacia la conquista del poder presidencial. En el 2000 Fox –un candidato que le arrebató la nominación al PAN– ganó las elecciones y logró la alternancia, pero en su gobierno prefirió pactar con el PRI y diluir la alternancia sólo en la figura presidencial: dejó vigente la estructura de poder del PRI.
A lo largo de doce años, el PAN no supo transformarse en un partido en el poder: se dedicó a administrar el sistema priísta; las pocas reformas impulsadas tuvieron que ver con la estructura productiva y de diseño de la política económica neoliberal. La mejor prueba de la vigencia del sistema político priísta fue la victoria del PRI en las elecciones presidenciales del 2012 sobre la base del modelo electoral del viejo régimen. En este contexto, el PAN logró consolidar la transición política de un régimen autoritario pero no logró definir e impulsar la fase siguiente de todo proceso de transición: la construcción de la democracia. Las reformas colaterales dejaron funcionando la estructura de poder.
Ahora, nuevamente en la oposición, el PAN enfrenta el desafío de todo partido político derrotado electoralmente: diseñarse como partido integral, abarcando los liderazgos, las propuestas de gobierno y sus organizaciones de masas. Sin estas condiciones, difícilmente podrá el PAN ganar de nueva cuenta la presidencia.
Pero el principal reto del PAN se localiza en la necesidad de reformar el sistema político antes de las próximas elecciones presidenciales. Y ahí tendría que conseguir una alianza reformadora con el PRD; sin embargo, el perredismo se sigue hundiendo en la lucha caudillista de un líder ajeno a las reglas de la democracia política y de la democracia representativa y orientado más a la democracia directa llena-zócalos con decisiones a mano alzada.
El PAN no necesitaría de refundaciones sino más bien de mejores y más claras definiciones sobre la política, el ejercicio del poder y la vinculación Estado-partido. Como partido, el panismo ya tuvo el amargo despertar de la política como un sueño ideal. La política es poder y el poder es coercitivo. De ahí que el PAN se juegue su posibilidad de regresar a la presidencia en cuando menos tres puntos: una reforma política impulsada por el PAN-PRD, la redefinición de su proyecto de gobierno y la decisión de entender que la política es poder y mejor si el poder se asocia a un ideal político.
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