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TCL-aranceles con narco: CSP la toma o la derrama
Oaxaca, Oax. 16 de mayo 2012 (Quadratín).-Nadie podría negar que la muerte es sorpresiva. Pero hay muertes que se llevan más que la persona. El fallecimiento del escritor Carlos Fuentes es la fotografía más fría del triste momento por el que pasan la literatura mexicana y latinoamericana.
Era el hombre común. Inteligente y sin miedo de hablar. Era el crítico político, el de reacción a cada acción que tuviera que ver con su México. Era la mente liberal y liberada de toda opresión. Era el del buen sentido del humor, el de la alegría en cada historia.
Dejó este mundo que poco a poco han abandonado otros amantes de la palabra escrita. Aquellas mentes que disfrutaban lo deslumbrante de una buena lectura, de la exquisitez de un silencio con la vehemencia de una simple coma. Aquellos que descubrieron cómo provocarnos historias desde el primer con punto. Tener qué contar nos pasa a muchos, saberlo hacer nos limita a reconocer que sólo poco pueden.
Dejó su mundo y su amada ciudad. Lo hizo, como ya lo hicieron José Saramago, Carlos Monsiváis y Carlos Montemayor.
Comenzamos a ser la generación del abandono porque nos quedamos sin ellos. Hoy ya no veo una generación de nuevos escritores que sueñen con lograr un puesto en la nueva historia contemporánea. Tampoco veo que las nuevas generaciones se apasionen por una lectura, por el sabor que deja el deseo de la palabra, de la imaginación.
Somos la generación del abandono porque nos han dejado los que hemos olvidado. Somos parte ya de la generación del olvido, porque hemos cambiado las letras por las imágenes.
De esta historia nos quedan pocos: Elena Poniatowska, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa. Y de los que se han marchado, ya sólo nos quedarán los libros que vivirán más de lo que ellos imaginaron.
Uno más que dejará el papel y la pluma. Un hombre que no creía en la tecnología, que su relación con ella era sólo de sano distanciamiento. Que no aceptó que entrara en su vida más que lo necesario. Para Fuentes, su mejor pasión era una hoja en blanco. Un hombre fiel al tacto de un buen libro, decía que tenerlo sus manos era como amar a una mujer. Porque para él, leer un libro en los nuevos soportes tecnológicos era como hacerle el amor a un refrigerador.
Twitter @jesusbahena
Foto:Ambientación